El presente de Etiopía, que viene arraigado por un largo y multifacético pasado, está viviendo importantes transformaciones. Sin embargo, existe una que ha recibido menos atención mediática: el salto hacia adelante que ha dado la industria cinematográfica nacional. De las pocas películas que se producían en el país en 2004 se ha pasado, en 2015, a alcanzar una cifra de casi 100 largometrajes realizados a nivel local. Todas estas propuestas llegaron a los cines de Addis Abeba, la capital, cada año. Además, este crecimiento también se ha extendido hacia los contenidos televisivos. Pero, detrás de este ascenso del cine etíope hay una realidad aún más notable y menos destacada, y es la de las mujeres que, ya sea en papeles de dirección, guion o producción, han sido las líderes de este impulso.
La preponderancia de mujeres en Etiopía se diferencia de la mayoría de países, ya que, desde Hollywood hasta Bollywood, el cine y la televisión ha estado dominado por hombres. Tanto es así que, el Centro para el Estudio de la Mujer en la Televisión y el Cine de Estados Unidos ha demostrado, en base a sus estudios, que en América solo un 12% de los directores, un 20% de los escritores y un 26% de los productores son mujeres, a pesar de que la audiencia femenina representa un 51%.
A diferencia de estos datos, en África, desde que se redactaron los manifiestos fundacionales de las instituciones cinematográficas como el del Festival Panafricain du Cinéma et de la télévision de Uagadugú (FESPACO) en 1960 en Burkina Faso, ha existido un claro compromiso con cuestiones como la descolonización, la igualdad racial y el empoderamiento de las mujeres. Pero, pese a ello, la historia del cine africano se ha contado a través de una sucesión de directores masculinos, que han heredado las ventajas derivadas de las iniciativas de la FESPACO, con voces como Ousmane Sembene, Souleymane Cissé o Abderrahmane Sissako. Este patrón se ha mantenido a nivel continental, a pesar de los esfuerzos que comenzaron en 1990 por parte de los organizadores del festival y de instituciones como el Centro para el Estudio e Investigación de las Mujeres Africanas en el Cine. Pero Etiopía marca la diferencia.
¿Qué diferencia al cine etíope?
Aunque muchos profesores e investigadores locales señalan que la industria cinematográfica de Etiopía no es el paraíso para las mujeres, sí que existen variaciones favorables para ellas. Lo que permite esta mayor presencia femenina es la influencia y el éxito de las mujeres en el negocio del cine. En otras palabras, en una industria altamente competitiva –donde muchas personas casi nunca hacen más de una película– el género femenino ha disfrutado de un éxito más duradero como escritoras, directoras y productoras: los filmes realizados por mujeres han tendido a mejorar la taquilla y obtener más premios en los galardones anuales de cine Gumma, celebrados en el país.
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Este éxito femenino viene de lejos. Después de que Etiopía se alejara del régimen del Derg –junta militar que gobernó Etiopía desde 1974 hasta 1987–, bajo el que el cine y la televisión estaban controlados por el gobierno, la primera en arriesgarse a financiar una película fue Rukiya Ahmed en 1993, creando Tsetzet. Posteriormente, uno de los primeros largometrajes en hacer el cambio del celuloide al vídeo fue Yeberedo Zemen, de Helen Tadesse. En 2002, esta fue la primera película etíope rodada en VHS que se exhibió en un cine, provocando una revolución en la industria nacional. Con este cambio al vídeo y, posteriormente, al cine digital, la cultura cinematográfica local vivió un auge muy destacable, en el que numerosas mujeres aprovecharon esta oportunidad para seguir el ejemplo de Tadesse, lo que llevó a algunas de ellas a convertirse en líderes.
A partir de ahí, las féminas han dado forma a la industria de diferentes maneras. Hasta 2014, los canales de televisión de Etiopía producían sus propios contenidos, haciendo que su parrilla se basara en su mayoría en noticias y algunas series dramáticas. Pero Feven Tadesse imaginó una manera diferente de hacer las cosas, creando una conexión entre cine y televisión. La empresaria creó el primer programa de televisión etíope que no solo transmitiera las novedades en el cine, sino que también crease un espacio para debatir sobre estas películas. De esta forma, los espectadores podían participar votando sus filmes favoritos a través de mensajes de texto.
Pero no todas las mujeres han vivido las mismas experiencias. Algunas tienen diferentes puntos de vista sobre la industria, ya que no se han sentido tan apoyadas como sus precursoras. La realidad sobre el terreno es compleja y diversa, pero está claro que, al menos, está cambiando hacia una mayor inclusión. De hecho, numerosos centros cívicos etíopes contribuyen a ello en la actualidad. La Asociación de Cineastas Alatinos es uno de los ejemplos al haber creado un foro donde las aspirantes a directoras pueden reunirse, discutir y compartir trabajos. Otra organización, Sandscribe, ofrece clases gratuitas sobre cine para todos aquellos que quieran hacerse un hueco en esta industria. Y la Universidad de Addis Abeba inició un curso sobre cine en 2014, dirigido tanto a hombres como mujeres.
Pese a estos avances, el reconocimiento internacional de este liderazgo femenino en el cine y la televisión es escaso, ya que se sigue creyendo que Etiopía es poco progresista en todos sus ámbitos y que las mujeres encontrarían mejores oportunidades si se fueran, obviando que la industria cinematográfica local lleva, desde hace años, luchando por desafiar los estereotipos. Tanto es así que, el éxito femenino local está poniendo sobre la mesa la idea de que es Hollywood el que debería esforzarse para mejorar en materia de igualdad.
Lo que resulta evidente es que, pese a las dificultades que siguen existiendo, la presencia creciente del género femenino en el cine es inspiradora para el resto del mundo, ya que ha sabido paliar los problemas políticos de su país y conseguir una importante relevancia en el ámbito cultural. Independientemente de la posición que ocupen, las mujeres están demostrando dos hechos importantes: que hacen cine y lo hacen bien y que la realidad de muchos países africanos no es siempre como parece.
Nerea De Ara
* Este texto está basado en un artículo de Steven W. Thomas publicado en Africa is a country bajo el título ‘Etiopian women making movies’
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