Empecé a investigar sobre la medicina afro ancestral a raíz de un diplomado. Me topé con importantes y relevantes recetarios que buscan preservar y enaltecer, principalmente, el cuerpo de la mujer. El cuerpo de la mujer es considerado sagrado entre diversas comunidades afrocolombianas, pues es sinónimo de vida. Este año la discusión por aceptar la ciencia como un mecanismo de prevención certera ha llegado a todos los rincones del mundo. La ciencia médica ha sido cuestionada, vapuleada y negada por individuos de todas las latitudes, a su vez enaltecida, admirada y venerada por muches. Considero pertinente entonces que nxs preguntemxs ¿qué pasa cuando la ciencia nxs falla?, ¿qué pasa cuando no se tiene acceso a tratamientos médicos de origen científico? La medicina afro ancestral es, ante todo, un acto de resistencia. El estado le falla a las comunidades negras a la hora de garantizar un sistema de salud óptimo. En Colombia la posibilidades de acceder a especialistas u hospitales varía de región a región; se priorizan las capitales y las zonas rurales sufren de una terrible orfandad sanitaria que solo mejora con ocasionales campañas. De ahí que las comunidades negras y afrodescendientes mantengan vivas sus tradiciones y prácticas medicinales.
El abandono del Estado es tal que la mortalidad de infantes en regiones es más alta que en las principales ciudades. La medicina afro entra a negarle a la muerte prosperidad y propagación. Además, le otorga a la mujer, a las matronas específicamente, un rol protagónico en el cuidado y transmisión de saberes. Las matronas fueron elegidas para cuidar a los heridos de guerra en la época independentista; si se quedaban en sus lugares de origen, eran las matronas las cabezas de hogar en las familias en los que se perdía al padre en la guerra, permitiendo que otras mujeres se organizaran para salir a trabajar. Las matronas hacían de cuidadora de numerosos infantes de las comunidades. La salud de las mujeres, que a su vez cuidan de la salud de los hombres, se considera una prioridad, en especial cuando acaban de parir. Los saberes que atienden a la salud no son exclusivos, al contrario, cualquier miembro en una comunidad afrocolombiana tierrera podría recetar varios remedios para dolencias comunes, cuidados de postparto, cuidados antihistamínicos; sin embargo, cuando se trata de afecciones crónicas o localizadas son las matronas las expertas.
La medicina afro ancestral respondió a la falta de atención durante la pandemia. Ha sido un instrumento contra un racismo estructural que insiste en ponerle precios y jerarquías a las vidas humanas. Antes de la crisis sanitaria que golpea al planeta las comunidades negras confiaron en sus prácticas para atender a su propia gente.
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La combinación de rezos, comidas y plantas ha sido la fórmula para prevenir e incluso salvar a personas afro desde los tiempos en que millares fueron traides forzosamente y esclavizades en América. Hoy por hoy sigue cumpliendo un papel crucial en la preservación de las personas negras en Colombia y otros países con población afrodescendiente y africana, pues no solo ayuda a las personas a lidiar con sus dolencias; también las salva de agresiones racistas. Un triste ejemplo de esto se ve en la violencia gineco-obstetra cuyas principales víctimas en América Latina y Estados Unidos son las mujeres afrodescendientes. En un hospital una mujer negra que está dando a luz corre el riesgo de ser maltratada por el personal médico; en su comunidad la cuidan hasta en el posparto con baños de guayabo, nacedera, cáscara de guamo con hojas y matranco.
Es necesario aplaudir los esfuerzos de las personas afrodescendientes por cuidar desde un sentido de comunidad del otre y mantener vivas sus prácticas medicinales ancestrales. A la vez que nxs preguntamos por las prácticas científicas manejadas por una élite blanca y adinerada que desprecia la medicina alternativa, pero que se niega para un extenso número de personas afrodescendientes y racializadas en cada rincón del globo.
Carolina Rodríguez Mayo
Egresada de Literatura con opción en Filosófia de la Universidad de los Andes. Especialista en Comunicación Multimedia de la Universidad Sergio Arboleda. Colombiana de Bogotá. Feminista interseccional y defensora de las preguntas como primer paso al conocimiento. Escribir poesía es lo único que me reconforta. Todo lo demás que escribo es una invitación al diálogo. Viajera, fashionista, cinéfila y amante de la buena comida.
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