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jueves, octubre 3

Miedos y culpa femenina

Foto de Ralph Rabago de Pexels

Renuncio a la culpa, me atrevo a ser libre, a usar mi voz, mi poder y mis talentos.

Solo las mujeres que no han sentido el impulso de salirse del molde que la sociedad ha creado para ellas, son las que no  han llegado a sentir la culpa irracional por aventurarse a tomar las riendas de su vida; sin embargo, me atrevería a decir que todas las mujeres en algún momento de nuestra existencia hemos deseado actuar de una forma totalmente diferente a la que se espera de nosotras y simplemente, con solo pensarlo, nuestro cuerpo se empieza a sumergir en un mar de miedos y frustraciones. 

Todas las sociedades que han sido exitosamente influenciadas por el patriarcado se han encargado de situarnos a las mujeres en espacios alejados de las zonas de poder y éxito, desde pequeñas aprendemos a permanecer cegadas y silenciadas, nos enseñan a normalizar diversos comportamientos, imágenes e ideas, que solo representan una versión sometida y disminuida de nosotras.

Algunas familias están tan adaptadas a este funcionamiento de la humanidad, que continúan perpetuando roles de género totalmente dañinos; crecemos con barreras mentales y miedos heredados que impiden un desarrollo libre de nuestra identidad, desde casa aprendemos a ser reprimidas, por ello cuando tomamos la decisión de seguir nuestros sueños y proyectos, inmediatamente esta motivación se entrelaza con la culpa, que nace del miedo a salirnos de los moldes familiares y  fracasar. Adriana Rich nos menciona que “la culpa es una de las armas más poderosas de control social sobre las mujeres y ninguna de nosotras puede ser absolutamente inmune” es claro que muchos de los entornos que habitamos desde muy jóvenes nos llevan a ella.

Por aquel motivo, algunas mujeres vamos por la vida empequeñecidas, con miedo a resaltar en diferentes entornos, estudiantiles o laborales, con temor a usar nuestra voz, a levantar la mano, a mostrar que merecemos un espacio en este mundo; a algunas nos han entrenado de forma tan impecable que inconscientemente le sedemos los mejores a los hombres, dejemos que hablen, griten, se equivoquen y triunfen con toda libertad, distanciándonos de vivir aquellas experiencias, las cuales son de gran importancia, nos ofrecen la oportunidad de retroalimentarnos, crecer y ser una mejor versión cada día, si no las vivimos, permitimos que siempre nos lleven la ventaja.


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Afortunadamente, cada día hay más mujeres que se atreven a seguir sus sueños y a usar su voz en cada lugar que habitan, muchas con el tiempo se convierten en mujeres de éxito, poderosas e influyentes, no obstante, aquellas que se atreven a mostrar sus talentos, son juzgadas y tildadas de demasiado egocéntricas, defecto exclusivo en mujeres; la sociedad está totalmente acostumbrada a que los hombres ostenten sus logros, sin embargo, nosotras apenas estamos aprendiendo a sobresalir, por ello se aprovechan, nos infunden culpabilidades, con el fin de devolvernos a la nimiedad.

Vivir en una época contemporánea, donde cada vez está un poco más normalizado vernos en los contextos estudiantiles y labores, no ha impedido que muchas mujeres se enfrenten a la dualidad de modernas y tradicionales, cumpliendo con obligaciones laborales, así mismo, con un rol de amas de casa, la cual impide un real desarrollo personal, Marcela Lagarde, en su libro: “Claves feministas para la autoestima de las mujeres” nos explica que esta “doble vida implica, también, marcas de ruptura identitaria y exige la capacidad de reaccionar ante identidades asignadas diversas y contradictorias, cargas de expectativas que se entrecruzan y chocan. Crisis y conflictos de identidad desgarradores expresa escisión; sin embargo, las mujeres interpretan desde otras visiones como errores, incapacidad, fallas. Se sienten fallidas cuando incumplen por falta de tiempo, por saturación, por tensión y son descalificadas como inadecuadas. Como locas”.

Las mujeres tendemos a postergar nuestros sueños y proyectos, solo los mostramos al mundo cuando estamos totalmente seguras de que están en la máxima cercanía con la perfección, los juicios nos atemorizan, y es comprensible porque en nosotras son  implacables. Vivimos en un constante conflicto entre querer ser exitosas, pero no sentirnos lo suficiente buenas para serlo. Liliana Mizhari, en su libro: “Las mujeres y la culpa” nos revela que “El miedo a la culpa se expresa de manera organizada a través de una lógica sacrificial que nos induce a demoramos, postergarnos e inmolarnos. Se instala el “no puedo”, “no debo”, “no tengo derecho”, “no tengo tiempo”, “no tengo capacidad”, “soy chica”, “soy grande”, “soy fea”, “soy tonta”, “mis hijos”, “mi marido”, “mis padres”, “ahora no”, “la situación económica”, “el país”…, se construye la estructura fundante de las mujeres como seres-postergados”. 

Aunque a la sociedad le falta mucho por avanzar, demasiados estereotipos por eliminar y a las mujeres grandes barreras por derribar, y más las que hacemos parte de comunidades históricamente oprimidas, no hay que olvidar que nuestras antepasadas lucharon con el fin de que ahora podamos habitar más espacios y tener mejores vidas; no posterguemos nuestros sueños por miedos y culpabilidades impuestas, hagamos uso de nuestra voz y talentos, atrevámonos a luchar por aquellos espacios que merecemos, no se la dejemos fácil, atrevámonos a desarrollar y potenciar nuestra propia existencia.


Bibliografía

Liliana Mizhari (2003). Las mujeres y la culpa.

Marcela Lagarde (2000). Claves feministas para la autoestima de las mujeres.


Eliza Ramírez

Administradora de empresas, mercadóloga digital y bloggera de temas raciales y de género.
Instagram: @elizaramirez___
E-mail: Elizaramirezrivas2019@gmail.com



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