jueves, noviembre 21

Cuando la diversidad implica un problema

“Hasta que no reconozcamos

la discriminación racial,

no tenemos espejo”.

Rita Laura Segato

Muchas veces he contado las situaciones de acoso que viví  en las calles de Bariloche, sentía que relatar mi experiencia, era lo único que me daba un poco de alivio, a esa espantosa e indescriptible sensación que me invadía, sensación que con el tiempo y otros episodios de acoso, empezó a transformarse en miedo. Un miedo que termino con mi seguridad y confianza para actuar o hablar. 

Sentía que cuando compartía con otras personas lo que me había sucedido, estaba denunciando a los hombres que en su momento, me habían perseguido o acosado y no estaba callando algo que me hacía daño, que me lastimaba, me generaba miedo e inseguridad; era mi forma de denunciar el racismo y discriminación que me era manifiesto en cada situación de acoso que viví.  Entre invierno de 2011 y febrero de 2012 en distintos lugares de la ciudad; en una parada de colectivo, en una plaza, en una calle simplemente caminando o esperando alguna amiga, sucedió que al pasar uno o varios hombres en sus automóviles, ofrecían con excesiva amabilidad acercarme algún lugar o acompañarme, ante mi negativa o mi actitud de indiferencia a ellos y a lo que me decían; sus siguientes palabras llegaban cargadas de furia, insultos, algunos gritaban que no me arrepentiría de aceptar su compañía y cosas de ese tipo, que los hace sentir machos y dueños del mundo como de todo lo que desean. Yo ahí parada con miedo bajo la lluvia o en el frío de la nevada de invierno, tuve que esperar a que se retiraran, a que se cansaran de esperar una respuesta que nunca les llegaría. Muchas veces espere paralizada por miedo…

A muchas personas les contaba espantada lo que me había sucedido, la mayoría reaccionaba muy sorprendida y me preguntaban ¿eso te sucedió aquí en Bariloche? ¿Pero cuando? ¿Era de día? ¿Pero porque estabas sola? Otros me aconsejaban que debiera comprarme un auto y así no caminar o esperar el colectivo. Aun me sigo preguntando ¿Un auto nos salvaría a las mujeres del acoso y la violencia machista que vivimos en las calles?, todas conocemos esta respuesta.

En algunos casos después de escuchar mi desesperado relato, no se hicieron esperar los comentarios como este; lo que pasa es que en el Bariloche center (edificio ubicado en el centro de la ciudad), residen ahí lagunas mujeres Afrodescendientes de distintas nacionalidades que ejercen la prostitución y debe ser por eso que estos hombres se te acercan y te hablan de la manera que lo hacen. Siempre a quienes hacían este tipo de comentarios les pregunte ¿Una mujer que  ejerce la prostitución, puede ser abordada, acosada, insultada y perseguida? ¿Acaso los hombres son dueños de su cuerpo?

Escuchando a la antropóloga Rita Segato, en el programa palabra de mujer. N una entrevista realizada por Roxana Hidalgo, en la que habla sobre el tema; Cuerpo, territorios y soberanía: violencia contra las mujeres. Quiero rescatar los aportes de la autora sobre las relaciones de poder. “Es importantísimo situar todas las violencias y la violencia de genero también en la fase histórica y ver como se expresa el poder, porque la relación de género es primeramente un lenguaje de poder; es una relación de poder”.

Rita Segato enfatiza que para hacer un análisis de violencia de género, debe estar enmarcada en el contexto histórico que vivimos ya que todos los aspectos políticos, económicos, sociales y culturales están vinculados y en esta fase del capital que vivimos; es un mundo de dueño y el poder se expresa actualmente como “Dueñidad”, es señorío sobre un cuerpo, la presión por ejercer poder, porque esta es la forma de expresar el poder en la época que vivimos, debido a la concentración de la riqueza en manos de unos cuantos, representa lo que en el momento se vive como una economía de dueños; dueños de la vida y de la muerte. Estamos en una fase en que esa Dueñidad, se expresa en lo que le pasa al cuerpo de las mujeres cuando estas desobedecen el mandato patriarcal. “Dueñidad es la forma extrema del patriarcado”, de todas las desobediencias, inclusive la desobediencia racial que es sentida como un desacato; todo lo que amenaza, todo lo que diverge del modelo de ese sujeto dueño. 

Las veces que fui acosada, perseguida e insultada por distintos hombres que intentaron demostrar su Dueñidad sobre mí, como si mi cuerpo fuera un objeto o elemento al que se puede acceder y usar. Mi cuerpo visto como extraño, que rompía con los modelos establecidos en esta ciudad, mi cuerpo de un color y de origen distinto a los predominantes del lugar y sobre todo me atrevía a caminar sola, a esperar un colectivo sola, lo que se muestra como una desobediencia y desafío a lo establecido por esta sociedad machista que nos rodea y que tiene instalado, que una mujer sola no debe caminar o viajar y si es una mujer afrodescendiente y migrante, corre más riesgos. Y lo que he hecho y sigo haciendo es romper con el mandato y modelos establecidos.

En 2019 cuando Flor Urrutia y Cristian Gómez Aguilar, junto a su equipo de producción, me proponen contar frente a las cámaras lo sucedido años atrás; lo dudé un poco, pero después, pensé que era una buena forma de contar algunas de las manifestaciones de las relaciones de poder que existen y como la violencia de género que vivimos permanentemente la mujeres, la desigualdad, el atropello, da cuenta de ese poder y esa “Dueñidad como forma extrema del patriarcado”.

El formato video minuto “un cuerpo extraño” de forma muy resumida cuenta mi historia acá en Bariloche, pero también sé que es la historia de muchas mujeres en el mundo. 

“Un cuerpo extraño”



Margleinis Mosquera Cuesta

Afrocolombiana viviendo en Baricloche (Argentina).

Docente.



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