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sábado, julio 27

Parar, para avanzar…!

Photo by Sash Margrie Hunt on Unsplash

a pesar de usted
mañana ha de ser
otro día

daría tanto por ver
el jardín florecer
como usted no quería

cuánto se va a amargar
viendo al día asomar
sin pedirle licencia

cómo voy a reír
que el día ha de venir
antes de lo que usted piensa

Chico Buarque

Soy mujer, una mujer afrodescendiente, una mujer afrodescendiente latinoamericana, una mujer afrodescendiente latinoamericana y colombiana. Mi país afronta desde hace 7 días un paro nacional con marchas multitudinarias en contra de la forma de ejercer el poder del mandatario electo democráticamente hace apenas 15 meses. Cuando digo mi país quisiera hablar por los 44 millones de colombianos que habitamos este territorio, sin embargo no es ese el caso; me refiero a los que salimos cada día respondiendo a las convocatorias con valentía, a expresar legítima y pacíficamente nuestras inconformidades por el recorte del presupuesto de la educación y el uso de los recursos destinados para la misma para pagar deudas de la nación entre otras medidas adoptadas por el presidente y su gabinete . En este contexto me he preguntado cada día que podía contarles que fuera relevante, que les transmitiera un poco del sentir que me atraviesa, de los ojos de mujer que me convocan hoy a escribir, este es pues mi intento de ordenar las ideas que arden hoy en mi cabeza con dolor en mi útero que como hermosa coincidencia se sincronizó para empezar a sangrar el mismo día que empezó el paro.

La protesta se ha realizado de manera pacífica en un porcentaje mayoritario, ha habido personas que han salido a protestar de manera violenta creyendo que esa es la única forma de hacerse oír, hemos enfrentado saboteo por parte de entes interesados en deslegitimar la protesta sembrando terror y caos con desinformación, entre ambos extremos estamos el resto, resistiendo con música, arte, consignas de reivindicación, cacerolas y nuestros cuerpos. Ha habido heridos y muertos, algunos de los que protestaban y otros de la fuerza pública, todos los puso el pueblo. (Quisiera incrustar aquí una palabra o una expresión que pudiera transmitirles el silencio interno y la desolación que se siente dentro ante esta realidad, las invito a una pausa en la lectura como ejercicio de acompañamiento, nos hace falta toda la luz que puedan enviar).

Pertenezco además a una universidad pública, de ahí que mis intereses y preocupaciones vitales se vean atravesados por la construcción de universidad que he interiorizado. Dentro  de la universidad hay un colectivo de Afrodescendientes al que me he vinculado de forma reciente; desde ese espacio se han acompañado las marchas y reivindicaciones sociales. En el marco de las mismas, han aflorado las ideologías de discriminación racial y estigmatización del pueblo afro. Entre estos, fue notoria una caricatura del ilustrador colombiano Matador en la que se retrata a dos personas afros cargando un televisor presuntamente robado durante las protestas ( los medios de comunicación transmitieron saqueos en las zonas marginales de Cali el ilustrador vio lo que quiso) es así como el pueblo afro vuelve a ser el centro del estigma y la discriminación. Hay dos formas de ver la caricatura, en ambas es un llamado a la reflexión sobre los procesos comunitarios y la visibilización del pueblo afro. El texto que acompaña la viñeta es “pronto, vamos a conectarlo a ver si salimos en el noticiero”, dejando de manifiesto una visibilización del pueblo afro como vándalos, pobres, ladrones y estúpidos, un “humor” que no hace reír pero que sí mata; por otro lado pareciera que esta fuera la única forma de que el pueblo afro con sus demandas luchas y arengas salga en los medios de comunicación; artistas y grupos musicales como ChoQuibTown han expresado su apoyo al paro, sin embargo no se ha visibilizado este tipo de expresiones y reivindicaciones, una vez más la lucha de los pueblos queda mediatizada en un cuadrito a blanco y negro que logra polarizarnos distrayéndonos de lo que nos convoca que no es, claro está, la diseminación del odio ni la profundización de las brechas sociales en los imaginarios colectivos; como si el dolor no fuese ya  a desbordarse con la muerte reciente de un estudiante que protestaba de forma pacífica cuando fue herido por el Esmad y las esperanzas empezaran a palidecer, en medio de una asamblea estudiantil uno los representantes se refirió a algunas de las compañeras del colectivo como “esclavas hijueputas” al estas manifestar sus posturas con respecto al paro. Es curioso, por lo menos para mí, que los insultos en este país tengan siempre esa apelación a lo femenino “hijueputa” “malparido” “marica” ejerciendo una violencia instalada en y desde el lenguaje. Todavía más curioso es que nos sigan diciendo que no es necesario asociarnos, que no tenemos nada que reclamar como pueblo afro, que son ganas de “joder” en la universidad, que quieren hacer colectivo por todo etc. Sin embargo la lucha es hoy tan legítima como lo ha sido siempre, la necesidad de asociarnos para reflexionar entorno a las problemáticas que nos convocan en materia de dignidad para los pueblos y cuestiones vitales como la violencia institucionalizada contra la mujer, las condiciones de pobreza del pueblo afro, los asesinatos de líderes y lideresas afros e indígenas sigue vigente, haciendo necesario defender la protesta como recurso legítimo desde el marco del respeto por aquellos y aquellas que según sus intereses individuales o colectivos deciden participar o no, desde mi incipiente pero ya evidente sororidad me uno a las mujeres y demás alternativas de género en sus luchas y reivindicaciones, no para promover el odio, la polarización, la agresión y la violencia que en últimas tanto favorece a las clases que desean perpetuarse en el poder y deslegitimar las luchas de los oprimidos. Desde mi rol como mujer, afro, estudiante, pobre, latina y colombiana reflexiono en torno a la necesidad de seguir resistiendo y construyendo feminismo en el marco de estos espacios de construcción social, asumiendo el feminismo como la posibilidad de un devenir en mujer afro socialmente diferente al estigmatizado históricamente. 

Hace mucho leí un libro de Gabo ( Gabriel García Márquez) “Del amor y otros demonios”, donde nos narra la historia de una mujer que fue criada por personas esclavizadas afrodescendientes asumiendo gran parte de su cultura e identidad, en un momento de la historia el padre la lleva en brazos hacia su cuarto y le explica “que un orden de hombres impera en el mundo”. Es una historia publicada en 1994, lastimosamente sigue vigente en esta Colombia con P mayúscula en la que viven nuestros dirigentes  que todavía tiene que soportar los discursos opresores como el de la senadora María F. Cabal y sus fuerzas letales, el abuso de la fuerza por parte de la policía y Esmad, los silencios de la mayoría, el desprecio y la burla de la minoría privilegiada con sus tres días sin IVA al año, la otra Colombia con C mayúscula de Coraje sigue resistiendo, caminando en la cuerda floja de la esperanza cantando cuando no gritando por el respeto, la sororidad, la justicia, la memoria. Es apenas un murmullo, pero ya no deja dormir.


Natalia Perea Restrepo

Estudiante de psicología

Colombia


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