Después de siglos de lucha feminista, las mujeres entraron en la estructura de poder; mientras tanto, los trastornos alimentarios y las operaciones estéticas aumentan. Las mujeres de Occidente consiguieron cierta igualdad institucional mientras la industrias de maquillaje y pornografía se convierten en una de las más rentables. Las mujeres tienen ahora más dinero, poder y reconocimiento legal que nunca; sin embargo, en términos de nuestro físico hemos retrocedido en derechos y nos hemos condenado a la esclavitud estética.
Cuantos más avances legales y materiales han atravesado las mujeres, más rigurosas y duras han sido las imágenes de la belleza femenina. Prácticamente todas las mujeres están insatisfechas con su cuerpo. Algo siempre es demasiado grande o demasiado pequeño. Demasiado delgado o demasiado gordo. Demasiado corto o demasiado largo. Son muchas las imposiciones físicas que se nos impone como mujeres hasta el punto que deja de ser saludable y real.
Estamos bombardeadas con imágenes retocadas de mujeres con un físico “perfecto”, es decir, correspondiente a los cánones de belleza actuales. Las vemos en la tele, las redes sociales, las revistas, anuncios por la calle, videos musicales y en los maniquíes de talla 0 de las tiendas. Estas imágenes no solo estan retocadas sino que suelen ser protagonizadas por mujer desnutridas y con un peso muy por debajo de la media. Crecemos adoctrinadas con estas imágenes, de adolescentes nos comparamos con ellas y crecemos repletas de inseguridades. Nos obsesionamos con nuestro físico, nos pasamos horas delante del espejo y nos gastamos enormes cantidades de dinero en tratamientos estéticos.
Todxs queremos ser bellxs y sexualmente deseadxs. No obstante, la belleza es un imperativo para las mujeres y no para los hombres. Las mujeres son valoradas según su aspecto y su cuerpo es para ella su identidad. La obsesión social por la belleza parte del hecho de que la mujer es un ser incompleto que sólo se completará cuando encuentre a su marido y su família. El cuerpo será el arma para seducir al hombre y por lo tanto su escape a la humanidad.
La sociedad patriarcal te reduce a tu físico. Basamos nuestra estima en la atracción que sienten los hombres hacia nosotras y la envidia de otras mujeres hacia nuestra persona. Nuestra belleza no nos pertenece. Estamos constantemente expuestas y juzgadas en vez de ser determinadas por nuestro intelecto, nuestra cultura, nuestra personalidad o habilidades al contrario que el hombre. La belleza, no obstante, no va sobre las mujeres, va sobre las instituciones masculinas y el poder institucional.
Esta obsesión por cánones de belleza tan estrictos, excluyentes y poco saludables, o la imposición de una visión uniforme y reduccionista de la belleza, ha sido creada para mantener la dominancia masculina intacta. Es una expresión de poder en la cual la mujer debe competir por los recursos que el hombre ha apropiado por sí solo y mantener a la mujer en su rol carnal y sexual. En ese sentido la belleza ha sido creada por el patriarcado, la cultura misógina y la economía de mercado.
Desde la Revolución Industrial, las mujeres occidentales de clase media han sido controladas tanto por ideales y estereotipos como por limitaciones materiales. Una vez las mujeres se libraron de la religión, la vida doméstica, etcétera, usando ideas sobre la belleza se reconstruyó un mundo femenino alternativo con sus propias leyes, economía, religión, sexualidad, educación y cultura, cada elemento tan represivo como cualquiera que había existido antes. La belleza también se utiliza como un sistema meritocrático y se cree que con esfuerzo, dinero y perseverancia llegaremos a los ideales que queremos sin entender que nunca llegaremos al cuerpo perfecto. Así es como las empresas de maquillaje, la industria de cirugía estética así como los negocios de dietas se benefician y enriquecen con esta obsesión.
A veces este afán para encajar en esa determinada imagen puede derivar en efectos destructivos. De hecho estamos ante una epidemia de anorexia y bulimia donde entre el 90 y 95% de pacientes son mujeres. Estos estándares estéticos poco reales nos enloquecen y destruyen. Muchas mujeres nos obsesionamos con la comida, nos privamos de alimentos hipercalóricos, hacemos ejercicios constantemente, bebemos grandes cantidades de agua y restringimos nuestra ingesta entre otros. Muchas mujeres comen para sobrevivir y no por placer y todo para ser más bellas y atractivas. Las mujeres jóvenes que aún no han creado su identidad ni su autoestima interiorizan todas estas imágenes que reciben constantentemente, se comparan y se infravaloran. Hay jóvenes inestables y vulnerables a esas imágenes que asimilan este mensaje y se miden a sí mismas en valores que no cumplen.
Vivimos en una sociedad donde se hace un intenso culto al cuerpo cuando en realidad es un simple trozo de carne. Vemos a nuestro cuerpo como un objeto con el no tenemos una relación afectiva sino que lo usamos como un instrumento funcional. En vez de empujarnos a aceptarnos y querernos, a ver el cuerpo como materia sin importancia y valorarlos según nuestro interior, criminalizamos al cuerpo y a las imperfecciones. La presión que se mete en nuestros cuerpos es otra forma de opresión. Es una falacia concebir toda nuestra esencia a la estética y reducir nuestra existencia a nuestro cuerpo. Somos mucho más que nuestra materia física y determinarse según nuestro cuerpo es un error. El cuerpo es nuestro límite y el soporte de nuestro verdadero ser.
El maquillaje o la ropa son formas de expresión. Es arte y no debemos suprimirlos sino cambiarlos. Debemos ser más inclusivos y sostenibles. Como individuos conscientes y racionales no debemos dejar de arreglarnos sino ser conscientes de porqué lo hacemos y no seguir las normas de un género determinado. Debemos ser consciente de nuestra persona y jugar con nuestro cuerpo. Debemos querernos y aceptarnos así como poder expresarnos libremente independientemente de nuestro sexo.
Lara Dias Santos
Estudiante de filosofía, política y economía en Barcelona, escritora y activista.
Barcelona
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