Gracias a la encuesta Intercensal del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) realizada en 2015, se pudo ver en en números algo que ya sabíamos: en México existen aproximadamente 1.4 millones de afromexicanos, de los cuales el 51 por ciento son mujeres, es decir, en México existen 705 mil mujeres negras.
A pesar de la cifra anterior, las políticas públicas respecto a las mujeres indígenas y afrodescendientes son casi nulas, ya que se observa una tendencia en varios sectores estatales de invisibilizar a las mujeres afrodescendientes en el diseño de políticas nacionales.
Pero, ¿por qué se requieren de leyes y políticas públicas específicas para las afromexicanas? Porque, además de todo lo que conlleva ser mujer en nuestro país, se añade la invisibilización , las mujeres negras no existen para El Estado mexicano. Un claro ejemplo es el porcentaje de analfabetismo en mujeres afromexicanas de 15 años en adelante, o sea, el 8.4 por ciento de la población afromexicana. De acuerdo con datos de la población afrodescendiente del Instituto Nacional de las Mujeres, esta cifra se encuentra arriba del promedio nacional de mujeres, que es del 6.5 por ciento.
Las mujeres afromexicanas están expuestas a mayor vulnerabilidad, ya que, aunque la violencia de género nos abarca a todas, el racismo genera matices: mayor exposición a la trata de personas, a las redes explotación sexual y de narcotráfico en las que son las principales afectadas, como menciona Wheterborn en una entrevista.
Si bien es cierto, en los últimos años se han hecho pequeños esfuerzos para que haya igualdad entre hombres y mujeres, considero que se ha dejado de ver las particularidades de los grupos que conformamos a las mujeres. En las últimas décadas, se observó un importante progreso en alfabetización en general en América Latina y el Caribe; sin embargo, esto no significa que haya aumentado el número de personas con acceso a la educación a nivel superior, México ocupa el tercer lugar con mayor tasa de abandono de escuela secundaria, lo que quiere decir que todavía hay un gran número de personas que no pueden llegar a estudiar una carrera universitaria. Estas personas son en su mayoría afromexicanas o indígenas que viven en zonas rurales, como señalan los datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), el estado de Guerrero es el estado con mayor rezago educativo, el cual también es uno de los lugares con mayor población afromexicana.
El analfabetismo nos da un panorama más claro de las desventajas que enfrentan las poblaciones afromexicanas para el ejercicio de sus derechos. El no poder acceder a la educación refleja el abandono que han sufrido los pueblos negros a lo largo de la historia de México.
Las desigualdades en el acceso, permanencia y culminación de la escuela por parte de las niñas afromexicanas ocasiona que éstas no puedan generar las competencias necesarias en el ámbito social, económico y político en el que son discriminadas. Asimismo, en los espacios de poder y toma de decisiones son escasos los ejemplos de mujeres afromexicanas. Si se quiere llegar a la equidad de género con igualdad de oportunidades, debemos de ver la diversidad de los grupos qué hay dentro de las mujeres. Pensar en ellas como un grupo homogéneo nos aleja de un país en el que todas podamos acceder a los mismos derechos.
Las mujeres afromexicanas estamos haciendo nuestra parte, luchando por no seguir siendo excluidas, queremos contar y ser tomadas en cuenta en las decisiones de nuestro país.
María Celeste Sánchez Sugía
Licenciada en Psicología por la Universidad Nacional Autónoma de México, se especializa en el área de neurociencias y actualmente es estudiante de doctorado en ciencias biomédicas en el Instituto de Fisiología Celular. Colabora con las asociaciones Pozo de Vida A. C. y Dreams en la prevención y detección de abuso sexual con niñas y niños en espera de deportación como parte del programa de detección de víctimas de trata. Se reconoce como afromexicana, y considera que es de vital importancia trabajar por una sociedad justa en la que todas las diferencias sean un puente para el enriquecimiento intercultural.
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