Este texto surge del interés por (re) pensar la identidad de la mujer negra en el periodo virreinal. El análisis es a partir de diferentes escritos de los siglos XVII y XVIII, junto con la representación visual de la llamada Pintura de castas.
La pintura de castas fue un fenómeno artístico que se desarrolló principalmente en la Nueva España. Las pinturas eran, en parte, producto de la Ilustración e intentaban representar las muchas castas que dividían la sociedad pluriétnica que existía en el Nuevo Mundo. (1)
Esta pintura realmente NO reflejaba los ideales de la sociedad ante la comunidad afrodescendiente mexicana. La creación de estas obras en el periodo virreinal, se dice que era para mostrar a los extranjeros la diversidad entre las parejas de “raza” mixta y la población multiétnica del virreinato de la Nueva España. Por eso considero importante hacer un análisis desde la sobriedad que se ocultaba cuando se relaciona la negritud con lo mágico y maligno, dejando a un lado el contexto de vida cotidiana que según buscaban reflejar.
Estas pinturas, que tuvieron un gran auge durante el siglo XVIII, normalmente muestran escenas de vida cotidiana y se reflejan tipos de familia que podían existir durante este periodo en el virreinato.
Pongámonos en el contexto de que en Europa, el racismo pseudocientífico generado por el intenso comercio de esclavos africanos durante el siglo XVIII fue apoyado por algunas ideas de la escuela del racionalismo basadas en la superioridad de algunas razas sobre otras. Esto promovió nuevas ideas negativas sobre los africanos y justificó su explotación junto al tráfico inhumano que tuvo su apogeo a partir de ese momento. Sin embargo, cuando estas ideas fueron traídas a América, la mezcla de etnias ya era una realidad innegable en México.(1)
Se puede asumir entonces,que había diferentes maneras de verlo, y parece que no todos se habían guiado en base a lo que se había dicho en Europa sobre las personas de ascendencia africana. Esto se podría pensar cómo toda una renovación social que surgió con estas nuevas organizaciones familiares, que implicaron la unión de personas socialmente relegados con aquellos que nunca lo estuvieron.
La presencia de la mujer africana en la Nueva España:
Las diferencias resaltaban en los ámbitos sociales de las mujeres afrodescendientes, ya que, según las reglas estrictas de la sociedad del siglo XVIII alteraban el orden moral. Su comportamiento atrajo a diversos cronistas que visitaron la Ciudad de México entre el siglo XVII y XVIII, quienes en su mayoría se escandalizaron con sus costumbres y sus cuerpos.
Por otra parte, su presencia era notable, ya que se calcula que alrededor de 250.000 africanos fueron introducidos en la Nueva España, de los cuales aproximadamente 80,000 eran mujeres. Esta cifra no incluye a quienes nacieron en territorio mexicano. Los números revelados por los investigadores de este tema demuestran que en la segunda mitad del siglo XVI y en las primeras décadas del XVII, México fue el país hispano que recibió el mayor número de africanos. (2)
En el siglo XVIII existían ordenanzas que establecieron limitaciones en la comunidad africana por su pasado esclavista, sin embargo, las relaciones sociales que lograron iniciar con otros sectores de la población les abrió la posibilidad de nuevas oportunidades. Algunos de ellos obtuvieron trabajo como maestros y otros acceso a condiciones económicas que fueron en cierta medida ventajosas, principalmente a través del matrimonio.
Por otra parte, esta libertad se consiguió por diferentes medios. Debido a que la esclavitud se transmitía a través de la madre, muchos esclavos varones se involucraron en sociedades domésticas, legítimas e ilegítimas, con mujeres indígenas para que sus hijos no fueran esclavos. El caso de las esclavas fue entablar relaciones con españoles o estadounidenses, logrando en ciertos casos el reconocimiento de sus hijos por parte de los padres de los niños, quienes frecuentemente les concedían la libertad.(3)
(…) La mayor parte de esas mozas son esclavas, o lo han sido, y el amor les ha dado la libertad para encadenar las almas y sujetarlas al yugo del pecado y del demonio. Las relaciones cercanas y afectivas que se desarrollaron entre amos y esclavos, especialmente en entornos urbanos, llevaron a muchos amos a otorgar libertad a sus esclavos, fundamentalmente a mujeres que los habían amamantado o criado (…) También era común que los esclavos compraran su libertad después de años de servicio.(4)
A pesar de su lucha por la libertad, continuaban siendo desplazadas. El papel de estas mujeres que expresaban sus raíces africanas en la sociedad, siempre caía dentro del estereotipo de manifestaciones “diabólicas”, un pensamiento que fue conservado durante mucho tiempo. Esto se sabe a través de una leyenda que se contaba entre las personas de la Nueva España:
(…) La Mulata era una bruja, una hechicera, que había hecho pacto con el diablo, quien la visitaba todas las noches, pues muchos vecinos aseguraban que al pasar a las doce por su casa, habían visto que por las rendijas de las ventas y de las puertas salir una luz siniestra, como si por dentro un poderoso incendio devorara aquella habitación (….) (5)
Esta cita retrata a una mujer afrodescendiente cuyo cuerpo pertenecía al diablo porque no correspondía a los halagos de los hombres en España y la Nueva España. Este tipo de texto nos revela una idea de cómo eran percibidas, siempre asociando su imagen a la seducción por influencia del “demonio”, en consecuencia, el color de su piel fue asociado al mal.
El lenguaje de la vestimenta:
Según el análisis de ropa de narraciones de la época del siglo XVIII había diversas telas que se usaron en la población virreinal. Las mujeres de ascendencia africana solían llevar una camisa de lino blanco con mangas completas hasta el codo y tenían un manto completo en lugar de un rebozo. Por otra parte, la recopilación de leyes de las indias demuestra que tenían restricciones en los accesorios que podían llevar.
En la obra de arte que estamos analizando, se ve que la pareja de la mujer es un español. Si vemos los accesorios de la mujer, son congruentes con los escritos de la época, que nos cuentan:
“ninguna negra, libre o esclava, ni mulata traiga oro, perlas, ni seda; pero si la negra o mulata libre fuese casada con español, pueda traer unos zarcillos de oro, con perlas y una gargantilla y en la saya un ribete de terciopelo y no puedan traer, ni traigan mantos de burato, ni otra tela; salvo mantillonas que lleguen poco mas debajo de la cintura, pena de se les quiten, y pierdan las joyas de oro, vestidos de seda y mando, que trajeren.” (6)
El italiano Giovanni Francesco Gemelli Carreri, viajero de aquella época, visitó la Ciudad de México a mediados del siglo XVII, dejando escrita la siguiente observación:
“Las mestizas, mulatas y negras que forman la mayor parte de la población, no pudiendo usar manto, ni vestir a la española y desdeñando el traje de los indios, andan por la ciudad vestidas de un modo extravagante pues llevan una como enagua atravesada sobre la espalda, o en la cabeza a manera de manto, que las hacer otros tantos diablos…” (7)
Durante el mismo siglo, el dominico Thomas Gage describió la llamativa forma de vestir de los novohispanos, y se escandalizó de que las africanas, incluso las esclavas, portaran joyas. Dedicó una amplia observación a su atuendo, pero también a la forma poco recatada de su porte e alusiones sobre su “indecorosa” conducta. Señalaba que estos comportamientos hacían que los varones españoles dejaran a sus esposas:
«Hasta las negras y las esclavas atezadas tienen sus joyas, y no hay una que salga sin su collar y brazaletes o pulseras de perlas, y sus pendientes con alguna piedra preciosa. El vestido y atavío de las negras y las mulatas es tan lascivo y sus ademanes y donaire tan embelezadores, que hay muchos españoles, aun entre los de la primera clase, propensos de suyo a la lujuria que por ellas dejan a sus mujeres…» (8)
Estos escritos acerca de sus vestimentas y accesorios reflejan los ideales de supremacía que continuaban dentro del territorio. Se trataba de una opresión social perversa, ya que irónicamente se volvieron culpables por el exotismo que se les impregno en sus pieles, acusándolas de ser quienes provocaban a los hombres.
En conclusión, el anterior recorrido es solo un breve acercamiento sobre las mujeres negras del siglo XVIII. No es gratuito que actualmente muchos discursos de poder sobre el feminismo negro y el diálogo antirracista provengan de esa historia llena de represiones. El cuerpo de la mujer negra durante largo tiempo giró en torno a su mutilación que se repartió en pedazos llenos de estereotipos del pasado. Actualmente en México existen alrededor de 840,000 mujeres que se reconocen como afromexicanas, continúan una lucha ante las miradas que las juzgan por tener el cabello afro, ante el machismo, la misoginia; sobre todo, hay una resistencia que ha continuado durante cuatro siglos ante un mundo que ha intentado blanquearlas para caber en sus estándares de belleza.
1 Maria Elisa Velazquez Gutierrez, Mujeres de origen africano en la capital novohispana, siglos XVII y XVIII. (Mexico: Instituto Nacional de Antropología e Historia: UNAM, 2006) 327.
2 Velázquez Gutiérrez, Mujeres de origen africano en la capital novohispana siglos XVII y XVIII,122.
3 Cfr: Velázquez Gutiérrez, Mujeres de origen africano en la capital novohispana siglos XVII y XVIII, 156.4
4 Tomas Gage, Nuevo reconocimiento de las Indias Occidentales (México: FCE, 1982) 180-182.
5 Luis González Obregón, «La mulata de Cordoba» en Las calles de México (México: IbnKhaldun, 1922) 170-189. 6
6 Recopilación de las leyes de los Reynos de Las Indias de 1681, trad. Consejo de la Hispanidad (Madrid: Grafizas Ultra: 1943) citado en: Velázquez Gutiérrez, Mujeres de origen africano en la capital novohispana siglos XVII y XVIII, 7
7 Gemelli Carreri, Giovanni Francesco, Viaje a la Nueva España, trad. Jose Maria Agreda y Sanchez.(Mexico: Sociedad de Bibliofilos Mexicanos, s/f), 87
8 Cfr. Thomas Gage, Nuevo Reconocimiento de las Indias Occidentales, trad. Elisa Ramirez. (México: FCE, 1982), 180-181.
Elizeth Urmeer
Estudio Historia del arte en la Universidad Iberoamericana en la CDMX, hice un grado de arte en la Universidad Complutense de Madrid, tengo experiencia en el campo de curaduría de arte contemporáneo en México y mi linea de investigación se centra en los estudios de África y el Caribe dentro del arte y moda.
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