miércoles, diciembre 4

Estoy bien, gracias

No es raro que haya personas que nos mandan ánimo, cuando expresamos públicamente opiniones ligadas al racismo. Sin embargo, el racismo no es una cuestión de que yo esté bien o  mal (que ojo,  hay quien, por todo lo que vais a leer, no se encuentra nada bien), sino de la vigencia de un sistema que condena a millones de seres a ser otrxs, LXS OTRXS. No se trata de que yo no pueda sonreír, sino de que haya personas que ni  estudian ni puedan acceder a su historia por estar enterrada, que existan cárceles para gente cuyo único “delito” es migrar o que desde bien jóvenes, entendamos que, en general, raza y clase siguen yendo de la mano.

El racismo no nace cuando yo empiezo a quejarme o a denunciar a través de mis textos o mis publicaciones en instagram, el racismo es y está. Otra cosa es que para quien cuenta con el privilegio de no padecerlo todo resulte nuevo. Está desde antes de que yo naciera y después, supongo, también estará. El racismo no es que yo te cuente mi vida y que tú sientas que debes defenderte o defender tu patria, respondiéndome que a ti un día te tocaron el pelo cuando estabas haciendo TURISMO y visitaste a una TRIBU de África. Sin comprender que hacer turismo es un lujo nada comparable a la inmigración, que en Europa, no es normal que toquemos el pelo a desconocidos y que tribu es sinónimo de familia extendida. Las connotaciones exóticas, se las das tú. Liberar tu patria de racismo es mucho más patriótico que enconarte en tus posturas.

El racismo no es algo que aparece el día que te llaman negra de mierda en el colegio. El racismo es lo que provoca que alguien, desde pequeña, entienda que ser negra es un insulto y por eso le añada la coletilla.

Que no estemos tristes constantemente no significa que no haya racismo y que nos quejemos no implica que estemos llorando todo el día por las esquinas. Nacemos, crecemos y vivimos a pesar de él.  Muchas veces somos felices, de hecho. La denuncia racista no es un acto de individualismo victimista, es la constatación y verbalización de una desigualdad histórica que tiene consecuencias, porque genera incomodidad, discusiones y enfados. Pero no siempre se entiende, prueba de ello es que en más de una charla , al concluir alguien me ha dicho “pero tú no te puedes quejar , trabajas en televisión”, como si tuviera que dar las gracias por ocupar ciertos espacios , como si no fueran producto de esfuerzos y luchas  de quienes me precedieron y allanaron el camino para que yo también esté. Concebir el racismo como un acto, un hecho o una palabra concreta es no comprender nada. Todo es producto de algo más grande y más antiguo, tanto que no lo podemos ver.

No necesitamos un “bravo”, no quiero abrazos ni aplausos sino reconocimiento y transformación de la realidad racista que con tus palabras minimizas o niegas. A diferencia de lo que muchas personas creen, no sólo no tenemos la piel fina sino que la vida nos ha convertido en paquidermas. Frases como  “el problema es del racista, no tuyo,  tú pasa” están en la misma línea. Puede que el racista rabie pero, de verdad, los damnificados por el sistema racista  hacen algo más que rabiar.

Si contamos anécdotas no es para desahogarnos, puesto que ya venimos desahogadas de casa, sino para que entendáis lo que estamos narrando. No nos consoléis, revisaos.

Y en cuanto a mí, estoy bien, gracias.


Lucía Mbomío

Periodista, actualmente en “Aquí la Tierra” en TVE
Twitter @luciambomio 
Istagram: luciambomio


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