La industria musical es un mundo ajeno para quienes no están inmersos en el, lo único que se sabe desde la exterioridad, es cuan exitoso se puede llegar a ser si con suerte se cuenta. Hablo de suerte ya que el talento en este mundo es abundante, sólo basta con mirar distintas redes sociales y buscar cuentas de artistas emergentes, quienes a través de vídeos caseros y sin un estudio de grabación costosísimo o sin micrófonos especiales y ninguna clase de edición melódica, ponen expuesto su talento y una pasión altruista por un mundo del que conocemos muy poco.
La musicalidad es universal, es genuina y cuando se disfruta es una experiencia religiosa; como diría Enrique Iglesias, pero detrás del regocijo que trae consigo aquellas canciones que nos alegran el alma, dejamos atrás la historia de cada uno de esos artistas quienes admiramos por lo que han logrado. Como negocio la industria musical tiene falencias e intereses que se desprenden del talento y rozan el margen comercial-publicitario, esto se conoce sin necesidad de abordar extensamente en el tema, sólo se necesita escuchar entrevistas de cantantes y bandas quienes han contado el precio, funcionamiento y manejo que la industria realiza en sus artistas para moldearlos hacia la remuneración económica segura.
En el campo afro o negro, la industria también ha contribuido a configurar una imagen, un arquetipo específico de “la música de negros”. Se configuró un ideal para la comunidad negra y una aparte para la comunidad blanca, se ignoraron las raíces y a quienes han creado lo que otros se han apropiado, se deshumanizo al artista y lo convirtió en un producto, y en el caso de las bandas y artistas negros(as), la insensibilidad roza toda clase de discriminación. Pero, ¿qué pasa cuando un artista decide romper con estos ideales? ¿Qué pasa cuando un rapero negro quiere poner una visión más artística musical y visualmente? ¿Qué pasa con una comunidad negra que quiere cantar Country? Un género que se remonta específicamente a Texas y el sur de Estados Unidos, donde la historia está marcada por racismo y una bandera actual que defiende esas atrocidades…
Las anteriores preguntas dan cabida a una reivindicación desde la comunidad afro para demostrarle no sólo a la industria, sino a la sociedad que lo “sabido”, o lo “común” sólo se ha creado para quebrantarse. Los y las artistas negras, ya no quieren pertenecer a una élite que los moldea de la forma en la que otros asumen es la “realidad”, quieren hacer lo que les nace del alma, quieren expresar lo que por mucho tiempo han callado y quieren demostrar de qué están hechos. Esta reivindicación abarca el ámbito musical pero se expande hacia todo contexto socio-cultural inmerso. La adaptación de un artista para la posterior aceptación del público no sólo toma lugar en su música, sino también en su apariencia y desde un contexto moderno me remonto a la época de Lauryn Hill con Los Fugees; y es que en una sociedad donde los rasgos caucásicos siempre han sido preferidos y “más aceptables”, llega esta hermosa vocalista con rastas –no muy largas-, piel oscura, una sonrisa que vale millones y nos cautiva, ¡y de qué manera! Esta mujer le demostró a muchas niñas, en aquella época, que la belleza no es sólo la que muestran revistas o pasarelas lujosas, la belleza también está en una mujer negra que luce orgullosamente un estilo raizal propio y se adueña de él. Eso es una reivindicación muy poderosa, y si se aplica desde un contexto actual, hasta feminista.
Otro ejemplo también lo tiene Alicia Keys, y es que la artista contó en una entrevista cómo al inicio de su carrera fue considerada lesbiana por tener trenzas y ser un “poco brusca”. Estas percepciones no salieron a flote sólo con la cantante, las trenzas tradicionales africanas han sido tema de discusión desde siempre. Algunos las consideras masculinas e incluso algunos artículos estadounidenses las nombraron “trenzas de boxeador”. Keys nunca le dio relevancia a tan absurdas conclusiones pero sí dejó en claro que le afectó emocionalmente. Los estilos tradicionales africanos pueden ser un venta comercial muy rentable para comunidades exteriores, pero cuando se trata de la comunidad negra, se configuran estas percepciones erradas y de por sí, sin sentido.
Aterrizando un poco el tema a una mirada local colombiana, una de las bandas más reconocidas hizo historia precisamente porque no es común ver tres integrantes negros apropiándose de su espacio y sus raíces, y ser socialmente aceptado. Choquibtwon cautivó a miles de personas desde Quibdó, una de las zonas Colombianas más marginadas. Con un canto y un mensaje claro: “¡De donde vengo yo!”. La rapera Mabiland proveniente de Medellín es de las promesas emergentes del momento, una mujer negra abiertamente gay que utiliza sus líricas como liberación, como diatribas y las fusiona con matices de Jazz. Referentes para muchos o algunos, artistas negros y talentosos que seguirán afrontando un flagelo discriminatorio, pero que no les detiene su ganas de expresarse y sus muchas más obras que les queda por crear.
Navegando de nuevo por la escena afroamericana musical, pero ahora desde una perspectiva artísticamente visual se debe reconocer la apropiación y postura que ha tomado Solange desde 2016 con su álbum Seat at the Table. Empezando con un título explícito de una de sus canciones más conocidas: “Don’t Touch My Hair” (No toques mi cabello), Solange no sólo se vuelve un referente de resistencia afro y una activista entre la comunidad musical sino que le apuesta también a unas imágenes visuales artísticas muy genuinas, un sonido R&B fusionado con jazz y soul, y un alma que denuncia constantemente la brutalidad policíaca contra la comunidad negra que resulta tan desbordada y que se incrementa cada vez más.
Por último en esta pequeña ejemplificación de reivindicación musical, termino con Beyoncé y su asombroso álbum y largometraje: Lemonade. Haciendo un pequeño recorrido por su historia, Beyoncé conoció el estrellato con el también famoso trío Destiny’s Child, desde ahí la cantante resaltaba por la majestuosidad de su voz y su emblemática presencia en escena. No tomó mucho tiempo para que se lanzara como solista, y desde ahí su característica voz y sonido han sido sinónimo de éxito. Pero en 2016 con Lemonade, la artista rompió esquemas y superó expectativas. El álbum no sólo logró muy buena crítica sino que también un elogio absoluto de sus fans e incluso de escépticos quienes la posicionaron como una artista “en todo el sentido de la palabra”. Es así como nace este icono, recuerdo bien la primera vez que vi todo el contenido visual, quedé impactada, Beyoncé relata cómo después de descubrir una muy dolorosa situación en su matrimonio queda varada en un limbo emocional. Cada canción tiene un sonido específico diferente, acompañado de matices que reflejan la emocionalidad de cada momento, la melancolía, la duda, el empoderamiento, los momentos de pérdida, el perdón, y finalmente la reconciliación. La artista durante el largometraje relata su experiencia de forma implícita, utiliza la poesía acompaña de visuales para hacer un conjunto artístico asombroso. Para resaltar, en la quinta canción del álbum; Daddys Lessons, Beyoncé le apuesta a un sonido country que resulta impactante, y del que ya mencioné como el género y la comunidad del sur ha excluido durante mucho tiempo a la comunidad negra. De hecho, cuando la artista interpretó el tema en los CMA Awards (Los Country Music Association Awards), la audiencia mostró la desaprobación, alegando que la artista es y debe ser reconocida en “otros escenarios”. Pero Beyoncé no mostró aversión al hecho, hizo su presentación impecablemente y dejó las críticas para quienes aún no aceptan toda la creación musical de la comunidad negra.
En su penúltima canción, hace una oda al amor, con una letra romántica y una serie de imágenes caseras de diferentes parejas. Le abre un espacio a la conversación del amor interracial, el amor de parejas negras, el amor hacia los hijos y sobretodo el amor hacia su raza. Por último, Beyoncé no deja a sus fans con un sabor de boca faltante, culmina con el himno del álbum: Formation. Esta canción es una reivindicación de por sí sola, no sólo habla sutilmente de un empoderamiento desde la mirada de un partido político como las Panteras Negras, sino que también da alusión a cómo la mejor forma de reconocimiento, venganza y absolución es la educación. La artista adopta una posición de activismo muy similar a la de su hermana Solange, ambas ponen en contexto a una nueva generación de artistas negros(as) que quieren ser reconocidos, de una generación que refleja su belleza y se apropia de ella, de hombres y mujeres que no temen a quienes son, y que detrás de toda clase de adversidades ha salido adelante.
Es ése el mensaje culminante de este escrito, la reivindicación afro desde el contexto musical, nace desde el dolor de una comunidad que no busca solo aceptación sino la exaltación de la belleza inmersa en ella. Del orgullo proveniente de pertenecer a una minoría, que deja atrás el dolor para mostrar de lo que están hechos, porque jamás se olvida pero sí se perdona, y esa es precisamente la invitación; a la reflexión, la aceptación y sobretodo, al amor.
Samara Hudgson Llanos
Escritora y artista. Apasionada por la música y el arte. Bogotá, Colombia
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