Laura Mulvey, autora del famoso ensayo «Placer visual y cine narrativo», empezó a utilizar por primera vez el término «mirada masculina» en 1975. Lo empleó para analizar la representación de las mujeres en el cine, aunque también puede aplicarse a la televisión y las artes visuales. El texto sostiene la idea de que el cine retrata a las mujeres como sujetos pasivos que existen para el placer visual del espectador masculino. Básicamente la consecuencia de esta mirada es la objetivización de las mujeres y privarlas de su autonomía sexual.
La mirada masculina es parte de un sistema patriarcal que también es cis y heterosexual. Define quién es deseable y bello, ya que queremos parecernos a los mensajes que nos dan de los medios.
Las mujeres negras y racializadas sufrimos un añadido a esa mirada masculina, el factor racial. Es una mirada blanca.
Este elemento complica esta teoría ya que la raza hace que la experiencia de cosificación sea diferente para una mujer racializada. Aunque todas las mujeres son objetivadas en los medios, la belleza blanca se idealiza y se convierte en canon, creando una escala o jerarquía en la que lo blanco es lo más bello y lo negro lo más feo, con una enorme cantidad de tonos marrones en medio.
Para demasiadas mujeres negras o racializadas es normal sentir que no son bellas porque no son blancas. Cuanto más oscura es su piel, más se alejan del ideal de belleza.
En consecuencia no sorprende que las mujeres racializadas aprendan desde muy jóvenes que para ser atractivas deben esforzarse en parecer más blancas y si no es posible, tiendan a ajustarse al estereotipo que el hombre blanco tiene de las mujeres racializadas: salvaje, hipersexualización, ect.
Al final para las mujeres negras el efecto es tremendamente negativo, ya que actúa en como nos definimos sexualmente y en cómo nos expresamos. Es una bomba para nuestra autoestima.
Las consecuencias son demasiado comunes, demasiado frecuentes. Cuantas veces he tenido que oír de boca de un hombre blanco eso de «siempre he deseado tener sexo con una mujer negra». Convertidas solo en fantasía sexual para satisfacer un momento de placer.
Esto es resultado de la forma en que todavía somos retratadas en los medios de comunicación, que convierten en un espectáculo nuestros atributos físicos y limitan nuestro valor a la sexualidad, en lugar de retratarnos en perfiles más complejos y significativos.
Si analizamos la cantidad de agresiones sexuales que reciben las mujeres racializadas (donde hay datos y censos étnicos para saberlo) vemos que el número que sufrimos es significativamente mayor en proporción a la población.
Siendo definidas sexualmente de esa manera por los medios nos volvemos muy vulnerables al ataque, sobre todo debido a los estereotipos y suposiciones sobre nuestra disponibilidad y apetito sexual. Siempre sonsideradas fáciles, calientes, etc.
Para las mujeres negras y racializadas estos temas no son banales. Nos jugamos nuestra salud mental y nuestra seguridad en la calle. Mientras seamos un mero fetiche para los medios y se siga añadiendo el factor racial a la mirada masculina en los mismos, seremos objeto de más sufrimientos y agresiones.
Hay que cambiarlo y lo cambiaremos.
Ayomide Zuri
Inconformista, luchadora, africana y mujer negra. @ayomidezuri ayomidezuri@gmail.com
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El razonamiento es mucho más antiguo de lo que reflejas. Ya Sartre habla de la objetivación de la mirada en 1945. Es verdad en los dos escalones que recojes, tanto por ser mujer sin más, como el añadido de objetivación que pone la raza. 2 escalones difíciles de superar porque están muy metidas en la cultura, que es donde se puede cambiar las cosas y donde realmente se cambian. Sin embargo la predominancia de la mirada del hombre, una mirada que objetiva especialmente en el sexo no parece sencillamente una dimensión cultural sino constitutiva a nivel biológico de la sexualidad masculina y por tanto un integrante a tener en cuenta porque siempre va a influir en el entramado cultural… ¿qué se hace con eso?