lunes, diciembre 2

Los misóginos van al cielo

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Hace unos días venía reflexionando sobre el poder que tienen las palabras y el lenguaje en la incidencia de la normalización del comportamiento social de la persona. Precisamente una compañera me comentaba que existe una dicotomía cruel en la religión cristiana que alude a que dada la existencia de un infierno destinado a aquellas personas que han sido malvadas, también existía un cielo para quienes habían sido buenas; pero si los malos se arrepentían de serlo -aunque fuese en el último minuto de sus vidas- éstos alcanzarían salvación eterna y su alma no sería condenada a purgar por la eternidad en las calderas y ollas de lava más grandes que Dante conociera.

¿Qué injusto y contradictorio no? Te portas como un ser horrendo toda tu vida y que al final, si en el último momento te arrepientes, tendrás toda una eternidad de gloria infinita.

Pero, ¿será necesario que un ser cargado de misoginia vaya a un cielo –tal premio- del cual no se tiene certeza si existe o no para determinar la impunidad de sus actos y odio? No. Las constantes violaciones a los derechos de las mujeres, inspirados en un profundo odio que incita a la persistencia de la desigualdad no es señalado por la sociedad como negativo, todo lo contrario, se justifica.

Un violador no puede tener un mejor lugar para violar que la sociedad patriarcal. Se libra de toda responsabilidad sobre la víctima, pues la sociedad constantemente está justificando el daño. ¿Por qué te vistes así? ¿Qué hacías a esas horas o en ese lugar? ¿Por qué lo provocaste? Son las preguntas que usualmente la sociedad le hace a las víctimas y siempre con esa intención de eximir de culpa al violador/abusador sexual. Además, aunque existan tipos penales sobre violación en muchos Estados, es un hecho que el machismo está institucionalizado y que muchos de los funcionarios públicos justifican los actos buscando salidas antiéticas y misóginas; un ejemplo claro y actual, es el que hace unos días ocurrió en México, cuando un juez declaraba libre  a un sujeto quien abusó de una chica con el argumento de que ‘él no lo disfrutó’.

Los misóginos pueden ir haciendo ‘humor’ sexista, y siempre habrá quienes lo justifiquen diciendo que sólo son humor los cientos de estereotipos, apologías a la violencia contra las mujeres y otras formas utilizadas para crear tolerancia a esas formas de agredir la vida de ellas.

Para la sociedad misógina es normal que una mujer se vea agredida, es lo usual; por lo tanto si un misógino va por la vida haciéndolo,  pero que si se lo señalas eres una extremista o te pueden comparar hasta con Hitler.

Los misóginos dominan los espacios públicos y semipúblicos, acosan a las mujeres y las agreden de formas diversas pero lo ‘dulcifican’ y justifican llamándole piropo.

Los misóginos pueden matarte en la calle o en cualquier espacio de la vida, pero siempre encontrarán la excusa ideal para echarte a ti la culpa incluso de tu propia muerte, de un feminicidio. Si viajas sola a otro país y te matan, la sociedad lanzará argumentos de odio diciendo: ¿qué hacías sola viajando a otro lugar? ¿Por qué no te hacías acompañar de un hombre?

Los misóginos no necesitan ir al cielo y arrepentirse al último minuto para disfrutar de un paraíso; los misóginos tienen ese lugar en la tierra, en la sociedad patriarcal, pueden hacer y deshacer a su antojo y sus actos van a ser justificados por más bienes jurídicos que el derecho penal les proteja a las víctimas.

Los misóginos también necesitan recordar algo, que ante cualquier sistema de injusticias contra las mujeres siempre habrá quienes reclamen justicia, siempre habrá quienes no les permitirá vivir ese paraíso a plenitud atropellando a las demás personas. La lucha de las mujeres organizada no permitirá más violencia -y donde la haya- así le señalen de extremista, va repudiarla y denunciarla constantemente y será siempre quien le recordará a la sociedad lo sumida que está en una cadena de odio contra las mujeres, aunque lo niegue.

Danny Portillo

 

Danny Portillo

Salvadoreño de 28 años reside en San Slavador. Licenciado en relaciones Internacionales


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