«Venganza».
«Hamas ha abierto las puertas del infierno».
«Oriente Medio va a cambiar para siempre».
Las palabras grandilocuentes de venganza que hemos oído estos días desde las terminales políticas del estado de Israel no han dejado de resonar en todos los medios internacionales.
Desde los terribles atentados del pasado sábado 7 de octubre, hemos asistido a una sucesión de crímenes que parecen llevarnos en un túnel del horror hacía un apocalipsis humanitario de imprevisibles consecuencias.
El estado de Israel se encamina a provocar un desastre que estamos viviendo en directo contra la población palestina de Gaza, sin que ningún gobierno u organismo supranacional haga nada por evitarlo. Solo oímos débiles declaraciones de la ONU, la OMS, y Unión Europea, pero el silencio internacional es vasi total, como la vergüenza que da. Estados Unidos, el único actor con poder real para impedirlo, ha decidido dejar hacer a su aliado israelí, en una decisión sin precedentes que acarreará consecuencias durante décadas. También para Estados Unidos.
Parece todo apuntar a que el Estado de Israel pretende crear un éxodo masivo, una limpieza étnica. Intenta que Egipto no pueda resistir la presión y abra sus puertas a los palestinos de Gaza. Un abandono en masa de la franja haría su anexión al territorio israelí más sencilla, pudiendo conservar la mayoría demográfica de los judíos frente a los árabes, con ese manejo constante del Estado de Israel de la política de hechos consumados.
Hace tiempo que toda el conflicto palestino israelí gira en una interminable aplicación de la ley del talión que tenía que llevarnos a este punto inexorablemente.
Tanto las milicias y grupos palestinos, como el estado de Israel hace décadas que han renunciado a llegar a un acuerdo. Israel y sus ciudadanos (los últimos resultados electorales en el país lo muestran claramente) también han renunciado a la seguridad y la paz, a cambio de expandir su territorio y la expulsión de facto de los palestinos de los territorios ocupados.
Trabajando para la guerra
Lo que más sorprende de este coro de muerte que resuena en las redes estos días, son las pocas voces que abogan por una solución pacífica. La impotencia de estas voces quizás tenga que ver mucho con el clima que vivimos hoy en día en todo el planeta. Un ambiente de polarización donde es un todo o nada constante.
¿Y quien tiene la mayor responsabilidad?
Hamas, como grupo armado y terrorista es responsable de los asesinatos provocados de manera terrible contra israelíes, la mayoría desarmados. Ancianos y niños también. En gran cantidad y de manera indiscriminada y muy cruel. Esto no tiene lugar a dudas.
Ahora bien, lo que suceda a partir de ahora es solo responsabilidad de Israel y la comunidad internacional.
Siempre Israel se autoproclama la única democracia de su entorno. Lo cierto es que el estado hebreo dejó de ser una democracia hace mucho tiempo.
Es cierto que hay votaciones, pero mantiene a millones de personas sin derechos políticos en los territorios ocupados, a sabiendas de que incumple los derechos humanos y los tratados internacionales.
Como democracia autoproclamada, la voluntad del estado de Israel debería ser solucionar este problema, pero ha decidido dejarlo pudrir, con la esperanza de hacer tan imposible la vida a los árabes de la región e inviable la solución de los dos estados.
Jorge Drexler publicaba un comunicado muy duro contra Hamás, hablando de que la organización islamista había puesto en marcha el péndulo del terror, con toda la razón. Dice en un momento del texto que Israel tiene derecho a responder.
Más allá del contexto, del sufrimiento por décadas del pueblo palestino, de la violencia constante de la región, Israel no tiene derecho a la venganza. Los estados democráticos buscan justicia, no venganza. Eso es lo que distingue a una verdadera democracia de los regímenes autoritarios.
La misión del Estado de Israel debería ser buscar, detener y enjuiciar a los instigadores y responsables de los asesinatos de inocentes del sábado pasado. Eso sería lo moral, lo demócrata y asimilable por las personas razonables.
Pero Israel ha decidido vengarse aplicando un castigo colectivo, para resarcir ese sentimiento de rabia, odio y desprecio hacia los palestinos que se ha apoderado de su sociedad. Necesita poner muchos muertos palestinos sobre la mesa para restaurar el orgullo de un pueblo que creía que el sufrimiento solo iba a estar en el otro lado de la valla de Gaza.
Y mientras, las personas que vivimos alejadas de aquella violencia, seguiremos peleándonos y jugando en las redes, animando a la violencia indiscriminada unos o blanqueando la barbarie de una manera irresponsable.
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