En los últimos tiempos se ha visibilizado una forma de violencia contra las mujeres – la violencia vicaria- que consiste en la instrumentalización de los hijos e hijas como arma de ataque contras las mujeres. Si bien es cierto que la consecuencia última y fatal de este tipo de violencia es el asesinato de los y las menores, también existen otras formas de utilizar a los y las menores con fines de maltrato sin que tenga como resultado final su asesinato.
Por supuesto, este tipo de violencia se ve agravado por la clase social y el lugar de proveniencia, puesto que las condiciones de pobreza y extranjería suponen factores de vulnerabilidad para las mujeres, que limitan su agencia.
Por ejemplo, las mujeres inmigrantes que se casan con hombres nacionales muchas veces se encuentran separadas de sus familias, lo que provoca que tengan menos redes de apoyo que las permitan salir de una situación de maltrato, ya sea mediante el apoyo psicológico o económico. Además, no es un secreto que las mujeres extranjeras tienen menos oportunidades de acceso a un empleo digno, lo que implica, en ocasiones, una gran dificultad ya no solo para mantener a sus hijos e hijas en soledad, sino también para compaginar el empleo laboral y doméstico; muchas mujeres tienen que pasar largas jornadas fuera de casa para poder mantener su hogar, lo que las impide pasar el suficiente tiempo con sus descendientes. A esto último le podemos añadir el agravante de no poder pagar a una persona para que cuide de sus hijos e hijas por sus bajos sueldos, añadiendo que al estar muchas de ellas alejadas de sus familias tampoco pueden contar con apoyo dentro de estas.
Frente a estas dificultades, las instituciones de protección a la infancia han tendido, en pos del “interés superior del menor”, a añadir aún más problemáticas a estas familias, provocando en muchas ocasiones la suspensión de la patria potestad para mejorar las condiciones de los y las menores.
Como se puede leer en el artículo El interés superior del menor y las políticas de seguridad sobre la infancia como mecanismos de racismo institucional, en la revista online Migrazine, muchos y muchas de las menores han sido separadas de sus familias por cuestiones de negligencia, donde algunos elementos que caracterizan tal negligencia según el Registro Unificado del Maltrato Infantil (RUMI) serían la pobreza, la soltería, no poder acudir a reuniones del colegio o ser migrante. Como hemos podido ver anteriormente, no son cualidades difíciles de obtener siendo una mujer negra y, sin embargo, las instituciones, lejos de amenizar tales problemáticas con políticas de protección, favorecen la violencia vicaria apartando a las mujeres de sus hijos e hijas.
En el mismo artículo mencionado anteriormente se citan numerosos casos en que se ha ejercido dicha violencia por parte de las instituciones y las largas luchas que han tenido que librar las madres para recuperar a sus hijos e hijas de las manos de la Dirección de Atención a la Infancia y la Adolescencia (DGAIA).
Cuando hablamos de la necesidad de abordar la totalidad de las peculiaridades de las mujeres, sin meterlas a todas en un mismo saco de características generales que invisibilice las formas de maltrato específicas que puedan sufrir, nos referimos a este tipo de casos.
Si bien la violencia vicaria puede ser ejercida contra todas las madres, hay elementos que pueden provocar que dicha violencia sea todavía más agresiva en el ámbito cotidiano, aunque pueda tener resultados similares cuando es ejercida de manera brutal en últimos términos.
Por ello es necesario abordar las situaciones de vulnerabilidad desde la triple perspectiva de género, etnia y clase social. Esta triada nos permitirá hacer un abordaje mucho más completo de tales situaciones y amenizarlas de una manera efectiva.
El restarle importancia al impacto de todos estos rasgos de vulnerabilidad dentro del feminismo hegemónico provoca, directa o indirectamente, la omisión de muchos datos por parte las autoridades que nos permitirían comprender mejor las vivencias de las mujeres y crear redes y políticas de apoyo.
La violencia sí entiende de género, etnia y clase social, y sus autores se multiplican a medida que estos rasgos coexisten y son mayores.
Recordad que el silencio es un tipo de tolerancia y ante la violencia, la tolerancia cero.
Sigamos denunciando y hagámoslo unidas.
Sheila Alvarez
Instagram sheilalvarezzz
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