jueves, noviembre 21

Haciendo memoria: reflexión sobre mi relación interracial

A veces subestimamos la repercusión que tiene la historia sobre la manera que establecemos para relacionarnos entre nosotros, los roles de poder que se legitimaron en el pasado parecen ser algo obsoleto. Sin embargo, las huellas que dejaron ciertos periodos históricos aún están más latentes de lo que pensamos; y en un país que vivió procesos de colonización y mestizaje, basta solo con ver detalladamente a nuestro alrededor y las relaciones que se establecen para notar las concepciones que se han perpetuado hasta hoy. Como de costumbre, cuando escribo suelo hacerlo sobre algo que ha atravesado mi cuerpo, la experiencia siempre ha sido mi guía hacia el cuestionamiento y la reflexión. La idea que desarrollaré inició  hace ya un tiempo cuando entablé una relación interracial, y aunque considero que cada caso puntual y las dinámicas establecidas por cada pareja son un mundo, hay ciertas experiencias y convicciones que hacen parte del inconsciente colectivo que terminan estereotipando, señalando y sentenciando las relaciones entre personas de distintas etnias. 

A lo largo de mi relación, he tenido una experiencia muy positiva con mi pareja. Sin embargo, juntos hemos tenido que enfrentar y cuestionar  la cantidad de fenómenos que exaltan el sistema de opresión y racismo estructural que recae sobre los cuerpos racializados. Por más de que tratemos de convencernos que “el amor no tiene color”, es innegable que la forma en la que son vistas las relaciones interraciales  solo demuestran el racismo implantado en nuestras mentes “colonizadas” hace mucho tiempo. 

Cuando hago memoria suelen venir a mi mente múltiples comentarios que me han hecho refiriéndose a mi relación de una manera muy normalizada y aparentando positivismo,  uno de los que más ha retumbado en mí es: “vas a mejorar la raza”. Esta concepción de las relaciones interraciales es totalmente aceptada en el país donde vivo, Colombia. Aquí, como en la mayoría de países colonizados, las huellas que dejó el mestizaje sobrepasan un proceso biológico que quedó en el pasado, pues se ha perpetuado la clasificación violenta de los cuerpos dándoles un valor determinado y  poder, lo cual es denominado ‘Biopoder’ que según Michel Foucault es un proceso normalizado que define un orden moral y político según nuestra etnia. 

Aunque esta clase de comentarios me molestan muchísimo decidí tratar de entender su origen, preguntarme de dónde nace la concepción de que el blanqueamiento es incluso equiparable, por más violento que suene, a un proceso de evolución; comprender de dónde viene la concepción de que tener una pareja blanco-mestiza siendo una mujer negra es considerado un lujo, un estatus o una fortuna que me fue dada para ser más próspera. En la búsqueda por respuestas, decidí remontarme a los tiempos de colonización que aunque suelen parecer muy lejanos y ajenos a nosotros, han dejado una huella al parecer imborrable en nuestra construcción de realidad.

Iniciaré diciendo que la concepción de “mejorar la raza” viene de alguna forma de este instinto de supervivencia que tenemos los seres humanos, sin querer justificar un comentario que me genera mucho desagrado, quiero tratar de descomponerlo para comprender de dónde emana esta concepción y para eso debemos entender que en la colonia se dio un proceso de mestizaje. Esta mezcla no solo fue genética sino que el resultado fue una jerarquía social, donde las personas eran ‘mejores’ o ‘peores’ según el color de piel y origen de sus padres. 

Entorno a este proceso se construyó un sistema opresor donde ciertos cuerpos contaron con más valor que otros y evidentemente los que contaban con menores garantías de vida, por no decir ninguna  eran las personas negras. Es aquí donde inicia la concepción de que el amor blanco iba a liberar y permitiría sobrevivir al sistema esclavista que le restaba toda la dignidad a las personas negras, no solo en el ámbito físico sino también en el imaginario colectivo que perpetuó la clasificación inamovible de los cuerpos, creando una identidad que desvalorizaba a las personas negras, como  Fanon lo relata muy bien en su libro ‘Piel negra máscaras blancas’: ”Entre el negro y el blanco se traza la línea de mutación. Se es blanco como se es rico, como se es bello, como se es inteligente”.

Toda esta reflexión me golpea bastante, me cuestiona y hace que me pregunte por  mi relación y el lugar que ocupó, no solo dentro de ella sino lo  que representó para el exterior, pues al tener cada vez más  sensibilidad racial hace que yo identifique rápidamente los actos racistas que se desprenden de los estereotipos que se tejen alrededor de una pareja interracial, de los cuales casi siempre yo llevo las de perder y ocupó un lugar inferior,  como por ejemplo, cuando algún conocido o desconocido  se toma el atrevimiento de sexualizarme en su discurso por ser ‘la negra caliente’’, ’la que los lleva al cielo’ y esto ejerce un rol de sumisión frente a mi pareja, o cuando  se cree que yo me gané la lotería con un novio blanco-mestizo, que soy cazafortunas, que busco algún beneficio monetario de su parte o incluso creer que no hay una relación y simplemente soy una trabajadora sexual. 

Llegar a tratar de entender el origen de estos fenómenos y la creación de estos estereotipos, me lleva a un punto de inflexión en donde me pregunto ¿Cómo nos vamos a hacer cargo de nuestro racismo inminente, si no hay un espacio propicio para la  deconstrucción? Actualmente se siguen legitimando todas estas concepciones porque es lo que se nos ha enseñado, incluso desde la academia. 

Cuando tratamos de comprender nuestra identidad cultural nos damos cuenta que la historia ha sido narrada a una sola voz, una voz que no reconoce el valor de los cuerpos racializados, por el contrario los calla y somete. Aún actualmente en los colegios se continúa enseñando el proceso del mestizaje como un proceso biológico y natural, se nos olvidó contar y reconocer  la brutalidad de este periodo, donde muchas de estas supuestas ‘mezclas’ fueron originadas de violaciones sistemáticas a los cuerpos oprimidos, todavía se nos enseña los nombres que los colonizadores decidieron darle a la jerarquía que se originó de la mezcla entre indígenas, negros y españoles. 

Todos estos constructos coloniales siguen amenazando con perpetuarse y seguir heredando unas lecciones racistas y coloristas que simplemente segregan y hacen mucho daño a aquellos que de alguna forma u otra las transgreden. Mientras la historia siga siendo narrada desde un solo lugar y se reste dignidad a las personas racializadas, se continuarán normalizando los estereotipos sobre las relaciones interraciales. Todos tenemos una responsabilidad con la palabra y algunas veces, aunque la reflexión no me lleve a un lugar muy alentador, continúo creyendo que al menos narrarme es resistir y hacerme cargo de lo que puedo.


Viviana Mosquera Salcedo

Afrocolombiana

Instagram: @vivianamosquera



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