El plan de Giorgia Meloni de establecer centros de detención de migrantes en Albania, antes de que lleguen a suelo europeo, es una medida extremadamente peligrosa de la que no se está hablando lo suficiente, y cuyas consecuencias a medio y largo plazo parecen no ser comprendidas por los líderes europeos, quienes se han entusiasmado casi unánimemente con ella.
Bajo este esquema que preconiza Meloni, las personas que intenten llegar a Europa serían trasladadas directamente a Albania para su procesamiento y eventual deportación, evitando así el ingreso a Italia o a otros países de la Unión Europea. Este enfoque busca aliviar la presión sobre Italia, que ha enfrentado un gran flujo migratorio, especialmente a través de la isla de Lampedusa, que constantemente se encuentra sobrepasada en su capacidad de acogida.
Este tipo de políticas de «externalización» de las fronteras desplaza el problema migratorio fuera de la UE, haciéndolo menos visible para el público y, al mismo tiempo, limitando el control sobre las condiciones en las que son detenidos los migrantes. Las denuncias sobre violaciones de derechos humanos en estos centros de detención son difíciles de documentar debido a las barreras que impone la distancia y la falta de acceso para abogados, activistas y observadores internacionales. Esto genera preocupaciones sobre el trato que recibirán las personas allí retenidas, lo que recuerda a las controversias que rodean otros acuerdos similares en el pasado, como el plan fallido de Rishi Sunak en Reino Unido, que intentaba deportar a solicitantes de asilo a Ruanda.
El acuerdo con Albania también presenta complejidades políticas. Por un lado, Meloni justifica esta medida como una oportunidad para reforzar la cooperación con Albania, país candidato a la adhesión a la Unión Europea. Sin embargo, la oposición en Albania ha criticado el plan, argumentando que no se consultó de manera adecuada en el parlamento y que podría violar los derechos humanos de los migrantes trasladados allí. Además, existe total improvisación y desconocimiento sobre qué sucederá con las personas que no puedan ser deportadas, que serán la mayoría, a sus países de origen. Se teme que estas personas queden atrapadas indefinidamente en estos centros, sin acceso a un proceso legal claro o derechos de asilo.
La dificultad para repatriar a muchos de los migrantes, debido a la imposibilidad de demostrar su origen, ya ocurre en la Unión Europea, donde algunos países no pueden verificar con certeza la nacionalidad de los migrantes, lo que impide su deportación a sus lugares de origen. Como resultado, los migrantes terminan atrapados largas temporadas en centros de detención y luego abandonados a su suerte, sin papeles ni posibilidad de trabajar en las calles de los estados de la Unión.
¿Pero qué sucederá en Albania? Este escenario no solo genera una crisis humanitaria, sino que también plantea una preocupante hipótesis: ante la falta de soluciones, algunos podrían ser extraditados a países como Libia o Túnez. En estos lugares, los gobiernos, a cambio de pagos de la Unión Europea, abandonan a los migrantes en condiciones inhumanas, muchas veces en el desierto con escasas posibilidades de sobrevivir.
Los problemas que podrían surgir en estos centros son numerosos y graves. Uno de los principales riesgos es que, al estar fuera del territorio europeo, estas instalaciones operen al margen de los estándares de derechos humanos y sin la debida supervisión internacional. Al igual que en el fallido acuerdo entre Reino Unido y Ruanda, existen preocupaciones de que estos centros en Albania funcionen como espacios opacos, donde las condiciones de detención no son adecuadamente monitoreadas. La lejanía de Albania con respecto a los principales centros de poder de la UE dificultaría que organizaciones internacionales y ONGs puedan supervisar de forma constante lo que sucede dentro de estos campamentos. La falta de acceso podría generar abusos, tales como hacinamiento, falta de atención médica o detenciones prolongadas sin garantías legales.
Estas problemáticas se agravan si consideramos que Albania, como país candidato a la UE, enfrenta limitaciones en cuanto a infraestructura y recursos para gestionar este tipo de flujos migratorios masivos.
Al externalizar la migración, Europa no solo transfiere el problema, sino que lo coloca en un contexto donde las soluciones son mucho más difíciles de implementar. Además, este tipo de acuerdos se ha visto asociado en el pasado con violaciones sistemáticas de los derechos humanos. Los migrantes podrían verse atrapados en una especie de «limbo legal», sin opciones claras para avanzar en sus solicitudes de asilo ni para regresar a sus países de origen.
En lugar de abordar las causas profundas que impulsan a las personas a huir de sus países, estas políticas buscan esconder el problema de la vista pública europea. Aunque parezcan soluciones políticas rápidas y rentables, lo cierto es que solo agravan la crisis migratoria y, a largo plazo, son una bomba de relojería.
Redacción Afroféminas
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