Me llamo Jordi Callejo y, a pesar de ser nacido en Barcelona y estar totalmente arraigado en mi país, cuento con unos rasgos físicos que me convierten en una persona racializada debido a mi ascendencia filipina. A lo largo de mi vida he vivido numerosas situaciones racistas en las que se me ha tratado como un ciudadano de tercera. Y lo peor de todo es tener que agachar la cabeza y hacer como si nada hubiera pasado. Escribo este artículo porque me he cansado de callar. Estoy harto de autocurarme las heridas del racismo en silencio, autoculpabilizándome por hechos que no son de mi responsabilidad.
Ejemplos podría poner muchos, pero servirá el último caso que he sufrido. Llevo más de trece años trabajando en la misma empresa. Bajo los ojos de un empresario consideraría que soy un buen trabajador; puntual, dispuesto a echar una mano cuando se necesita un esfuerzo extra, no suelo coger bajas, ni siquiera durante la pandemia de la Covid.
Me considero un buen compañero de trabajo y un buen trabajador, pero el 29 de enero del pasado año todo cambió. Desde ese día estoy de baja laboral a causa de un cuadro de ansiedad y depresión. He pensado y reproducido mil veces ese día en mi cabeza. Lo he repasado mil veces, como un momento que me ha cambiado para siempre. Era un día como tantos otros, con trabajo pero también con bromas entre compañeros.
Entre bromas, hice una a mi responsable, y todo ello desembocó en una discusión monumental en la que, ya en privado, me empujó de forma agresiva. Previamente, además, me vejó ante el resto de compañeros de trabajo del departamento refiriéndose a mí como «puto negro de mierda».
Me quedé en choque, no podía creer lo que acaba de escuchar. Trece años viéndonos las caras todos los días, teniendo una buena relación y de repente esto, sin que además le temblara la voz cuando profirió el insulto racista.
Sentí impotencia. Impotencia y también vergüenza , por ser el foco de la discusión ante las quince personas que presenciaron los hechos. No soy una persona a la que le gusten los conflictos, por eso decidí marcharme sin más, después de ver que ninguna de estas quince personas hicieron nada para apoyarme.
Solicite apoyo y contención psicológica para poder afrontar la situación que estaba viviendo. Trabajaba como técnico en relojeria en esta empresa, desde hacia 11 años.
A partir de este hecho, el día viernes 28 de enero de 2022, entre en un estado de ánimo bajo prolongado, que a dia de hoy no he podido salir de esta situación por mi mismo. Tengo un sentimiento de fondo que ha permanecido durante estos casi 2 años, como consecuencia de los acontecimientos ocurridos en mi lugar de trabajo.Tengo síntomas ansioso-depresivos, dificultades de sueño en el inicio,no he podido retornar a este lugar de trabajo, para no encontrarme con mi agresor. Siento temor a coincidir con él, debido a los intensos sentimientos de humillación y sensación de vulnerabilidad que me generaron a partir de este hecho.
Ahora que ha pasado un tiempo me he dado cuenta de que desgraciadamente nos cuesta reconocernos como racistas. Comportamientos como los que hoy denuncio se justifican, o al menos se minimizan. No se asume la propia responsabilidad de haber actuado de forma racista. Un hecho que hace recaer el peso de las consecuencias psicológicas en las víctimas, que sufrimos un proceso de revictimización que debe acabar.
En este sentido, quiero agradecer y poner en valor la labor de apoyo y acompañamiento que realizan entidades como SOS Racismo y la Oficina por la No Discriminación y la protección activa que realizan de los derechos de las personas racializadas.
Erradicar comportamientos, comentarios y agresiones racistas es una lucha de toda la sociedad. Hay que comprometerse para actuar ante una agresión racista y denunciarla, y seguir educando a nuestros hijos e hijas para que nunca vivan situaciones como éstas. Es una responsabilidad compartida por construir una sociedad mejor. Porque estoy convencido de que un futuro sin discriminaciones, burlas y vejaciones es posible, pero tenemos el deber de no callar, de no bajar la cabeza y rebelarnos contra el racismo. Esto es lo que he intentado hacer con este artículo.
*Este testimonio ha sido publicado originalmente en Nacio Digital y republicado an Afroféminas con permiso de su autor.
Jordi callejo y Moya
Consejero de Erc en Ciutat Vella.
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