El caso de Iván y Leila, que se arrojaron del tercer piso de un edificio en Sallent, ha puesto de manifiesto, una vez más, la poca voluntad real de los centros escolares y las autoridades educativas para enfrentar los casos de acoso tránsfobo y racista.
El 21 de febrero Iván y Leila, dos hermanos gemelos, se arrojaron al vacío desde el balcón de su apartamento, ubicado en un tercer piso, con la intención de quitarse la vida. Iván, falleció en el acto, mientras que su hermana se encuentra internada en grave estado de salud.
Poco a poco han ido saliendo a la luz los detalles del suceso ocurrido en la localidad barcelonesa de Sallent. Se ha sabido que se trataba de dos ciudadanos argentinos que habían emigrado a España hace tres años. Se ha conocido que sufrían bullying en el ámbito escolar. Se ha sabido que Iván, había pedido recientemente ser tratado como se sentía, un niño.
El fallecimiento de Iván y el grave estado actual de salud de su hermana, Leila, son el resultado de tres años de acoso, que como sucede con demasiada frecuencia, ni el centro ni las autoridades supieron o quisieron atajar.
Hay que señalar con el dedo, y cuando muere un niño porque no soporta más el suplicio de vivir por el acoso de sus vecinos y compañeros de colegio, hay que desenmascarar a los culpables. Porque hay culpables.
Primero el centro, que no hizo lo suficiente, como viene siendo habitual en los centros escolares de todo el Estado español. El primer paso es la negación, después el intento de convencer a las familias afectadas de que pasará, que son cosas de niños y, cuando la situación se hace insostenible, se pasa la patata caliente a las autoridades educativas, que no están sobre el terreno y suelen crear una maraña burocrática que hace desistir a las familias, dejándolas en total indefensión.
El centro escolar no supo atajar el racismo que sufrían. «Sudacas» era un insulto constante. Es responsable también la incapacidad de un profesorado para advertir las señales, ya que no conoce el racismo ( prácticamente todos son blancos), y por eso no lo entiende, lo minimiza, lo relativiza.
Después la autoridades, que son conscientes de lo que pasa en sus centros educativos y hacen oídos sordos. Los niños racializados se están tirando al vacío por la ventanas y las autoridades educativas, como la consejería de educación catalana, hacen protocolos que nunca se ponen en marcha.
Y también el pueblo, que ahora hace vigilias, pero que calló mientras Iván y Leila sufrían. Esa complicidad de silencio cerril y cateto no tiene perdón, y hay que decirlo. Todas las velas que enciendan no nos devolverán a Iván. Hipócritas.
Resulta que hay niños racializados que sufren en las escuelas de Catalunya y del resto del Estado español, porque son diferentes, porque tienen un acento diferentes, porque vienen de un lugar que aquí, con su arrogancia colonial, se considera inferior o pobre.
La pobreza es la que tienen en su cabeza estos racistas y tránsfobos. No hay redención para tanto odio.
Afroféminas
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