Nacido en 1949 en Alto Volta, Thomas Sankara se desempeñó como presidente de Burkina Faso (“Tierra de hombres íntegros” en el idioma local). Su encanto y sus fuertes convicciones marxistas y panafricanistas, unidas a su sueño de liberación le valieron el calificativo de “el Che Guevara africano”. A día de hoy se le reconocen sus logros en términos de salud, agricultura, servicios públicos y condición de la mujer, así como sus iniciativas de anticorrupción y contra el imperialismo francés. Su política revolucionaria despertó grandes odios y recelos en ciertos sectores de la clase media, lo que se tradujo en un trágico y sangriento golpe de estado signado por la traición de su gran compañero de armas.
El líder revolucionario, Thomas Sankara, nació en el país africano conocido en ese entonces como Alto Volta. Este territorio considerado uno de los más pobres del mundo contaba con 7 millones de habitantes. De estos, más del 80% eran agricultores, el 98% eran analfabetos y el promedio de vida era de apenas 40 años. Al cumplir los 19 se sumergió de lleno en una prolífica carrera militar profundamente ligada a la política. Como reflejo de su creciente conciencia social se coronó como “el soldado que repudiaba la guerra”. Tras participar en el enfrentamiento fronterizo entre su país natal y el vecino (Malí) empezó a rechazar por completo todo conflicto bélico, definiéndolos como algo “inútil e injusto”.
Durante los cuatro años que transcurren desde 1983 hasta 1987 Sankara lideró con una humildad sin precedentes el actual Burkina Faso. Con 33 años y tras un golpe de Estado asumió la presidencia y dio comienzo a la Revolución Sankarista. En su llegada al poder decidió cambiar el nombre del país como símbolo de la liberación social y transformación radical que estaban por llegar. Su programa político promovió el respeto al medio ambiente, a los derechos de la mujer, las políticas de austeridad y la autosuficiencia, entre otros asuntos. Como era de esperar este discurso innovador cosechó el odio de sus enemigos, en su mayoría, líderes corruptos que se habían enriquecido a costa del pueblo africano.
“Mujer fuente de vida, pero también mujer objeto. Madre, pero criada servil. Mujer nodriza, pero mujer excusa. Trabajadora en el campo y en casa, pero figura sin rostro y sin voz. Mujer bisagra, mujer confluencia, pero mujer encadenada. Mujer sombra a la sombra del hombre”, expresó durante un discurso el líder burkinés.
Sankara consideraba firmemente que el empoderamiento y la mejora del estatus de la mujer era fundamental para alcanzar cualquier revolución. Hablaba de “ganar la lucha”. Una lucha común que no culminaría hasta conseguir poner punto y final a la relación de dominación ejercida de forma sistemática por el hombre. “La revolución y la liberación de la mujer van unidas. No hablamos de la emancipación de la mujer como un acto de caridad o por una oleada de compasión humana, es una necesidad básica para el triunfo de la revolución. Las mujeres ocupan la otra mitad del cielo”, expresó. Entre los logros de su gobierno destacan la prohibición de la mutilación genital femenina, del matrimonio forzado y la poligamia, así como el fomento de la planificación familiar, la anticoncepción y su nombramiento en altos cargos gubernamentales.
La conciencia medioambiental como vía a la autosuficiencia
Además de la defensa de los derechos de la mujer, Thomas Sankara fue pionero en muchos otros aspectos como el fomento de la conciencia medioambiental. Hoy en día se le reconoce como un ecologista ante litteram, es decir, como el precursor de los grandes movimientos de esta índole que a día de hoy laten con fuerza. Durante su gobierno revolucionario, la defensa al medio ambiente y el planteamiento de la ecología como una prioridad se constituyeron como una realidad socializada y extendida en gran parte de su población.
En su programa planteó la naturaleza como el eje central y principal de la vida humana, y entre otras cosas, puso en marcha un plan para frenar la desertificación del país. La población de Burkina Faso necesitaba un territorio verde preparado para el cultivo y que le permitiera alcanzar la deseada autosuficiencia alimentaria. Para conseguirlo se plantaron más de 10 millones de árboles (su principal fuente de energía) y se adoptaron una serie de medidas estrictas contra la tala de los mismos. Por otro lado, en el ámbito rural aplicó una iniciativa conocida como “une familie une compostiere”. Con esto animó a la población a reciclar los residuos urbanos para producir abonos naturales o compost.
La lucha contra el hambre, la pobreza y la deuda externa
Otra cuestión recurrente en sus discursos era la famosa deuda externa, a la que se refirió en algunas ocasiones como “deuda odiosa”. Pocos meses antes de ser asesinado utilizó la plataforma de la XXV Conferencia de la Organización para la Unidad Africana (OUA) para calificarla como “un instrumento colonial para estrangular y mantener en la pobreza a los países del Tercer Mundo”. Este defendía el derecho de África a no pagar la cantidad solicitada, que en ese entonces ascendía a 150.000 millones de dólares. Además, durante los cuatros años de gobierno aplicó una política basada en el antiimperialismo. Se evitó toda la ayuda exterior y Burkina Faso dejó de depender económicamente de la entrada de capital extranjero.
Pero sin duda uno de sus principales proyectos políticos y sociales fue paliar el hambre y la pobreza. Este era el gran enemigo de la población que asolaba a la clase popular. En este aspecto una 2de sus grandes logros fue garantizar 10 litros de agua y al menos 1.875 calorías diarias por cada habitante. Estaba claro que una política como la que proponía Sankara solo podía augurar buenos resultados. En pocos años el país alcanzó sus objetivos y pasó a ser uno de los más modernos y progresistas de África.
Judit Martín
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