Desde las cálidas posturas del privilegio, las realidades sociales se reducen a un mero objeto de estudio, una temática sobre la que teorizar. La relación con los cuerpos que se mueven en los márgenes es unilateral, y de arriba hacia abajo.
Y la cultura, como pilar férreo del imaginario colectivo, junto a la mediatización de ésta, no es ajena a esta desconexión. Por tanto, toda producción cultural realizada en una sociedad que arrastra los pilares de un racismo, a veces tácito y -otras muchas- explícito y tangible, es susceptible de reproducir los mismos modelos racistas de conducta.
En el caso que nos concierne, estamos hablando evidentemente de la imagen del Pueblo Gitano en las producciones culturales mayoritarias. Hacer cine o literatura teniendo de escenario una realidad sin conocerla, sin la presencia en el proceso creativo de los cuerpos que llevan consigo el peso de siglos de opresión y persecución, no es otra cosa que pretender reflejar una otredad desdibujada. Contar historias desde lo ajeno, desde el estereotipo, desde una posición cegada por una nube oscura y espesa que tapa el progreso. Es crear desde una campana de cristal.
Hacer ficción sobre las personas gitanas es rentable, porque se hace desde la exotización de nuestra cultura, desde la exacerbación de nuestra intimidad e incluso desde la invención y distorsión de nuestro sentido de comunidad, hermandad y sororidad. La ficción es una herramienta potente para exagerar los estereotipos y los prejuicios hacia nuestro pueblo, lo cual provoca morbo y sensacionalismo en la audiencia, mercantilizando una imagen que no nos corresponde.
En la cultura española, tanto en la literatura como en el cine y las plataformas audiovisuales actuales, es extraño encontrar un personaje gitano que sea interpretado por un gitano y que no alimente la enorme cantidad de clichés que forman el arquetipo que se pretende vender. Y es que la ficción no es sólo un discurso más que se añade al discurso sistémico antigitano, sino que es la consecuencia en sí misma de todos los discursos. Alimenta, pero también es consecuencia. Por ejemplo, son consecuencia de los medios de comunicación normalizando el mensaje de la vicealcaldesa de Madrid que ha desalojado a familias enteras de un poblado chabolista “porque generan insalubridad”. Quienes han dado altavoz a esto han blanqueado un mensaje clasista y racista en lugar de señalar una clara vulneración de Derechos Humanos y la falta de recursos básicos y de alternativas reales de habitabilidad digna en un país con el 21,7% de su población en riesgo de pobreza. O Diario de Sevilla, que hace unos días difundió un artículo a modo de intento de observación antropológica sobre una “venganza entre clanes” y plasmó a las 3000 mil viviendas como si de una película de Paco Cabezas se tratara: un mundo paralelo en el que impera la cultura de la violencia, la marginación y el crimen a base de estereotipos sin pudor alguno.
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Películas como ‘Adiós’, ‘Carmen y Lola’, o libros como ‘La novia gitana’, son claros ejemplos de esta representación desfigurada de los gitanos y las gitanas. En estas producciones se presentan a las familias gitanas como “clanes”, con la connotación peyorativa que conlleva, y están presentes las drogas como forma de hacer dinero y la violencia como manera de relacionarse y de imponer respeto. También los personajes son marcadamente homófobos y machistas. Sin olvidarnos del uso de términos como “reyerta” para hablar de un conflicto o “patriarca” para hablar de una persona mayor de respeto.
El objetivo se sobrepone a la ética y al respeto y se muestra al Pueblo Gitano como exótico, fundamentalista y retrógrado. Todo nuestro imaginario se transforma desde un prisma etnocéntrico, se convierte en un producto, y se vende a un público que se lo traga sin cuestionarse.
Exponer en la ficción una y otra vez lo que está instalado en el ideario colectivo reafirma los pensamientos antigitanos que están interiorizados en la sociedad, y tiene como resultado que la sociedad mayoritaria y hegemónica se aleje aún más de las realidades que no conocen, se generen acciones de rechazo y violencia y, proporcionalmente, todo se acabe transformando en marginación.
Lo sabemos porque lo vivimos en nuestras propias carnes. Cuando desde FAKALI realizamos formaciones a profesionales de cualquier ámbito, suelen imperar las confusiones provocadas por las malas praxis de los autores de las referencias bibliográficas que se mencionan, que suelen ser personas privilegiadas representando a gitanos, y de las fábulas fabricadas desde unas productoras que, como su propio nombre indica, buscan vender un producto que consumimos con ingredientes nocivos que contaminan y empañan las gafas con las que miramos al prójimo.
Aunque la mayoría ni se lo plantee, ni aparezca en los libros de historia, la cultura está llena de autores y autoras gitanas silenciadas que no han podido desarrollar su obra en igualdad de condiciones, y que crean su arte desde sus propias vísceras, desde su propia realidad. La propia realidad que haría cortocircuitar la cabeza de más de una persona.
Carmen Carbón
Periodista y activista en FAKALI (Federación de Asociaciones de Mujeres Gitanas).