Viviendo en Malawi, azotado por la sequía y enfrentado a la hambruna, William estaba decidido a encontrar una manera de llevar electricidad y agua a su pueblo. Con una gran dosis de optimismo, combinada con la verdadera determinación y persistencia, William construyó un molino de viento con materiales reciclados para generar electricidad.
Con el campo de maíz devastado, los padres de William tuvieron que sacarlo de la escuela a los 14 años porque no podían pagar la matrícula. Continuó estudiando solo en la biblioteca del pueblo y, siguiendo las instrucciones de un libro de texto de ciencias llamado «Uso de energía» , improvisó un aerogenerador para generar energía en casa. Este primer molino que construyó alimentaba cuatro luces y dos radios en la casa de su familia.
Con el éxito del experimento, decidió reunir a algunos amigos para que lo ayudaran a construir una bomba de agua impulsada por viento que podía regar la plantación de su familia usando chatarra. También construyó otras dos turbinas eólicas, la más alta con 12 metros, y dos más, incluida una en Lilongwe, el capital política de Malawi.
En 2006, el diario estadounidense The Daily Times contó la historia de William y, con la repercusión, consiguió una beca para terminar sus estudios en una escuela de Lilongwe (capital de Malawi). Años más tarde, fue nombrado por la revista Time como una de las «30 personas menores de 30 años que están cambiando el mundo» y, en 2014, recibió una licenciatura en estudios ambientales con especialización en ingeniería de Dartmouth College, en Estados Unidos.
El actor británico Chiwetel Ejiofor, inspirado por esta gran historia, la llevó al cine la vida de William en la película «El niño que domó el viento» que puede verse en Netflix. El propio Chiwetel interpreta al padre de William, que es representado por Maxwell Simba.
Hoy, a sus 34 años, William trabaja para que su historia no sea una excepción. Coordina proyectos en WiderNet, una organización sin ánimo de lucro con sede en EE. UU. que busca crear las condiciones para que aparezcan nuevos inventores que ayuden a mejorar nuestra vida. A través de un currículo tecnológico disponible gratuitamente en internet, la institución pretende reducir la distancia entre “saber” y “hacer”. “Mi objetivo es que cada persona en Malawi pueda desarrollar sus ideas y diseñar proyectos para resolver los problemas que enfrentan. Es algo así como la “ cultura maker ”, explica. WiderNet actualmente tiene equipos operando en otros países del continente africano, en India y en Papúa Nueva Guinea.
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La vida de William también desafía otra regla que todos interiorizada: la asociación del término “innovación” con descubrimientos tecnológicos realizados en grandes centros de investigación, empresas y universidades. William piensa, que con las herramientas adecuadas, todos pueden ser protagonistas de la innovación.
Afroféminas
Fuente:
El Horticultor ORG
Revista Trip
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Es admirable que a su corta edad haya inventado algo que alivió las necesidades de su pueblo, FELICIDADES!!!!