Cuando las noticias de un nuevo coronavirus comenzaron a salir de la ciudad de Wuhan, algunos ciudadanos chinos o asiáticos comenzaron a usar mascarilla. No solo era una precaución sanitaria. Si eres una persona con rasgos asiáticos que vive fuera de tu lugar de origen, conoces como funciona el racismo y la xenofobia. Muchos de ellos lo vieron como un gesto para que el resto de la ciudadanía supiera que estaban tomando medidas. Que podían confiar en ellos.
Pero ha servido de poco. En las semanas siguientes los ciudadanos chinos y de origen asiático empezaron a experimentar múltiples formas de xenofobia, como personas que se separaban abiertamente de ellos en el transporte público o que hacían comentarios racistas, o incluso amenazas y agresiones violentas.
Dondequiera que vaya una pandemia, la xenofobia nunca se queda atrás. Desde que comenzó el brote del COVID-19, los actos de racismo hacia las comunidades de Asia oriental han crecido rápidamente. Ahora se están empezando a conocer comportamientos xenófobos en otros países de Oriente Medio y América hacia ciudadanos originarios de focos del brote en Europa.
En España en un caso muy particular, ha habido una campaña en redes y medios contra la ciudadanía madrileña a la que se acusa de haber ido en masa a sus lugares de vacaciones durante el periodo de restricciones. Habría que decir que no todas la segundas viviendas son de ciudadanos madrileños y que muchos de los que acudieron a zonas de playa en el país fueron de otras comunidades. Pero cuando el mecanismo de la xenofobia salta es difícil de parar. Se culpabiliza a un grupo de extender el virus, y el resto viene solo.
La denigración de ciertas poblaciones es un síntoma habitual cuando hay brotes virales. La enfermedad fomenta el miedo, lo que a su vez fomenta la discriminación. Cuando surgió el brote de ébola en 2014, los ciudadanos de origen africano fueron atacados. Durante la epidemia de fiebre amarilla del siglo XIX en Estados Unidos, los inmigrantes europeos a los que se consideraban más vulnerables al contagio fueron los principales objetivos de la estigmatización. Durante el brote de SARS, una vez más los asiáticos.
A medida que se propaga el coronavirus, la xenofobia que fomenta se une rápidamente con las condiciones políticas en los países que toca, moldeando las respuestas de las poblaciones y sus gobiernos. Los partidos de extrema derecha en Europa, por ejemplo, se han aferrado al brote para reiterar sus llamados a restricciones de inmigración. También Trump lo ha hecho. La realidad ha demostrado que es una amenaza global y que no hay frontera que pueda parar la infección viral.
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Minnie Li, es una profesora de sociología en la Universidad de Educación de Hong Kong, y ha escrito sobre el brote xenófobo brutal que ha habido en la ciudad hacia los ciudadanos de la China continental. Sus palabras son trasladables a cualquier grupo y en cualquier país en esta crisis: “Asociar una enfermedad con un grupo de personas y creer que desterrar, poner en cuarentena y segregar a los miembros de este grupo es una medida de protección válida solo nos aleja de las soluciones realistas. Las experiencias vividas de aquellos que son despreciados, temidos, expulsados y etiquetados injustamente como ‘infectados’ pueden mostrarnos cómo el clima de miedo que hemos creado podría, de hecho, causar daños mucho más graves a la sociedad que la epidemia misma».
Los últimos esfuerzos para frenar la propagación del virus incluyen el cierre de fronteras y la prohibición de entrada de ciudadanos de países muy afectados. Cientos de países han tomado esas medidas. El problema con estas medidas, aparte del costo social, es que no funcionan totalmente. Los virus no respetan las fronteras, y ningún esfuerzo para fortalecerlas es infalible: una persona de un país afectado podría llegar a través de un lugar que no está en la lista de prohibidos, por ejemplo. La transmisión también podría estar ocurriendo en lugares sin restricciones. Es probable que los esfuerzos para contener la enfermedad sean aún más inútiles en lugares donde ya se está propagando.
Aunque las prohibiciones de viaje y los cierres de fronteras no siempre son efectivos, los gobiernos imponen principalmente estas limitaciones no sólo para frenar la propagación del virus, también lo hacen para reducir el pánico entre la población. Mientras más personas se preocupen y pierdan la cabeza, peor irán las cosas.
Lo único eficiente hasta ahora es el confinamiento en casa. Debemos cumplir con lo que se nos recomienda y dejar de hacer estupideces poniendo en riesgo la seguridad de las personas más mayores y vulnerables. Poned toda la colaboración por favor.
Los ciudadanos chinos van a quedar por mucho tiempo estigmatizados por este brote, que además va acompañado de unas consecuencias económicas terribles. La culpabilización va a ser doble. Nos esperan jornadas muy duras ahora. Nos centraremos en ello. Pero una vez superada la crisis sanitaria debemos estar vigilantes para que no se disemine el odio contra determinados colectivos de una manera que acabemos lamentando todos.
Elvira Swartch Lorenzo
Colaboradora habitual en Afroféminas. He trabajado de todo. Hija de migrantes afrocolombianos.
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