Con 14 años, la familia de Aya Sima le dijo que, en cuanto terminara sus estudios, tendría que casarse con un primo que casi le duplicaba la edad y al que no conocía personalmente. Ella se negó y hoy forma parte del grupo de mujeres referentes de la asociación “Valentes i acompanyades” (Valientes y acompañadas), que trabaja para evitar que haya más chicas que tengan que enfrentarse a una situación así.
Aya nació hace casi tres décadas en la provincia de Girona y es auxiliar de enfermería, cantante (muy buena), madre de dos niños, estudiante de un doble grado de magisterio en educación infantil y primaria, y una mujer que vive sin rencor pero alerta y consciente de lo que significó su gesta.
En tu historia vital hay muchas cosas importantes, pero hay algo que ha marcado especialmente tu presente:
Sí, mi familia, que es de Gambia, me propuso que me casara con mi primo, que vive en EEUU, cuando yo tenía 14 años. Él debía tener cerca de 30. Hasta ese momento, yo solo había tenido contacto con él a través de alguna llamada telefónica y únicamente un par de veces al año, como mucho. Mi padre fue el que me lo comunicó en su día y yo me negué. A fin de convencerme, me explicó que era algo normal en nuestra cultura, que no pasaba nada y que él también se había casado de esa forma con mi madre, siendo muy joven y sin conocerla. Yo insistí en que no pensaba casarme y él dejó que pasara el tiempo, creyendo que quizá me ablandaría. Al cabo de unos días, me confirmó que se había formalizado el compromiso y yo continué en mis trece, señalando que para mí era algo inválido, puesto que iba en contra de mi voluntad. Mi madre, por su parte, no quería que yo me fuera a vivir con mi “prometido” hasta que no terminara mis estudios, de modo que yo continué con mi vida y cuando tenía unos 16 o 17 años, empecé a salir con un chico blanco, español y no musulmán.
¿Cómo se lo tomaron tus padres?
Imagina… Eso añadió conflicto a la situación, debido a que yo estaba oficialmente comprometida con otra persona. Supuso una vergüenza terrible para mi familia. La tensión, los enfrentamientos y las discusiones no cesaron hasta que cuando rondaba los 20 años, me fui de casa. Un año o dos antes, gracias a mi obstinación, logré que el compromiso con mi primo se disolviera.
Con el tiempo, lo dejé con la pareja con la que estaba. Después, conocí al que es mi actual marido, un chico blanco catalán con el que he tenido dos hijos. Mis padres tuvieron que aceptarlo, al haber niños de por medio, normalmente, es lo que pasa, que acaban claudicando. No obstante, se dan excepciones de padres con mucho orgullo que rompen la relación con sus hijas para siempre. Sé que, en el fondo, les hubiera gustado que yo estuviera con un musulmán negro, pero a día de hoy, respetan mi opción y mantenemos una relación cordial.
¿Y qué hay de la figura de las madres? ¿Las hay que se niegan a casar a sus hijas?
Yo no conozco casos de madres que se hayan negado a que el matrimonio de sus hijas se llevara a cabo, por lo menos, no públicamente, aunque estoy segura de que las hay. No obstante, sí que ha habido casos en los que una tía o familiar cercana a una afectada la ha apoyado, o ha alertado discretamente de lo que le estaba sucediendo para que esta obtuviera ayuda desde el entorno exterior al familiar o de la comunidad. Hay que tener en cuenta que estas prácticas se dan en el entorno familiar, de modo que cuando se produce el conflicto en el que una chica no quiere casarse con el hombre que le asignan, la negativa no se difunde. Al no visibilizarse el problema, las chicas se quedan muy desprotegidas y con toda la familia, tíos y primos incluidos, opinando para intentar solucionarlo, mediante presiones y manipulaciones. Por ese motivo, tenemos que esforzarnos mucho para poder detectar estos casos desde la asociación, ya que resulta muy difícil acceder a las niñas.
Por otro lado, cuando una madre se opone a que su hija se case, a ella también se la ataca, porque se entiende que está contribuyendo a romper el honor y el respeto hacia la familia, por un lado, y por otro, debido a que se considera que son las madres quienes educan a las hijas y si estas se comportan de una manera “incorrecta” o “no adecuada”, según la tradición de la familia o de la comunidad, es porque no ha hecho bien su labor.
¿Tienes datos acerca de cuál es la incidencia del matrimonio forzado en Gambia?
De entrada, hay que puntualizar que la práctica del matrimonio forzado se lleva a cabo en muchos lugares del mundo, con mayor o menor incidencia. En referencia a Gambia, es algo que está a la orden del día. Sin datos oficiales y únicamente desde mi perspectiva personal y conocimiento de la comunidad, diría que se produce en alrededor del 90% de matrimonios. Se suele concertar el matrimonio entre primos o entre tíos y sobrinas… También puede suceder que un hombre, motu propio, le pida la mano a la familia de la mujer, sin embargo no es la aludida la que acepta el matrimonio sino su familia. Por supuesto que las hay que, de entrada se niegan, pero casi todas terminan aceptando por presiones de la familia o por no desobedecer o deshonrar a los padres.
Con todo, esto ya está pasando también aquí, en España, entre familias procedentes de diversos lugares y con costumbres muy distintas, pero que todavía mantienen esta práctica tradicional nociva como un elemento importante de su cultura, la cual tiene un carácter esencialmente patriarcal y machista. Ahora, cada vez más jóvenes deciden libremente su proyecto de vida y eso incluye a las parejas con las que se quieren casar, aunque la incidencia del matrimonio forzado sigue siendo realmente elevada en nuestra sociedad. Prueba de ello es que en mi generación (Aya tiene 29 años), yo fui de las pocas que no se casó. Las demás tuvieron que aceptar lo que sus padres eligieron para ellas. Algunas ya se han separado, otras tantas siguen unidas en matrimonio y quizá no es lo que querrían.
Según UNICEF, unas 700.000 mujeres están casadas en la actualidad, antes de los 18 años, 250.000 de los cuales se han casado antes de los 15, o sea, ya no solo es un matrimonio forzado sino también infantil. Son cifras escandalosas y lo que se ve no es más que la punta del iceberg.
¿No llevas mal hablar de tu comunidad en términos negativos, teniendo en cuenta que existe racismo y xenofobia y que, de alguna manera, habrá quien instrumentalice tu discurso para refrendar sus ideas?
Evidentemente, existe el riesgo de que alguien utilice con intención aviesa mis críticas al matrimonio forzado, como le puede ocurrir a cualquier persona que manifieste sus opiniones en público. Pero debo aclarar, y para mí es muy importante, que ni yo ni nadie dentro de la asociación “Valentes i Acompanyades” hablamos en términos negativos de ninguna comunidad o colectivo, al contrario actuamos desde el más escrupuloso y sincero respecto a todos los seres humanos con independencia de su origen o sustrato cultural. Precisamente porque respetamos las culturas, consideramos que estas tienen derecho a evolucionar y cambiar aquellos aspectos que vulneran la integridad, libertad e igualdad de todos sus miembros, y este cambio precisamente las hace más fuertes y aptas para encarar los retos del futuro. Recordamos que son las mismas mujeres africanas, activistas por los derechos humanos, las que hace décadas, ya sea en Senegal, Gambia, Francia o España están luchando por la erradicación de la Mutilación Genital Femenina y ahora también de los Matrimonios Forzados; ellas han empezado un camino y nos sentimos perfectamente autorizadas a luchar a su lado porque la unión nos da la fuerza. Lo que no podemos hacer es callar o mirar hacia otro lado por “miedo” a que alguien manipule o instrumentalice nuestro discurso o nuestras acciones; si así lo hiciéramos dejaríamos en la indefensión a las adolescentes o jóvenes que están en peligro de ser entregadas en matrimonio contra su voluntad.
Por otro lado, insisto en que se trata de una violencia machista contra la mujer y que es algo que se ha llevado a cabo a lo largo de la historia y en todo el planeta, no olvidemos los enlaces de las casas reales europeas, o entre las familias adineradas, con tierras, etcétera, hasta hace no tanto. Si ésta práctica ha dejado de producirse en Europa es porque también hubo una resistencia y un cambio de mentalidad en una generación que quiso progresar. Que ahora no sea la tónica no significa que no se haya producido en el pasado.
¿Has tenido sentimientos encontrados o de rencor hacia tus padres?
Cuando me pasó a mí, mi familia me presionó, me manipulaba diciendo que estaba despreciando nuestra tradición y nuestra cultura, no obstante, con el tiempo he aprendido que no se debe criminalizar a los padres porque ellos están educados con esa mentalidad y creen que están haciendo lo correcto para sus hijas, para nosotras. Lo que hay que hacer es sensibilizar, a través de charlas, para cambiar su manera de pensar y de obrar.
¿Cuándo comenzó a llevar a cabo su actividad “Valentes i acompanyades”?
Desde el principio, en 2014, al lado de otras jóvenes como Binta Jadama y Coumba Baldeh que también son referentes del proyecto, y de profesionales de diferentes ámbitos como Fatou Secka, Pia Bosch, Carme Vinyoles, Bet Iglesias que, por diversas fuentes, íbamos tomado conciencia de la necesidad de realizar un trabajo para prevenir los matrimonios forzados e intervenir en apoyo de las potenciales víctimas. Más adelante, se añadieron al equipo Maimouna Kebbe, Kholoud Khaidor, Ruth Rosique, Amèlia Barbero… Este ha sido siempre un proyecto “mestizo” e intercultural. Las referentes hemos contribuido a diseñar el modelo de prevención partiendo del conocimiento real que tenemos sobre las culturas de origen y las actuaciones de las familias y el entorno. Y ahora mismo participamos en charlas de sensibilización sobre el tema a la vez que ofrecemos apoyo emocional y acompañamiento a las chicas que pasan por una situación que nosotras sufrimos anteriormente, ya que hemos pasado por una experiencia similar.
Que las jóvenes puedan contar con alguien que comprende su sufrimiento y que conoce su cultura es importante para que se sientan confiadas y tranquilas. Ellas nos ven como un referente positivo y atisban algo de luz al final del túnel. El problema de los matrimonios forzados es que si las chicas se ven sin opciones, sin alternativas, acaban cediendo. En la asociación les ofrecemos apoyo psicológico y emocional o educativo, un ejemplo de ello es que se imparten clases de refuerzo escolar en la ESO, dinámicas y talleres de sensibilización y de empoderamiento para que cambien su mentalidad y visión sobre ciertos aspectos de nuestra cultura y ciertas prácticas.
¿A quiénes atendéis?
A adolescentes y jóvenes de diferentes procedencias que están en riesgo potencial de sufrir un matrimonio forzado, o que ya hayan sido forzadas a casarse y quieran disolver esa unión. Hasta ahora hemos atendido a cerca de 80 chicas de orígenes diversos, entre las cuales hay gambianas, senegalesas, de Guinea Bissau, marroquíes, paquistaníes, indias… Algunas son nacidas aquí, otras han venido pequeñas y las hay que han llegado recientemente y pueden correr el riesgo de ser forzadas a casarse. Entre las acciones que llevamos a cabo para atenderlas se encuentran las clases de refuerzo escolar, así como la intervención directa en caso de producirse el conflicto sobre el matrimonio.
Os llamáis “Valentes y acompanyades”, ¿realmente, es un ejercicio de valentía negarte a casarte?
Rotundamente sí. A las mujeres se nos educa para complacer y decir sí a todo, para servir a los padres, ser buenas mujeres y buenas esposas. En nuestra comunidad se respeta mucho la palabra del adulto, del padre, no se puede poner en cuestión lo que él dice. Lo que pasa es que se confunde el respeto con la obediencia ciega, así que decir no se entiende como una falta de respeto y eso ocasiona que las chicas se sientan muy culpables. Imagina su estado emocional, tienen muchos altibajos e inseguridad.
Lo cierto es que gran parte del problema reside en el qué dirán, en lo que pensarán los demás. Uno de los muchos motivos por los que se produce el matrimonio forzado, y sobretodo precoz, es que las chicas tienen que llegar vírgenes al matrimonio, no hacerlo implica deshonrar a la familia. A fin de evitar que algo así suceda, se “las coloca” rápido y se evita el problema.
¿Sientes que formar parte de la asociación te ha hecho crecer?
Sí, mucho, pero sobre todo me ha hecho crecer el mismo proceso de resistencia al matrimonio forzado. Decir no me ha hecho sentir más fuerte y empoderada como persona, desde una edad muy temprana. He comprendido la importancia de tener un apoyo, alguien a quien acudir en un momento en el que una se siente tan vulnerable y sola. Yo no tuve un “valentes i acompanyades” al que acudir en su momento y la verdad es que me hubiese ayudado mucho a sobrellevar una situación tan compleja.
Y ahora, gracias a la asociación, he tenido la oportunidad de ayudar a otras personas, cosa que me permite hacer una labor que sirve para ayudar a otra gente, para que no tengan que pasar lo mismo que yo y que, de esta forma, puedan evitar conflictos familiares.
¿Cuáles son los próximos pasos de la asociación?
Seguir sensibilizando, principalmente, porque aún queda mucho trabajo de visibilizar lo que nos sucede; continuar ampliando la red de trabajo con otros agentes públicos, para reforzarla; seguir dando talleres y poder ofrecer una atención más personalizada a las chicas, la cual debe ser integral y a largo plazo ya que el estado emocional y psicológico en el que se encuentran las afectadas suele ser inestable y requiere un seguimiento.
El matrimonio forzado es una práctica que se debe erradicar y creemos que se podría conseguir en unos 20 o 30 años, a corto o medio plazo. Si hoy sensibilizamos y ofrecemos apoyo a adolescentes y niñas que puedan estar expuestas a este problema y evitamos que se casen, ellas no repetirán el mismo error con sus hijas, digamos que es una generación que salvamos. Para ello, tiene que trabajarse a nivel global y hacer visible el problema, cosa que ya se está haciendo, tanto es así que es un tema que está incluido entre los objetivos de 2030 de la ONU. El objetivo número 5, el de la lucha contra la violencia de género, refiere los matrimonios forzados.
¿Hay más asociaciones como la vuestra?
A nivel estatal, somos la única asociación que trabaja exclusivamente para prevenir los matrimonios forzados a través de la educación, la sensibilización y la intervención en los casos que lo requieran, y nos encontramos en Salt, Girona, donde hay bastante población migrada. Con todo, independientemente del movimiento asociativo, hay varias jóvenes que están llevando a cabo un poderoso ejercicio de resistencia. En “Valentes y acompanyades”, se organizan charlas de sensibilización con la participación de las referentes, pero a su vez, las chicas a las que atendemos y apoyamos en estos procesos, también se convierten en referentes para otras chicas, creando una red de trabajo en cadena. Podríamos decir que cada vez hay más valientes que se han negado, que luchan para estudiar, para retrasar o impedir un posible matrimonio forzado y empoderarse enfrentándose a sus familias, si resulta necesario.
Cabe destacar que existen otras organizaciones, asociaciones y mujeres valientes trabajando desde muchos lugares del mundo con el mismo fin, el de empoderar a otras mujeres y eliminar esta práctica tradicional nociva que impide el progreso hacia una sociedad más respetuosa con los derechos humanos y de la mujer.
¿Qué podemos hacer otras mujeres afro?
Todas las mujeres debemos unirnos, sensibilizarnos, compartir y luchar juntas por nuestros derechos. Pero no se debe olvidar que lo ideal es que sea una lucha conjunta, los hombres también tienen un peso importante y un deber para contribuir al cambio en nuestra sociedad. Lamentablemente, la sociedad es machista, esperemos que cambie, pero de momento, es así. Si los hombres dejan de ejercer el control dentro de las estructuras familiares y las mujeres toman consciencia de sus derechos y se empoderan, darán a sus hijas la libertad para que ellas decidan con quiénes quieren casarse y esto dejará de suceder.
Cuantas más personas estemos sensibilizadas, sepamos qué pasa, dónde acudir y haya más gente trabajando en esto, más chicas podrán recibir ayuda.
Lucía Mbomío
Periodista
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