Los hombres nos violan.
Nos violan en las oficinas, en la esquina y en lugar de trabajo. Nos violan en los campus universitarios y en los reformatorios. Nos violan en casas de lujo de cristal brillante de un millón de euros y de un color dorado llamativo. Y en el portal de una casa, en sus escaleras, con luces tenues, mientras se arrodillan en el suelo pegajoso.
Los hombres nos violan.
Acechando y sin hacerlo, a plena luz del día, los hombres se aprovechan de las que somos inocentes, y de nosotras las indomables también. De aquellas de nosotras que estamos tratando de levantarnos, y de nosotras que ya tocamos el techo de cristal. De nosotras que somos demasiado jóvenes para entender la amplitud de la violación, y de aquellas de nosotras lo suficientemente mayores como para saber que él no tendrá que rendir cuentas.
Los hombres nos violan. Y la sociedad nos avergüenza.
Nos avergüenza por no ir a la policía. Nos avergüenza por esperar demasiado para presentarla denuncia. Nos avergüenza por ser chicas con asnos que ruedan como montañas cuando caminamos. Por ser mujeres con senos grandes o pequeños. Por no tener culo o tetas o por tener demasiado. Por ser bonita o por ser fea. Esos hijos de puta nos avergüenzan por respirar.
Los hombres nos están violando.
No todos los hombres, sino muchos. Los hombres en nuestros hogares, compartiendo nuestras camas, criando a nuestras hijas y criando a nuestros hijos.
¡Los hombres nos violan mierda!
Y vosotros permitís que lo hagan. Permitís la impunidad. Permitís sus carcajadas. Permitís que esos hombres nos tomen por la fuerza, con puñaladas, garras desgarradoras y mandíbulas crujientes relucientes de oro.
Tomado de un texto de Nicole Shawan, víctima de violación
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Me ha emocionado mucho el texto.