Ya ha comenzado el curso escolar en España. Hace ya un mes. Pasamos de tener mucho tiempo y de rompernos la cabeza pensando cómo entretener a nuestros peques a la preocupación del comienzo, la adaptación, nuestro trabajo, todo…
Mi niña venía de una guarde alternativa y el cambio me aterrorizaba…nos aterrorizaba. Pero como casi siempre, para no pecar de absoluta, es más duro para nosotrxs que para ellxs. En casa no hacíamos otra cosa que hablar del tema. Nos imaginábamos un espacio donde todo eran restricciones. Es lo que pasa cuando se tiene sólo un hijo y se va un poco a ciegas con todo.
Para colmo mi nena va al logopeda y eso acentuaba más mi intranquilidad: ¿le harían el vacío por no entenderla? ¿Se negarían a jugar con ella por eso mismo? ¿Sería la única niña mestiza que habría en la clase? ¿Sería eso un problema?
El primer día salió de la mano de nosotros. Por un lado mi marido, por la otra yo. Queríamos arroparla, que se sintiese segura y que sobre todo supiese que nosotros estábamos allí. Entramos y ya desde fuera estaba haciéndose sentir. Abrieron la puerta y yo casi convencida que lloraría un montón cuando tocara entrar a clase. Sin embargo, admito que la subestimé, se fue corriendo al tobogán y unos minutos más tarde hicieron fila y llegó el momento de entrar. Veía a algunos niños que lloraban una barbaridad. En nuestro caso la que lloré fui yo porque Verona entró con cara de sorprendida, pero muy tranquila.
Y así ha sido día tras día. Mis preocupaciones continuaban, pero cuando hablé con la profesora, ya las cosas no me parecían tan malas. He sentido un acercamiento completamente inesperado. Tengo que admitir que muy al principio percibí cierta condescendencia cuando hablaba conmigo, de hecho la primera llamada que hicieron, a quien llamaron fue a mi marido que es español, pero cuando nos sentamos a hablar un largo rato, esa manera de dirigirse hacia mí, cambió completamente.
Ella me ha dicho qué otras cosas puedo hacer para ayudar a mi hija y yo he tomado nota. Todos los días me invento una actividad distinta y se nota cómo va respondiendo. Con lo cual mis temores, aunque aún ahí, han dejado de molestar. Por una parte me siento tranquila porque hacen un montón de cosas: psicomotricidad, manualidades con todo tipo de cosas, la inmersión en francés y hasta he podido apuntarla al ballet que se ha convertido en otro momento de juego y le encanta. Todo esto en una escuela pública, aclaro. Y por otra parte lo siguiente que me preocupaba era su relación con los otros niños. Mi hija Verona es de siempre demasiado independiente. No necesita una amiguita o un amiguito. Ella saluda a todo el mundo y le da igual que haya alguno o alguna que no quiera saludarle. Creo que ni repara en ello. Y si bien es cierto que a veces quiero intervenir, a no ser que vea realmente que tenga que hacerlo, la dejo que ella misma resuelva la situación. Muy a mi pesar, la dejo hacer. Siempre le dejo claro que si hay algo que no le gusta, que lo diga inmediatamente. Y así voy esforzándome para que mis miedos, no sean los de ella. Ella sólo se comporta como una niña sociable y eso no es malo.
A un mes del curso, Verona ya recorre todo el patio en cuanto llega. Va contándole a todos qué almuerzo ha traído, algunos la entienden, otros no, pero a ella le da igual.
Hay una cosa que si me he dado cuenta. Las madres negras, no hablan con el resto de las mamás. A mí sí me saludan, como si fuese alguien cercano. No así con el resto. En mi caso, francamente he visto que todos los padres estamos en las mismas. No he hecho distinción entre unos y otros. En la clase de mi nena hay una niña musulmana, un niño gitano y el resto niños blancos españoles. Ya hay madres que se han acercado a mí preguntando el nombre de Verona y yo me he acercado a otros por las mismas razones.
Luego para absoluta novedad, una de las profesoras de francés es musulmana, de las que llevan velos y todo y su manera de actuar es completamente normal. Nada que objetar. Sólo decir que el hecho que estos niños tengan una profesora tan diferente, es una gran oportunidad. Cuando sean adultos y les dé por juzgar, sin duda la recordarán. Por mi parte siento que todo es tan nuevo, que no me cuesta decirlo, que sí, que sí, que cada día, dejo atrás temores… pero también ciertamente, prejuicios.
Autora: Antoinette Torres Soler
Foto: https://es.pinterest.com/pin/529384131176512235/
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Hola Antoniette, me alegra q tu hija se adapte mejor q tu al colegio. Aster ya va a segundo y la verdad es q estoy encantada, es una niña muy sociable, todos la conocen, la saludan y quieren jugar con ella. En mi colegio hay pocas niñas negras, para Aster las mestizas no son negras, deben ser blancos subidos de color, por q le nombró a una niña y nunca la describe como negra. Yo también me saludo con las mamas negras, hay muy pocas en mi cole y tengo fichadas a todas, sospechó q me toman por loca, pero aún así son amables conmigo y me dan consejos sobre el pelo. Bienvenida al mundo escolar!!!
Me pregunto…, ¿Porque Antoinette Torres Soler (que tiene esta página), no se quedó en Colombia y se fue para España a vivir para que sus hijos gozaran de una Doble nacionalidad que es negar la original? eso de utilizar a otro, país para tirar flechazos, no funciona.por ejemplo, en Venezuela estamos dando una coyuntura para que se reconozca al pueblo negro y que se deseche el apelativo afrodes cendiente, porque ya no hay nada que nos une a los africanos…, pero nos quedamos en Venezuela y la estamos dando desde nuestro parlamento…,, no desde otro país, que es más racista que Colombia y que obtuvo del intercambio seres humanos para después convertirlos en Tierras americanas, en esclavos. A eso llamamos endorracismo orgánico,
Mi querida Nuria Lotera: Ni soy española, ni soy colombiana aunque me honrraría, ni tengo hijos en plural, ni tiro flechazos. Que tengas buen día.