Un trago o shot de tequila se toma mejor con sal y limón. Llevo años saboreando esa bebida cuando salgo a socializar con amigos. En 2009, mientras disfrutaba de un recital en Poets Passage del Viejo San Juan en honor a la fenecida poeta puertorriqueña Ánjelamaría Dávila, me encontré con un par de ojos profundos que se tragaron los míos en el gesto energético de mayor relevancia que experimentaría yo jamás. La mujer al otro lado del salón llevaba viviendo en Puerto Rico apenas 15 días, y sus movimientos corporales tiernos acapararon mi atención escorpiona. Nos fuimos acercando poco a poco entre la multitud y de repente su tatuaje semicircular en el brazo izquierdo chocó con el tatuaje semicircular de mi brazo derecho. “Somos hermanitas de tatuaje”, dictaminé y ella, toda una sangermeña recién mudada de California, se enamoró de mi afro y sonrió. Dialogamos por algunos minutos, intercambiamos miradas, sonreímos de varios modos sugerentes. Grabé para siempre en mi psiquis la imagen de su lunar a mitad de pecho, monumento al que llamaría yo a partir de algunos días “mi pedacito de chocolate chip”. Ella notó que yo tenía entre mis manos algunos textos de poesía, y me preguntó si era maestra. Cuando le dije que sí sin ofrecerle mayores detalles, me preguntó si podía cargarme los libros hasta un nuevo destino más sosegado, en el que pudiéramos hablar con tranquilidad. Accedí y comenzamos una caminata silente pero telepática hasta la calle San Sebastián. Entramos a un lugar que lleva por nombre ‘La sombrilla rosa’, una especia de barra-pista de baile.
Pedimos tequila Patrón y lo bebimos como se debe, colocando en el dorso de la mano el limón exprimido y una pizca de sal para luego brindar, chocar cristal con cristal del vasito, tragar el licor de un sorbo y entonces lamer la sal y el limón depositados en la mano. El efecto es permitir que al final la bebida imite el sabor salado de la Playa Medialuna de Vieques o de Playa Sucia en Cabo Rojo, destinos de El Caribe a los que regreso constantemente a amar.
En aquellas primeras conversaciones la descubrí adoradora de sus sobrinos, idólatra de las celebraciones de cumpleaños de sus cuatro hermanas y apasionada de sus símbolos patrios: su nación y sus padres. Para Zulma Oliveras Vega era igual de importante la desobediencia civil por motivos de adelantar la causa nacionalista, lo mismo que aferrarse a la falda de su madre durante un atardecer isleño.
Antes de despedirnos esa madrugada, le pregunté si deseaba saber cómo verdaderamente se bebía un shot de tequila y me dijo que sí. Acto seguido coloqué el limón y la sal en su extremidad —no en la mía— y una vez ingerí el líquido portentoso, lamí la acaramelada piel machetera de Zulma. Fue recíproco, ella lo hizo también conmigo. Y no volvimos a ser las mismas jamás.
A partir de ese momento compartiríamos el placer de criar una hija, atender una casa, recitar poesía, publicar libros, continuar nuestro activismo y cumplir aniversarios. Discutiríamos a veces, nos enojaríamos algunas otras y nos reconciliaríamos siempre. Como hace la gente que se ama profundamente, nos extrañaríamos a rabiar si por razones de trabajo o estudio permanecíamos separadas por varios días. En cada regreso, nuestros arrumacos estallarían no como simple pirotecnia, sino como nacimiento de estrellas supernovas o enteros sistemas solares. El deseo esencial e inherente por pertenecer a una consolidación mayor de vida, a intercambiar juramentos y prometernos cobijo pleno, seguridad médica y garantía legal se nos ha hecho muy necesario conforme pasan los años.
Por eso en 2014, cuando la Lcda. Ada Conde y su esposa Ivonne Álvarez nos invitaron a su despacho junto al activista Pedro Julio Serrano de la organización Puerto Rico Para Todos para discutir el que Zulma y yo pasáramos a formar parte del pleito legal que le concedería a la comunidad LGBTT de Puerto Rico el derecho al matrimonio, aceptamos. Dimos el sí como mismo lo daremos el día que en nuestra patria se legalicen las uniones entre personas del mismo sexo. Histórico evento que está próximo a ser una realidad quizás en breves días, quizás en breves horas.
Iniciaremos un nuevo capítulo y brindaremos, por qué no, con otro shot de tequila, sal y limón.
Nota: Durante la semana que inicia el lunes 22 de junio, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos anunciará su decisión en Obergefell v Hodges, el caso que podría traer la igualdad de matrimonio para los Estados Unidos y Puerto Rico.
Conde v. Garcia Padilla (formerly known as Conde v. Rius Armendariz)
http://www.lambdalegal.org/in-court/cases/conde-v-rius-armendariz
Conozca a las familias que luchan por el matrimonio en Puerto Rico
http://www.lambdalegal.org/es/20140625_las-familias-de-puerto-rico
Crecen los demandantes de matrimonio gay en P.R.
http://www.metro.pr/locales/crecen-los-demandantes-de-matrimonio-gay-en-p-r/pGXnfz!qzWh7kivtE8XU/
Vaticinio a favor de unión gay en Puerto Rico
http://pedrojulioserrano.com/2014/08/29/vaticinio-a-favor-de-union-gay-en-puerto-rico/
Yolanda Arroyo Pizarro es escritora puertorriqueña. Ha publicado libros que denuncian y visibilizan apasionados enfoques que promueven la discusión de la afroidentidad y la sexodiversidad. Su libro de cuentos Las negras, ganador del Premio Nacional de Cuento PEN Club de Puerto Rico en 2013, explora los límites del devenir de personajes femeninos en época esclavista, quienes desafían las jerarquías de poder. La autora ha ganado también el Premio del Instituto de Cultura Puertorriqueña en 2012 y el Premio Nacional del Instituto de Literatura Puertorriqueña en 2008. Su más reciente obra se titula Lesbofilias (Editora Educación Emergente, 2014).
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