Los recuerdos del pueblo con mamá de testigo
La lluvia había caído el día anterior a la manera de la naturaleza encolerizada. Recuerdo un ruido fragoso alimentando nuestro tejado cubierto de chapas de cinc y la abuela, con el puño en alto, diciendo, ¡lluvia de piedras, menos mal que tu bisabuelo, nietecita, fue emancipado en la época de los mitangan, los blancos! Qué sordera, la del pueblo, y de las niñas especialmente. La cuarentena sabe de soledad. Bajamos al campo de fútbol desoyendo el griterío adulto fundamentado en el miedo a la lluvia de piedras. Era la costumbre de honrar al dios de la terquedad. Y es que llegar al estadio aldeano, colindante con el río y de pie, caminando, sin un resbalón de cabeza, descalificaba el honor de cualquier niña. ¡Al suelo! En grupo, primero lanzábamos cuesta abajo los cubos de cargar el agua de...