
Anoche vi en el Canal Arte la actuación del violonchelista sudafricano Abel Selaocoe en el Rheingau Musik Festival 2025 y aún sigo sorprendida.
Lo que presencié fue mucho más que un concierto: fue un acto de descolonización musical en directo.
En el escenario había una gran orquesta europea de cuerdas, hombres y mujeres. Y al frente, apenas dos africanos: Selaocoe con su violonchelo y un percusionista también africano. Y bastó. Bastó la personalidad y la fuerza creativa de Abel para que toda la orquesta se plegara a su propuesta, para que todos y todas cantaran sus cantos y se adentraran en sus ritos musicales.
Al principio confieso que me resultó extraño. Acostumbrada al canon de la música clásica, aquella sonoridad me incomodaba. No encajaba, parecía fuera de lugar. Seguí escuchando y pronto me encontré con algo nuevo, hermoso, lleno de capas y matices. Un diálogo entre África y Europa que no hacía concesiones a la mirada blanca. Era clásico, sí, y profundamente africano al mismo tiempo.
Selaocoe no suaviza su propuesta para ser aceptado. No decora lo clásico con un barniz exótico. Él reescribe el canon desde dentro, sin complejos, con calidad indiscutible. Eso fue lo que más me impactó: no era un gesto de inclusión, era arte de altísimo nivel. El público lo entendió así también: estaba fascinado.
Esto me recuerda que la música no ha dejado de ser creativa ni innovadora. Los circuitos generalistas nos hacen creer lo contrario. Pero en espacios como el Canal Arte (gratuito y accesible desde cualquier dispositivo) descubrimos joyas como esta: propuestas que marcan el presente y el futuro de la música.
Recomiendo muchísimo que lo busquen y lo vean. Porque lo que hace Abel Selaocoe no se olvida: escribir con su chelo y su voz un lenguaje nuevo, libre y poderoso.

Antoinette Torres Soler
Directora y Fundadora de Afroféminas
Lic. Filosofía. Máster en Comunicación de Empresa y Publicidad.
Cubana y española

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