
A pesar de los tímidos avances en políticas de inclusión y diversidad, el sistema educativo continúa reproduciendo desigualdades estructurales que impactan con más fuerza en las niñas negras y racializadas. Estos fallos son parte de un entramado sistémico que refuerza estereotipos, limita oportunidades y perpetúa el privilegio. A continuación, exploramos diez formas concretas en que esto ocurre:
1. Currículum eurocéntrico y racista
Los contenidos escolares siguen centrando la historia, los logros y las referencias culturales blancas y occidentales. Las contribuciones de personas racializadas —y especialmente de mujeres racializadas— son ignoradas, exotizadas o reducidas a «días temáticos». Esto refuerza la idea de que lo blanco es lo universal y lo demás es anecdótico.
2. Baja representación del profesorado racializado
La mayoría del personal docente es blanco, lo que crea una brecha de representación que afecta la autoestima y el sentido de pertenencia de las niñas racializadas. La falta de referentes cercanos refuerza la idea de que enseñar o liderar no es «para ellas».
3. Expectativas bajas y sesgos del profesorado
Estudios muestran que los docentes tienden a tener menores expectativas sobre el rendimiento académico y comportamiento de las niñas racializadas, especialmente si son negras, gitanas, indígenas o migrantes. Esto se traduce en menos apoyo, menos estímulos y un trato más punitivo.

4. Violencia simbólica y racismo cotidiano
Desde comentarios «inocentes» sobre su cabello o acento hasta bromas racistas en el aula, las niñas racializadas enfrentan microagresiones constantes que afectan su salud mental y su vínculo con la escuela. Muchas veces estas agresiones son minimizadas o ignoradas por el personal educativo.
5. Castigos desproporcionados
Diversos estudios evidencian que las niñas negras, por ejemplo, son castigadas con más frecuencia y severidad que sus compañeras blancas por el mismo comportamiento. Se las percibe como «problemáticas», «agresivas» o «poco femeninas», lo que las coloca en una posición de constante vigilancia.
6. Falta de apoyo psicosocial y emocional
Las niñas racializadas enfrentan múltiples capas de discriminación (por género, raza, clase, idioma, etc.) que impactan en su bienestar emocional. Sin embargo, el sistema escolar rara vez ofrece espacios seguros o apoyo emocional adaptado a sus realidades.
7. Barreras lingüísticas y desprecio al bilingüismo
Las niñas migrantes que hablan otros idiomas suelen ser tratadas como «atrasadas» en vez de reconocer su riqueza lingüística. El sistema no valora el bilingüismo ni provee recursos adecuados para su aprendizaje, lo que dificulta su integración y autoestima.
8. Desigual acceso a programas de excelencia
Las niñas racializadas tienen menos probabilidades de ser recomendadas para programas avanzados, actividades extracurriculares o liderazgos escolares, incluso cuando tienen el rendimiento necesario. Esto perpetúa las brechas de oportunidad a largo plazo.
9. Ausencia de educación antirracista e interseccional
La mayoría de los programas escolares no abordan el racismo estructural ni ofrecen herramientas para comprender la interseccionalidad. Esto no solo afecta a las niñas racializadas, sino que reproduce entornos educativos que normalizan la exclusión y la discriminación.
10. Silenciamiento de sus vivencias y conocimientos
Cuando las niñas racializadas comparten sus experiencias de discriminación o cuestionan la narrativa dominante, a menudo se las desacredita o invisibiliza. Se espera que se adapten, callen o «agradezcan» estar ahí, en lugar de reconocer sus voces como parte fundamental del proceso educativo.
El cambio empieza por reconocer la desigualdad estructural. Esto no es victimismo, es una forma de exigir justicia. El sistema educativo no puede ser verdaderamente transformador si sigue reproduciendo opresiones. Escuchar, creer y empoderar a las niñas negras y racializadas es un paso esencial hacia una educación realmente inclusiva, antirracista y feminista.
Redacción Afroféminas
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