
Layla Dris Hach-Mohamed, una melillense de 54 años, fue nombrada el pasado enero comisaria jefa provincial de la Policía Nacional en Jaén, y esto ha provocado un cortocircuito en la mente de algunos racistas. Una mujer, musulmana, en un puesto de poder dentro de la Policía. Para algunos, esto debe ser el fin de los tiempos. Para los demás, es simplemente justicia poética.
Un currículum que no deja espacio para el racismo
Layla Dris ingresó en la Policía Nacional en 1995 y desde entonces ha acumulado méritos a una velocidad que haría sudar a muchos de sus detractores. Es licenciada en Óptica y Optometría por la Universidad de Granada, en Ciencias Policiales por la Universidad de Salamanca y en Derecho por la UNED. Además, habla cuatro idiomas (francés, inglés, español y árabe). Vamos, que probablemente entienda los insultos que le dedican en redes en más de un idioma y pueda responder con la elegancia que la caracteriza.
Ha trabajado en la Brigada de Policía Judicial en Las Palmas de Gran Canaria, ha combatido el crimen organizado, ha sido jefa de un contingente español en una misión de la ONU en Haití y hasta ha protegido la Alhambra. ¿Y cuál es la queja de algunos? Que su nombre no es «María del Carmen» y que, horror de horrores, es musulmana.
El nombramiento de Layla Dris ha desatado una ola de indignación entre quienes creen que la Policía debería seguir siendo un club exclusivo de «auténticos españoles» (léase: hombres blancos de derechas con un amor especial por los toros y las banderas enormes). En redes sociales, no han tardado en aparecer comentarios delirantes acusándola de ser una «infiltrada» o insinuando que en cualquier momento cambiará las sirenas de los coches patrulla por cánticos de almuédano.

Coalición por Melilla (CpM) se ha pronunciado al respecto, expresando su asombro ante el nivel de odio generado por el ascenso de una mujer que, ironías de la vida, probablemente haya trabajado más por la seguridad de España que muchos de sus críticos de teclado. Pero claro, qué se puede esperar de quienes ven una conspiración en cada persona racializada que accede a un puesto de poder.
Lo que más incomoda a estos racistas es la contradicción en la que viven. Por un lado, piden «ley y orden» con lágrimas en los ojos cada vez que ven una noticia sobre inmigrantes. Por otro, se revuelven cuando alguien como Layla Dris, que representa precisamente ese «orden» que dicen defender, accede a un puesto de mando. O sea, quieren más seguridad, pero no si la seguridad viene con acento melillense y apellidos árabes. Es como si un pirómano se quejara de que los bomberos llevan casco.
Una lección que algunos aún no han aprendido
El nombramiento de Layla Dris no debería ser noticia porque sea musulmana o mujer, sino porque es una profesional con un currículum impecable. Sin embargo, el racismo estructural de España hace que este tipo de logros siempre tengan que ir acompañados de un debate absurdo sobre identidad, como si la competencia para un puesto dependiera de los apellidos y no de la experiencia.
Para quienes aún no lo han entendido: España no es solo un país de blancos católicos. Es un país diverso, y esa diversidad también debe reflejarse en sus instituciones. Y si eso incomoda a algunos, tal vez deberían considerar emigrar… aunque, ironías de la vida, no lo van a poder hacer a los Estados Unidos de Trump. Allí el español está mal visto.
Layla Dris no es un ejemplo de mérito y esfuerzo. Su nombramiento es un hito en una sociedad que avanza. Y a los que les duele… que se tomen una tila.
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