jueves, noviembre 21

El museo migrante en el pabellón español de la Bienal de Venecia



El pabellón de España en Venecia aloja un museo subversivo que se ofrece como una galería de arte occidental con trampas para el espectador y bajo la que se esconden sus verdaderos protagonistas: los migrantes, tanto humanos como no, que reivindican desde sus salas su visibilidad.

Sandra Gamarra Heshiki, la primera artista no nacida en España cuyo proyecto representa a este país en la 60 Bienal de Venecia, ha llenado de “trampas” para el espectador las salas de su ‘Pinacoteca migrante’, una aparente galería histórica de arte occidental donde se trata la noción de “migración”, en sus múltiples facetas.

Comisariada por Agustín Pérez Rubio, las cinco salas de esta pinacoteca, que ha sido presentada hoy a los medios de comunicación en los días previos a la inauguración de la Bienal el próximo sábado, conducen a un jardín interior.

En su recorrido presentan diferentes temas de las tradiciones pictóricas clásicas, como el paisaje, la naturaleza muerta, la ilustración científica y el retrato, para criticar así el concepto hegemónico occidental que fue exportado a las antiguas colonias.

Y aunque Gamarra se apropia de las pinturas clásicas como una “herramienta de empoderamiento” sobre una iconografía que fue impuesta en las colonias, explica el comisario, todas ellas son diferentes.

Así, en la sala ‘Tierra virgen’ muestra una serie de pinturas de paisajes de grandes dimensiones, pinturas “románticas” que se traen a la época contemporánea con textos de escritores, pensadoras ecofeministas o intelectuales que critican el uso que se da al planeta.

‘El gabinete de la extinción’ muestra los “tesoros” del colonialismo e incluye ilustraciones botánicas clásicas intervenidas con manos en actitud de trabajo y presentan conocimientos ancestrales sobre las hojas de coca, lejos de la percepción de los estados.

También pone en evidencia el trato a la naturaleza, ya no solo lo que pasa en la Amazonía sino lo que ocurre en la ‘españa vaciada’ , a través de pinturas de pequeño formato a la manera de postales para denunciar “esa forma de ver la tierra solo como una generadora de bienes y que cuando deja de hacerlo, se despoja, se abandona o sirve de basurero”, explica Gamarra.



Otro gabinete, el del “racismo ilustrado”, destaca cómo, según explican Gamarra y el comisario del pabellón, se ha perpetuado “el racismo” desde la Ilustración con métodos para sostener la idea occidental de supuesta superioridad.

Entre lo expuesto en esta sala se encuentran las huchas del Domund que, señala el comisario, durante la dictadura franquista enmascararon a veces bajo forma de ayuda o cooperación diferentes formas racistas.

El ‘Retablo de la naturaleza moribunda’ se dedica a los bodegones, escenas congeladas que Gamarra ha usado para hacer una metáfora de la aceleración económica y la sobreproducción.

Y sobre un cuadro clásico de un paisaje de Fortuny se superpone un vertedero de plásticos de los cultivos de Almería. O, en la réplica de gran formato de ‘El mapa de Potosí’, introduce pancartas en las que se puede leer: “litio para hoy, hambre para mañana2.

En la sala titulada ‘Máscaras mestizas’ se accede a una galería de retratos y sus prácticas “coloniales”, de la forma en cada sociedad imagina

Las intervenciones llevadas a cabo por Gamarra parten de pinturas, desde la época del Imperio hasta la Ilustración, procedentes de colecciones de arte y museos de toda España con las que ha entrelazado sociología, política, historia del arte y biología.

Las salas finalizan en el Jardín Migrante, que se presenta como una contranarrativa al museo histórico, un jardín interior habitado por doce monumentos que recuerdan a personajes clave de las comunidades colonizadas y en las que se invita al espectador a descansar.

Aunque las obras base sobre las que ha trabajado Sandra Gamarra parten de una investigación de todo el patrimonio español, “la sensación es que puedes estar en un museo que puede ser la National Gallery de Washington, el de Basilea o cualquier museo clásico”: “El público reconoce el entorno y esa es la trampa a donde lleva la artista para que el espectador se crea el relato como verídico”, explica el comisario.

A partir de ahí, las pinturas se revelan o rebelan en un doble sentido: “revelan o destapan pero también hay una rebelión” para traer el pasado al presente, sostiene. EFE



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