Fue escenario colonial y proveedor de estereotipados personajes, como pasaba en ‘Tintín en el Congo’, pero en los últimos años África exporta talento e historias propias que atraen a Marvel o DC (Warner) y a plataformas como Disney+, un largo camino del que es reflejo Joëlle Epée, autora, impulsora de un certamen en el Congo y comisaria de la ambiciosa exposición ‘Kubuni, narrativas gráficas del África’, que preside el Salón del Cómic de València.
Precoz devoradora de historietas, admite que entonces no reconocía los tics racistas de algunas historias. “Cuando era joven y leía Asterix, Lucky Luke, Lady Oscar, Las leyes del deseo… no me identificaba con el color de la piel, me identificaba con los sueños, sufrimientos, éxitos y fracasos de los personajes”, recuerda en una entrevista.
“Fue más tarde cuando vi el racismo, si puedo decirlo así, de cómo las personas negras eran representadas en algunos libros, no en todos, y en algunos dibujos animados. No nos veían igual que a los occidentales. Nos veían como niños, o como adultos pensando en vivir como niños, veían pobres, mujeres que solo querían casarse con hombres blancos y gente que solo soñaba con vivir en Europa.. no me podía identificar porque esos no eran mis sueños”, apunta.
En los últimos años la relectura de ‘Tintín en el Congo’, publicado en 1931, ha sido una de las más polémicas y Epée defiende que eso le sucedió incluso a Herge, su creador. “No era un cómic que le gustara. Confesó que lo escribió marcado por el ambiente social que había entonces. Era joven, un veinteañero, y dibujó lo que oía a la gente pero no era verdad. Cuando supo la verdad, no aprobó su propio cómic pero lo triste ahora que está muerto es que nadie contextualiza su visión”, lamenta.
“Para mí, ‘Tintin en el Congo’ era un cómic con personas negras que no eran yo. Yo pensaba ‘ok esto no somos nosotros, ni hablamos ni nos comportamos así’ y entonces encogía los hombros y seguía. En Tintín hay muy pocas mujeres, yo me identificaba con el reportero y sus aventuras y me divertía. Tardé en sentirme ofendida”, confiesa.
De hecho, Epée pronto reconvirtió ese sentimiento en una necesidad de acción. “Mi idea no era cómo nos estaban reflejando los occidentales sino que no estábamos mostrando cómo nos veíamos a nosotros mismos, que no estábamos haciendo suficientes cómics para enseñar nuestra cultura. Dedicábamos demasiado tiempo a leer y procesar cómo nos ven y nos tratan los occidentales”, afirma.
Ese es el objetivo que persigue Elyon’s, pues así firma sus historietas. “Quería contar mis propias historias con personajes de mujeres negras que no vivían en pueblecitos sino con internet y ‘smartphones’, que su africanidad es de un país específico, que entran en contacto con culturas occidentales e interactuán, que tienen problemas y deben procesarlos”, desgrana. Las migraciones y diásporas pueblan sus novelas.
Nacida en Camerún en 1982, Epée asegura que siempre tuvo claro que este era su mundo. Dibujos en la televisión desde los cuatro meses, películas de Disney y cómics europeos y japoneses después. A los siete años, empezó su primer cómic.
Sus referentes fueron muy parecidos a los que podía tener entonces cualquier joven europeo, aunque tal vez por razones distintas, dado que era mujer, negra y vivía en un país en vías de desarrollo.
“Me gustaba Lucky Luke, era tipo solitario, que hablaba con su caballo y yo me sentía un poco así. Era una chica joven y nadie me creía cuando decía que iba a hacer del cómic mi forma de vida. Spiderman me impactó porque tenía superpoderes y al mismo tiempo problemas económicos y emocionales. Luego estaba ‘Lady Óscar ’, un manga japonés de una chica que creció como un chico. Vivía en un mundo de hombres pero deseando como una mujer y me identificaba mucho porque yo crecí rodeada de chicos. Me hice a mí misma como un hombre para encontrar mi lugar”, recuerda.
“Tuve que construirme un blindaje para existir como una mujer africana que vivía en Africa, con solo un pasaporte y una nacionalidad, y conquistar el mundo. Puedes pensar que ser mujer es un muro o que es una montaña que escalar. En un momento decidí que si sólo había hombres yo sería la primera mujer. Crear mi propio espacio me motivaba porque, obviamente, no me lo dieron. Una mujer soltera en un mundo lleno de hombres, solteros, casados, jóvenes, mayores, pervertidos… no fue fácil pero valió la pena. Estaba construida para resistir y confrontar”, asegura.
La exposición ‘Kubuni, narrativas gráficas del África’ ha podido verse en durante el salón del Comic de Valencia.
Tras acabar de formarse en Bélgica regresó a África pero esta vez al Congo, donde montó el Bilili BD, un certamen con el que completó su visión del cómic que se hace en el continente. Pero en realidad, el cómic africano no existe, defiende.
“Es una etiqueta, igual que no se puede hablar del cómic asiático, como mucho del japonés, del coreano o del chino. Tampoco hay un cómic europeo, tienes cómics hechos en Finlandia o en Polonia, Francia, Bélgica o España. La cultura es diferente aunque se viva en un mismo continente. En África hay al menos cinco grandes regiones y cada una de ellas tiene muchos países diferentes aunque puedas encontrar lazos”, reconoce.
Ese conocimiento le llevó a ser una de las comisarias de ‘Kubuni, narrativas gráficas del África’ en el salón de Angulema, el más importante en Europa. “La gente venía pensado ‘Quiero ver cómics con África y luego salían pensando ‘oh no sabía que los cómics de Nigeria era así’ o ‘no sabía que en Senegal la gente trabajaba con etiquetas americanas o que ahí usaban la tinta de esta manera”, apunta.
La exposición confirma también el creciente interés en el continente. La keniana Kugali acaba de estrenar Iwájú en Disney +, la editorial estadounidense Dark House ha firmado un acuerdo con los estudios Youneek, del mismo país. Además el sudafricano estudio de animación Triggerfish es colaborador habitual de las grandes plataformas de ‘streaming’ y en Marvel y DC las temáticas africanas se multiplican.
“El continente está lleno de historias increíbles y de leyendas. La gente no sabe que tenemos una historia enorme y profunda y creo que son los nativos del continente quienes mejor pueden contarlas. Cada vez más compañías están contratando a artistas que viven en África para contar historias de África, creo que es un buen equilibrio».
«Los autores no tienen que emigrar, porque no todo el mundo quiere hacerlo, normalmente se van por una guerra o por dificultades. Si se puede construir historias que el público general pueda consumir de manera sencilla sería perfecto. Llevará tiempo encontrar un equilibrio, pero no es imposible”, desliza.
EFE. Valencia.
Descubre más desde Afroféminas
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.