El músico y productor Nacho Cano, uno de los componentes del mítico grupo de pop español Mecano, se ha convertido en los últimos tiempos en un ariete de eso que llaman “guerra cultural”. El gran artefacto con el que el músico contribuye a este sarao del falangismo posmoderno, y que sirve para contentar al conservadurismo hispano, es el musical “Malinche”, que se está representando en el IFEMA de Madrid.
La prensa conservadora de la capital, recibió con entusiasmo este artefacto fastuosamente kitsch, epítome del revisionismo histórico. No hay que olvidar la relación personal de la presidenta de Madrid con el músico, y el apoyo de este a su última campaña electoral con genuflexiones incluídas.
La producción de Cano tiene la misma calidad interpretativa y de guión que la payasada performática que hicieron los ultraderechistas de VOX en su reciente acto de glorificación fascistoide. Además tiene el mismo objetivo, contar esa historia de España y de la conquista que vendía el franquismo. Una versión bobalicona y hortera que cuenta la historia de la llegada de los españoles a América como una suerte de encuentro cultural, cuando no de liberación de los pueblos subyugados.
El propio Cano declara que no se pueden mirar los hechos históricos de hace 500 años con los ojos actuales. Sin embargo convierte en una historia de amor romántico a lo Pretty Woman, la relación entre el invasor Cortés y Malinche.Luego está el ridículo de presentar como una liberación la cristianización de los pueblos originarios hecha a sangre y fuego, y ventilarlo con un «pasaron muchas cosas malas, pero no hay que centrarse en ello».
El pecado de Cano, uniéndonos a los términos de la evangelización, es la falta de escrúpulos. Cuando decidió contar esta historia, con un tono frívolo y memo, pasó por alto una herida abierta en Abya Yala, y en el propio México, que sigue supurando. Esa historia escuece, no solo por lo que pasó hace 500 años, sino por las consecuencias de aquello que hoy siguen sufriendo las poblaciones originarias, particularmente en México.
Antes de la llegada de los europeos ya existían civilizaciones con más de 60 millones de habitantes. Los colonizadores exportaron al continente americano enfermedades que arrasaron con la población nativa, además de masacrar a miles de civilizaciones indígenas, lo cual supuso la muerte del “90% de la población precolombina, o lo que es lo mismo, alrededor del 10% de la población mundial de la época.
Esta catástrofe demográfica impulsó el comercio esclavista de africanos. Los españoles suplieron la mano de obra indígena, a la que habían aniquilado, por braceros africanos esclavizados, que trabajaron en las minas y las plantaciones para enviar la riqueza a la metrópoli. Ese fue el origen del crimen cometido contra el pueblo africano.
Sobre la dulcificación del mestizaje, que glorifica el musical de Cano, habría que irse a las fuentes históricas. A pesar de que los matrimonios mixtos estaban permitidos para promover la evangelización, los españoles solamente se casaban con las nativas provenientes de las elites o la nobleza, aunque continuaron teniendo hijos ilegítimos con las esclavizadas, sirvientas o mancebas, ya que, en muchos casos, tenían a su esposa legítima en la península. La inmensa mayoría de este mestizaje fue producto de las violaciones, o simplemente las mujeres indígenas y personas esclavizadas no se resistía, ya que la alternativa era la muerte o el hambre.
Carlos V prohibió que “mulatos” (término detestable de la colonización), mestizos y cualquier hijo ilegítimo pudiera acceder a cualquier cargo municipal, posición pública o repartimiento en las Indias. No tener sangre pura española era signo de inferioridad, y cuanto más «sangre» española, mayor era la jerarquía social del individuo; incluso para tener acceso a la educación superior había que presentar un examen de «pureza de sangre». Esto generó un sistema de castas en los territorios conquistados.
Al parecer, Nacho Cano ha tenido la bendición del Instituto Antropológico de México e incluso de la esposa del presidente mexicano. Esto se esgrime como coartada y justificación para este bodrio racista.
A quién no ha pedido asesoramiento Nacho Cano es a los más de 11 millones de nativos que aún viven en México. Viven en condiciones heredadas de esa conquista que su musical glorifica y bendice. Todavía hoy, pertenecer a los pueblos originarios en México es sinónimo de vivir en la pobreza, de seguir siendo discriminado, de tener altos índices de analfabetismo o de tener dificultades de acceso al trabajo,a la vivienda y a la salud. Ser nativo en México y en Latinoamérica es vivir el racismo a diario.
La Web del musical comercializa productos pretendidamente aztecas, incluídos peluches o vasos de chupito de deidades de los mexicas. Si alguien busca una definición de apropiación musical, es esta.
Resulta hiriente ver como, en el colmo de la desvergüenza, convierte en mercancía de su tienda para engordar su bolsillo (pendientes, peluches o incluso vasos de chupito), elementos sagrados y deidades de la cultura Azteca, uniendo a la humillación de la mentira histórica, el escarnio de la apropiación cultural.
El musical es una afrenta, un puñal más en la memoria. No se puede glorificar el expolio, el crimen y la limpieza étnica.
La Declaración de la Selva Lacandona del Ejército Zapatista (EZLN), aquellos que se levantaron por la dignidad de los pueblos indígenas en México, proclama:
“Nuestra lucha es por la historia, y el mal gobierno propone olvido”
Nacho Cano, no solo propone olvido. Propone mentira, burla, apropiación cultural y vergüenza para aquellos pueblos que fueron despojados en la “larga noche de los 500 años”.
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Qué bueno que lo pusieron en palabras. Llegué desde Puerto Rico (otra ex colonia española cuyos nativos desaparecieron por el exterminio y la esclavitud) a Madrid en septiembre, y fue a ver Malinche atraída por el cariño que le tuve a Mecano. Cuál no era mi horror viendo el guion y la manera superficial y manipulada de contar esta historia. Al final, la gente aplaudía, mientras yo apenas podía contener la rabia. Se me caía la quijada por cómo se celebró aquella chorrada avergonzante.