Kasapa es la principal cárcel de la ciudad de Lubumbashi, situada en el sur de la República Democrática del Congo. A primeros de septiembre de 2020 el responsable de la policía advertía de que carecía de las debidas condiciones de seguridad, lo que hacía especialmente vulnerables a las mujeres presas allí -unas 60 sobre un total de 2.000 internos, aunque su capacidad era de 800- Antes, en agosto, varios funcionarios advirtieron de un inminente motín de un grupo de presos especialmente peligrosos…
El 25 de septiembre de 2020 un grupo de 15 presos tomó la cárcel, con la ayuda de otros internos, y funcionarios y policías huyeron, quedando todas las instalaciones en su poder. Varios edificios ardieron. Uno de ellos era el que ocupaban, separadas de los hombres, las mujeres detenidas en la cárcel, que tuvieron que huir al patio de la prisión para salvarse. Durante tres días -hasta que otro grupo de presos controló la situación y tomaron la prisión las fuerzas de seguridad- 57 mujeres, incluidas menores, vivieron a la intemperie, sin comida ni agua ni medidas higiénicas… Durante esos tres días fueron violadas reiteradamente por los otros presos, tanto con violaciones individuales como en grupo. Se tiene la certeza de que ninguna de ellas se libró de estas agresiones, incluida una mujer que estaba de visita.
«El personal penitenciario, los funcionarios de la ONU y los defensores de los derechos humanos locales dijeron a Human Rights Watch que la mayoría de las mujeres detenidas, posiblemente todas, habían sido violadas, pero algunas no denunciaron al fiscal por temor al estigma asociado con la agresión sexual», citaba en su informe HRW.
“Fue la primera noche; tres hombres vinieron a llevarse a mi hija pero yo la protegí. Me llevaron en su lugar, junto con otras dos mujeres; mi bebé se cayó de mi espalda y nos violaron a las tres. Nos ordenaron no mirarlos, de lo contrario nos golpearían» contaba una interna, madre de un niño de meses y de una niña de tres años que convivían con ella en la prisión.
“Eran alrededor de las 11:00 pm en ambas ocasiones. Había tantos de ellos que no puedo decirles exactamente cuántos. Se apresuraron a venir sobre mí, todos querían tomar su turno” era otra de las declaraciones de una interna que publicaba HRW sobre aquellos tres días de terror.
Pero estos no iban a acabar para estas mujeres que no recibieron ninguna atención ni sanitaria ni legal por parte de las autoridades; ni ginecólogos ni jueces acudieron a la cárcel. Fue el 30 de septiembre cuando una ONG acudió, con limitados medios, a atender a aquellas mujeres que durante dos semanas más durmieron a la intemperie. Además de que sólo pudieron atender a la mitad, llegaban tarde para ser eficaces ante posibles contagios de VIH o embarazos por lo ocurrido. Hasta un mes después no recibieron medicamentos o botiquines por parte de las autoridades.
Más grave aún fue que, aparte de lo citado, no hubo más atención hacia las mujeres y menores violadas en la prisión de Kasapa hasta que a finales de noviembre, Radio France Internacional, a través de su corresponsal Sonia Rolley denunciaba el 30 de noviembre el completo olvido que sufrían. Médicos Sin Fronteras instaló un hospital de campaña donde trató a todas las mujeres durante dos semanas, no dejando de advertir que seguían expuestas a ser violadas por el resto de los presos.
Al menos siete de estas mujeres, incluida una menor, quedaron embarazadas tras aquellas violaciones. Un número indeterminado fueron contagiadas de SIDA u otras enfermedades y la mayoría sobrevive con daños físicos o psicológicos sin la debida atención. Más aún, son muchas las que guardan el secreto ante sus maridos ante el riesgo de que estos las echen de sus casas y se conoce el caso de uno que dejó de visitar a su esposa tras conocer que había sido violada.
Pero el inicio del juicio, más de un año después, no está haciendo más que alargar el sufrimiento de las víctimas que en ningún caso encontrarán justicia puesto que sólo hay diez acusados. Además las víctimas acuden al juicio sin la protección suficiente para no ser represaliadas tras declarar aunque, lo peor, quizá, estaba por llegar: el 28 de octubre era la fecha de comienzo del juicio… pero la audiencia no se celebró: no había fondos para trasladar a los acusados desde la cárcel donde ahora se encuentran, a 115 kilómetros de Lubumbashi. Así que, en una situación esperpéntica, fueron mujeres, las de UCOFEM -Unión Congolesa de Mujeres Periodistas- junto a otras organizaciones femeninas, las que recaudaron los 450 dólares necesarios para que los acusados pudieran ser trasladados al juzgado el 11 de noviembre. Aún así el juicio quedó suspendido por irregularidades, según el juzgado, y ante la negativa de los acusados a presentarse voluntariamente.
En algunas circunstancias, en algunos lugares, el único sitio seguro para las personas es la cárcel. En la República Democrática del Congo, donde las violaciones a mujeres es algo cotidiano que puede venir incluso de un vecino y el propio hogar no está libre de prácticas similares por parte del esposo, ningún lugar es seguro para las mujeres congoleñas.
@CongoActual
(Publicado originalmente en elcongoenespanol.blogspot.com)
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