Ignacio Garriga es uno de los personajes más grotescos de la política europea. Su absoluta falta de talento político, su discurso pacato (incluso para la extrema derecha actual) y su propia identidad, le convierten en un interrogante que causa lástima.
En una refriega en Twitter la ultraderechista Macarena Olona respondía con este twit al periodista Antonio Maestre sobre la presencia de nazis en los actos de VOX:
La función de token del diputado por Barcelona de VOX queda clara con el comentario. Garriga aparece cada vez que se acusa de racismo a la formación neofascista. Periodistas de extrema derecha afines a la formación, todos sus cargos electos y simpatizantes variopintos sacan a pasear a Garriga como la gran prueba de que no son xenófobos o racistas.
En todas las manifestaciones y actos del partido de Garriga puede verse simbología franquista y neonazi. Los skinheads pululan entre los asistentes y las frases de odio racial son frecuentes. En los mítines de VOX hay un odio implícito, soterrado, que se siente al pasar cerca. Lo he vivido.
La asociación entre racismo es tan clara, tan incontestable, que por si sola explica la preminencia del candidato a la Generalitat por la formación verde. Que mejor que una persona afrodescendiente para callar cualquier acusación de racismo. Además en el ámbito catalán donde el tema principal es el nacionalismo, les puede resultar útil para acusar de racismo a sus adversarios.
¿Pero qué es lo que hace que una persona afrodescendiente se decida a formar parte de los que desprecian su identidad?
El caso de Garriga es particular. Desde luego no es como Bertrand Ndongo, el típico oportunista que ve en las formaciones populistas una ocasión de medrar. Garriga es otra clase de militantes de la extrema derecha populista. De clase alta, pertenece a la burguesía catalana. A pesar de lo que dice según le interesa, no es de origen migrante. Su madre vino a España mandada por su abuela a formarse, y estudió en la Universidad de Navarra, privada. Viene de esas familias que pertenecía al aparataje franquista, del colaboracionismo en Guinea Ecuatorial, de ideario conservador y ultracatólico. Su madre fue militante de Alianza Popular.
Su esencia ideológica está en ese catolicismo ultraconservador. Es esa representación del privilegio que sus familias siempre tuvieron. Un españolismo casposo y franquista de pasodoble y fajines de generales. Es un producto burgués que teme sobre todo al pobre, al desposeído. Para él, como para su familia, el color de piel no le define, como ha dicho en alguna ocasión. No es diferente a muchos otros afrodescendientes que prefieren no ver el racismo que les atenaza, y tienden a culpabilizar a la víctima de su situación. Esa idea del privilegio de que quien sufre discriminación o desposesión es porque no se ha esforzado lo suficiente.
En el reciente episodio en Barcelona donde un grupo de neonazis acudió a la manifestación de VOX, la formación ha intentado desmarcarse de los mismos llamándoles chusma. El partido ultra está intentando desligarse de los neonazis ante la incomodidad de justificar alianzas con supremacistas blancos teniendo un candidato negro. Les va resultar difícil cuando sus actos publicos muchos de los que conforman su seguridad pertenecen a bandas nazis.
Cuando David Duke, líder histórico del Ku Klux Klan, felicitó a VOX por sus excelentes resultados electorales, le preguntaron a Garriga si no le resultaba incómodo, respondió: “no sé los motivos que le han llevado a felicitarnos. Quiero creer que por su afinidad con Trump o porque también está en contra del establishment. […] nos ha felicitado él a nosotros, no al revés”.
En esta respuesta se ve la esencia de Garriga. Tiene más afinidad con David Duke que con un migrante de Senegal. Ya sabéis, la caridad cristiana.
Elvira Swartch Lorenzo
Colaboradora habitual en Afroféminas. He trabajado de todo. Hija de migrantes afrocolombianos.
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