Queen’s Gambit ha iniciado una importante conversación sobre representatividad en los deportes, sin duda, esta serie de Netflix ha fascinado a las audiencias de diversos países gracias a una combinación certera entre actuaciones, vestuario y trama. Esta serie tiene todas las armas para conquistar distintos tipos de público. Sin embargo, después de verla me quedé con la sensación de que una serie que se pregunta por los roles de las mujeres en historia peca al invisibilizar y minimizar una pieza clave del juego: la reina negra, Jolene.
Beth Harmon es la protagonista de la serie. Una niña que queda huérfana a la tierna edad de nueve. Beth es llevada a un orfanato, donde conoce a Jolene; una joven negra, algo mayor que la saluda intempestivamente, preguntándole qué fue lo último que le dijo su mamá antes de morir. Poco a poco este personaje se va filtrando en la rutina de la protagonista, mostrándonos algunas capas sobre su personalidad y su historia. Jolene tiene algunos problemas actitudinales, vemos esos cortes en que Beth la encuentra siendo reprendida por su lenguaje. O las escenas más relevantes para lo que será la historia de la famosa ajedrecista: Jolene dándole consejos sobre el consumo de fármacos.
Durante ese periodo de tiempo que pasan juntas en el orfanato notamos que Jolene se convierte en ruido de fondo. En el contexto de la serie no parece una decisión arbitraria, sino que responde a la obsesión que tiene Beth por ser la mejor jugando ajedrez; todo para la protagonista se convierte en ruido de fondo, excepto el juego. En esos primeros momentos juntas, la audiencia puede entender los vacíos en la historia de Jolene, porque estamos conociendo a Beth. No obstante, se ven esas dinámicas propias del tokenismo, cuando es Jolene el único personaje que le responde preguntas a Beth. Entonces, el personaje pierde consistencia, se vuelca por completo a ser quien se encarga de facilitarle las cosas a la protagonista, aún cuando dura mucho tiempo fuera de foco. Bien sea para preguntar qué significa cocksucker o por la urgencia que trae la abstinencia de los tranquilizantes, Jolene vuelve a la pantalla solo para salvar a la protagonista. Su amistad parece no requerir de ninguna clase de reciprocidad, Jolene estará ahí para Beth sin importar nada.
No puedo evitar preguntarme por su historia. Una jovencita negra en Kentucky en los años cincuenta en el mismo orfanato que niñas blancas, tratada y cuidada con la misma diligencia, me parece utópico. Sin embargo, se lo perdono a la serie, porque, de nuevo, Beth es quien lidera la historia. Lo que parece imperdonable es que ella sea otra ficha en un juego de simpatías. También están jugando con nosotres como audiencia, porque nos descolocan, nos desorientan; olvidamos que Jolene ha sido tan parte de la historia de Beth como el ajedrez.
Cuando Beth deja el orfanato es claro para la audiencia que no es un lugar al que ella quiera regresar ni rememorar. Deja atrás a las personas que allí amo. La vida de la reina del ajedrez sigue su curso y su ascenso. Jolene, bueno no sabremos nada de ella hasta que Beth es adulta, lo cual, reitero, no es inconsecuente con la personalidad de la protagonista. Al contrario, responde a sus dinámicas interpersonales de manera muy coherente, ella siempre boga por su siguiente movimiento en la vida y en el ajedrez, ¿por qué tendría que ser diferente con Jolene?
Lo que resulta inconsecuente en la vida de ambas mujeres es su reencuentro. Recordemos que el tokenismo usa a los personajes negres como medios, y no hay un desarrollo suficiente que justifique sus acciones, deseos, diálogos. Bueno, para nuestre pesar, Queen’s Gambit no es la excepción. Jolene cae del cielo, regresa como un ángel salvador a la vida de Beth y está ahí para mover la trama.
Jolene regresa como una mujer resuelta, la excusa del reencuentro es el funeral del conserje del orfanato, el hombre que le enseñó a Beth a jugar ajedrez. Recordemos que Jolene aparece en la vida de Beth cuando ella está en su peor momento: posesa por su alcoholismo, la pérdida de su madre y el vergonzoso juego contra Borgov. Años sin saber de Beth, pero ahí está, dispuesta a ser un hombro donde llorar, dispuesta a darle apoyo incondicional y con una vida estable a nivel profesional, romántico y económico.
Lo que más me sacó de quicio con el rol de adulta de Jolene es que la serie trata de justificar el abandono de Beth diciéndole a la audiencia que Jolene tiene una trayectoria increíble. Y sí, es una trayectoria increíble… resulta que Jolene está comprometida con un hombre blanco, está ahorrando para ser abogada, trabaja en una firma donde solo trabajan personas blancas; aunque es activista del movimiento negro a finales de los años 60’s en Kentuchy, en el sur de Estados Unidos. ¡La vida de Jolene es mejor que la vida de muchas personas negras en el actual Kentucky! La serie parece disculparse de su tokenismo otorgándole a este importante personaje negre un recorrido que no hubiera podido tener en la vida real. La falta de contexto y de diálogo con la Historia me pareció imperdonable. No olvidemos que Jolene no es solo negra, es pobre y es huérfana, ¿de verdad que por el camino resulta ser una brillante aspirante a abogada solvente y con un prometido blanco que dejó a su esposa por ella? Díganme si no les suena fantasioso.
Al final la historia de Jolene es la historia de muches. No, no porque los personajes negres triunfen en las series o las películas; sino porque fue convertida en ruido de fondo, montaje escénico, posicionado de manera conveniente para simular o venderle a la audiencia la idea de feminismo, la idea de que la serie se hizo preguntas importantes. Y bueno, si las hace. Queen’s Gambit abarca el tema de la economía doméstica y la segregación de género en los deportes de manera interesante y sesuda; pero se olvida como tantas otras producciones de la pregunta por la mujer negra. Desde mi perspectiva,) vuelve el tema un asunto risible al convertir a Jolene en una mujer negra privilegiada en una región tan racista y alienada como era el sur de Estados Unidos. Ahí, justo en ese fantasioso desarrollo de la salvadora y la empresaria mujer negra, vemos que el tokenismo participa hasta de las series más progres.
Carolina Rodríguez Mayo
Egresada de Literatura con opción en Filosófia de la Universidad de los Andes. Especialista en Comunicación Multimedia de la Universidad Sergio Arboleda. Colombiana de Bogotá. Feminista interseccional y defensora de las preguntas como primer paso al conocimiento. Escribir poesía es lo único que me reconforta. Todo lo demás que escribo es una invitación al diálogo. Viajera, fashionista, cinéfila y amante de la buena comida.
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