Es la noche anterior a mi cita en la embajada de los Estados Unidos de América, quiero solicitar un visado de tripulante y de turista para mi trabajo. Soy consciente de que tengo todos los documentos en regla y que no me falta nada, sin embargo no lo puedo evitar, estoy nerviosa. Ya me habían negado el visado una vez en otra embajada con la excusa de que no tenían certeza de que regresaría a mi país. No quiero que vuelva a suceder. Son las siete y cuarenta de la mañana, mi cita es a las ocho en punto pero ya estoy en la puerta de la embajada. Me sudan un poco las manos, le doy mi documentación al portero, verifica que mi nombre esté en la lista y me deja entrar. Tras cuarenta minutos de espera llega mi turno, me hacen un par de preguntas y me conceden el visado, ¡Qué alivio!
No es secreto para nadie que viajar es un privilegio que muchos no tienen. Puedo contar con los dedos de las manos los países a los que puedo viajar sin visado. Sin embargo, a mí siempre me ha gustado viajar, de niña me hacía ilusión conocer otros países y otras culturas. Gracias a mis padres, tuve la oportunidad de viajar desde muy pequeña, los acompañé cuando estaban destinados en otro país por trabajo. En ese entonces, no tenía idea de lo difícil que es viajar cuando tienes un pasaporte africano. Por lo general, si quieres ir a estudiar o trabajar a Europa no es complicado, con tal de que tengas la documentación que compruebe el motivo de tu viaje. Lo difícil es irte de vacaciones. Los africanos tenemos esa fama de que no viajamos por placer sino por necesidad, es decir, que no podemos ser turistas, sino siempre inmigrantes. De hecho, cuando vas a solicitar el visado Schengen, tienes que demostrar que no quieres ir a quedarte en Europa, que solo vas de visita. Por más que lo intentes esconder, el miedo de que te denieguen el visado siempre está presente. Tengo que confesar que es una sensación horrible, te sientes humillada, como si tuvieras que defenderte todo el tiempo por el simple hecho de tener un pasaporte africano.
Afortunadamente, cuando tienes alma de viajera no te rindes ante nada. Yo no lo hice, no lo hago ni pienso hacerlo. Sí, soy de Guinea Ecuatorial, soy una mujer africana, negra y amo viajar, ¿Qué hay de malo en eso? Mi pasaporte no me define, solo me identifica internacionalmente como ciudadana de mi país. Tener un pasaporte africano no es sinónimo de inmigración ilegal, pobreza o delincuencia. Atrás tiene que quedar el estereotipo de que los africanos no viajan por placer o porque no es parte de su cultura. No viajan porque muchas veces su pasaporte les impide hacerlo.
Maria Estela Andeme Edu
Ecuatoguineana, licenciada en lenguas extranjeras, trotamundos, poliglota y amante de la cultura. Llevo el afrofeminismo a cuestas allá donde vaya.
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