viernes, diciembre 5

La interceptación de la Flotilla Global Sumud: un espejo de la iniquidad moral de Israel

Esta madrugada, mientras el mundo dormía, la Armada israelí interceptó veinte de los cuarenta y cuatro barcos de la Flotilla Global Sumud a ochenta millas náuticas de la costa de Gaza, en aguas internacionales. Más de doscientos de lo quinientos voluntarios que habían zarpado desde España, Túnez e Italia vieron truncada su misión de llevar ayuda humanitaria a una población que agoniza bajo el bloqueo.

La operación militar contra una flotilla civil cargada de alimentos y medicinas revela, con una claridad brutal, la naturaleza del Estado de Israel frente a Gaza. No hablamos de un acto defensivo. Hablamos de la criminalización sistemática de la solidaridad internacional, del castigo a quienes se atreven a desafiar un cerco que ahoga a dos millones de personas.

Entre los quinientos activistas viajan Greta Thunberg, Mandla Mandela —nieto de Nelson Mandela— y varios legisladores europeos. Gente común que decidió poner el cuerpo donde otros ponen palabras vacías. Su «delito» consiste en intentar romper un bloqueo que viola el derecho internacional humanitario, que impide la entrada de suministros básicos mientras la hambruna se extiende por el territorio palestino.

Las imágenes que llegan desde el Mediterráneo muestran embarcaciones militares rodeando barcos civiles, activistas detenidos cuyo paradero se desconoce, comunicaciones cortadas. La misma violencia que Israel ejerce contra Gaza se replica ahora contra quienes intentan documentar y paliar esa violencia. Es un círculo perfecto de impunidad.

Porque lo que está en juego va más allá de esta flotilla. Se trata del derecho de la comunidad internacional a ejercer la solidaridad, del derecho de la población gazatí a recibir ayuda, del derecho básico a la vida que se niega día tras día. Cuando un Estado intercepta ayuda humanitaria en aguas internacionales y criminaliza a parlamentarios y activistas, muestra al mundo su verdadero rostro.

La Flotilla Global Sumud llevaba una cantidad simbólica de ayuda, es cierto. Su objetivo principal era político: visibilizar el bloqueo, romper el cerco de silencio que permite que Gaza permanezca invisible para tantos. Y precisamente por eso la respuesta ha sido tan contundente. Israel sabe que la mayor amenaza a su política de asedio es la atención internacional, son los ojos del mundo puestos sobre lo que ocurre en ese territorio.

Esta interceptación desnuda la hipocresía de quienes hablan de derecho a la defensa mientras impiden que llegue comida a una población sitiada. Expone la doble vara de medir de gobiernos que condenan violaciones de derechos humanos en otros lugares, pero guardan silencio ante el bloqueo de Gaza. Y nos confronta con una pregunta incómoda: ¿qué tipo de orden mundial aceptamos cuando permitimos que un Estado actúe con esta impunidad?

La Flotilla Global Sumud es la mayor iniciativa de este tipo en la historia, con decenas de barcos y cientos de personas dispuestas a arriesgarse. Su interceptación debería avergonzarnos a todos. No por lo que dice de Israel —que ya lo sabíamos—, sino por lo que dice de nuestra complicidad con el silencio, de nuestra tolerancia ante lo intolerable.

Mientras leemos estas líneas, activistas detenidos en alta mar esperan conocer su destino, aunque ahora mismo quedan algunos barcos que están cerca de Gaza, que sigue bloqueada, sigue muriendo. Y el mundo sigue mirando hacia otro lado, permitiendo que la iniquidad se normalice, que el hambre se administre como castigo colectivo, que la solidaridad se criminalice.

La interceptación de esta flotilla es un espejo. Nos devuelve la imagen de lo que somos capaces de permitir.

Redacción Afroféminas



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