
En los últimos años hemos visto cómo el racismo se disfraza con nuevos ropajes: se presenta con apariencia de informes, de estudios «objetivos», de cifras descontextualizadas y de predicciones demográficas alarmantes que, lejos de buscar el análisis riguroso, pretenden sembrar miedo, justificar discursos de odio y criminalizar a las personas migrantes.
El artículo publicado el 16 de mayo por The Objective, titulado “Un demógrafo augura que en 2045 en España habrá más extranjeros que autóctonos”, es un ejemplo paradigmático de esta estrategia. El autor del supuesto «estudio» es Alejandro Macarrón Larumbe, conocido por su postura abiertamente natalista, conservadora y con fuertes conexiones con el discurso ideológico de la extrema derecha. Su afirmación de que los españoles autóctonos serán minoría a partir de 2045 además de ser completamente falaz, forma parte de una narrativa políticamente interesada, con antecedentes claros en el discurso del «gran reemplazo».
La farsa del estudio de Alejandro Macarrón Larumbe
Lo primero que llama la atención es que el llamado estudio no ha sido publicado en ningún medio científico ni respaldado por fuentes oficiales. No hay trazabilidad ni metodología transparente, sino que se trata de una interpretación interesada de datos descontextualizados.
Alejandro Macarrón Larumbe extrapola datos sin tener en cuenta los principios básicos de las proyecciones demográficas, como la variabilidad de los flujos migratorios, los procesos de adquisición de nacionalidad o el impacto de las políticas públicas. Ignora además un hecho esencial: que buena parte de la población migrante en España ya es española o está en proceso de serlo. La idea de una división binaria entre «autóctonos» y «extranjeros» es falsa y profundamente racista, porque invisibiliza a las generaciones nacidas aquí con origen migrante y sigue promoviendo la idea de una España blanca, homogénea y pura.
Las cifras oficiales desmienten el delirio
Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la población en España a 1 de enero de 2025 es de 49.077.984 personas. De ellas, aproximadamente un 18% ha nacido en el extranjero. La AIReF (Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal) ha proyectado que, en el escenario más probable, en 2050 la población inmigrante representará un 15% del total. En ningún caso se contempla una «sustitución» poblacional como la que propone Alejandro Macarrón.
Además, Eurostat y otros organismos europeos han indicado que el crecimiento poblacional en Europa se sustentará en la inmigración, pero sin que ello implique una desaparición de la población nativa, ni mucho menos una «invasión».
La tesis de Alejandro Macarrón entronca directamente con la teoría conspirativa del «gran reemplazo», popularizada por ideólogos de extrema derecha en Francia y exportada a otros países europeos y a EE. UU. Esta teoría sostiene que hay un plan deliberado para sustituir a la población blanca europea por personas migrantes, en especial musulmanas, a través de la inmigración y la alta natalidad de estas comunidades.
Este discurso ha sido abrazado por partidos como VOX que en reiteradas ocasiones han hablado de «efecto llamada», de «sustitución cultural» y de «inmigración masiva» como amenaza. En 2023, incluso en plena campaña electoral, dirigentes del partido llegaron a acusar a las ONGs de fomentar una «colonización» migrante.
The Objective: blanqueando el odio
No es casualidad que este «estudio» aparece en The Objective, medio que en los últimos años se ha convertido en una plataforma habitual de la ultraderecha cultural en España. Con columnas firmadas por personajes como Juan Carlos Girauta o el propio Marcos Ondarra, autor del texto sobre el pseudoestudio, The Objective ha dado cabida a teorías negacionistas del cambio climático, discursos anti-feministas y ataques sistemáticos a los derechos de las personas migrantes.

Presentar a Alejandro Macarrón como «experto» sin contextualizar su trayectoria ni su sesgo ideológico es una forma de legitimación de ideas que buscan minar la convivencia. Como medio, The Objective ha optado por disfrazar el racismo de opinión técnica, contribuyendo al ascenso de discursos de odio en el espacio público.
No es la primera vez que se utiliza la demografía como arma ideológica. En Europa, los discursos sobre la «crisis de natalidad» han servido para culpabilizar a las mujeres por no tener hijos, para criminalizar a las familias migrantes por tener más descendencia, y para justificar políticas natalistas que refuerzan los privilegios de las mayorías blancas.
En España, el bulo de que «Mohamed es el nombre más común entre los recién nacidos» ha circulado una y otra vez en redes sociales y medios como Ok Diario o La Gaceta, pese a que ha sido desmentido en repetidas ocasiones. El alarmismo demográfico no es nuevo, pero se actualiza con cada oleada reaccionaria.
Las mujeres migrantes y racializadas son blanco habitual de estas narrativas. Se las presenta como «fábricas de hijos», como amenaza demográfica, como aprovechadas del sistema.
Este tipo de discurso mezcla misoginia y racismo para justificar políticas restrictivas, dificultar su acceso a la sanidad y la educación, y legitimar la violencia institucional. La maternidad de las mujeres blancas es exaltada como «patriótica», mientras que la de las migrantes es problematizada y criminalizada.
Instituciones cómplices y medios que amplifican el odio
El auge del racismo disfrazado de análisis técnico no sería posible sin la complicidad –por acción u omisión– de determinadas instituciones públicas y del ecosistema mediático dominante. A menudo, las administraciones toleran estos discursos y por si fuera poco los refuerzan mediante políticas públicas, subvenciones a medios alineados con la ultraderecha cultural o directamente incorporando a sus estructuras a personas con historial de declaraciones racistas o xenófobas.
El caso de la Comunidad de Madrid es paradigmático: en 2023, el gobierno regional destinó financiación a medios digitales con línea editorial abiertamente ultraconservadora, justificando su decisión en criterios de «pluralismo informativo», mientras se recortaban presupuestos en campañas contra los delitos de odio.
Por otro lado, plataformas como The Objective, Libertad Digital o OkDiario han asumido un rol principal en la amplificación de discursos antiinmigración y en la legitimación de voces como la de Alejandro Macarrón, presentándolas como «expertas» sin someterlas al mínimo escrutinio crítico. Estas publicaciones actúan como cajas de resonancia del pensamiento reaccionario, normalizando términos como «invasión», «sustitución» o «descontrol», que no tienen base científica alguna pero que consiguen calar en la opinión pública a través de la repetición sistemática.
También se han documentado episodios preocupantes en los que instituciones públicas han permanecido en silencio ante campañas de odio contra personas migrantes, como ocurrió tras la difusión del bulo sobre la supuesta preferencia en ayudas sociales a familias marroquíes en barrios de Zaragoza. A pesar de que el Ayuntamiento tenía los datos que desmentían esa afirmación, tardó semanas en emitir un comunicado, y nunca llegó a denunciar públicamente a los responsables de propagar el bulo, lo que permitió que calara en amplios sectores de la población.
Mientras tanto, instituciones como el Instituto Nacional de Estadística o el Centro de Investigaciones Sociológicas, que sí producen datos rigurosos y contrastables, rara vez son defendidas con la misma contundencia en el debate mediático cuando son instrumentalizadas o directamente desmentidas por estos bulos. La falta de respuesta oficial ante tergiversaciones evidentes de sus informes genera un vacío que los agitadores aprovechan para imponer sus relatos.
Lo lógico es que los organismos oficiales desmintieran activamente el uso malintencionado de sus propios datos y que los medios de titularidad pública o financiados con dinero común no se convirtieran en canales para la desinformación racista.
Estos discursos no se quedan en la opinión. Alimentan leyes más duras, redadas selectivas, deportaciones arbitrarias y el crecimiento del racismo cotidiano. Construyen una idea de «nosotros» frente a «ellos», donde cualquier persona racializada es sospechosa, incluso cuando es española.
También justifican recortes en derechos, recelos hacia la diversidad cultural, y obstaculizan cualquier intento de construir una sociedad más justa. La mentira estadística se convierte así en un instrumento de violencia real.
Frente al delirio, los datos. Frente al odio, la dignidad. El discurso de Alejandro Macarrón y The Objective es una estrategia calculada para instalar el miedo y fortalecer un proyecto excluyente. Llamar «opiniones» a estos discursos es parte del problema. Disfrazar el racismo de demografía no lo hace menos deplorable. Por eso es necesario desenmascarar a quienes pretenden instalarlo con apariencia de objetividad científica.
Redacción Afroféminas
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