Claudette Colvin nace el 5 de septiembre de 1939 en Alabama y, aunque poco ha trascendido su nombre hasta nuestros días, fue una de las pioneras en el movimiento por la lucha de los derechos civiles, ya que fue la primera en negar el asiento en un autobús a una mujer blanca, cuando solo tenía 15 años.
El 2 de marzo de 1955, la joven Colvin, mientras viajaba en un autobús de Montgomery (Alabama), se negó a ceder el asiento a una mujer blanca de mediana edad. Tal rechazo le valió el arresto por la policía por una violación de la ley local. El suceso ocurre nueves meses antes que el que protagoniza Rosa Parks, aunque fue este el que se ha recordado en la historia por la lucha de las personas racializadas en Estados Unidos.
Entre los motivos que se esgrimen para esa invisibilidad se encuentran que Colvin era más oscura de piel que Parks y se negara a alisar su cabello, como hacían sus coetáneas, pero también el hecho de que se quedara embarazada poco después del suceso. Por su corta edad y ser madre soltera, la National Association for the Advancement of Colored People (NAACP) habría cuestionado su reputación para liderar el movimiento, frente a Rosa Parks, una adulta, costurera y casada, y, además, secretaría de la asociación. Con lo cual, vemos cómo el doble rasero de la discriminación dejó fuera de las páginas de historia a Claudette Colvin.
Unos meses más tarde, Mary Louise Smith, también fue arrestada por negarse a abandonar su asiento en el autobús, después que Claudette y antes de Parks, pero se la consideró inadecuada para liderar el movimiento por su juventud y por los presuntos problemas de su padre con el alcohol.
Pero, ¿habría dado Parks aquel paso sin conocer la historia de las jóvenes Colvin y Smith?
Después del suceso, Colvin se marchó a vivir a Nueva York y allí vivió gran parte de su vida como enfermera en una residencia de ancianos, sin contar su papel en la lucha de derechos de los negros porque consideraba que en la gran ciudad no existían las mismas preocupaciones que en Montgomery. Es más, en uno de sus primeros empleos como trabajadora doméstica se sorprendió cuando la dueña de la casa juntó su ropa sucia con la suya y le pidió que las lavara juntas. “Fue entonces cuando supe que estaba fuera del sur. Eso nunca podría haber sucedido allí”, ha declarado Colvin sobre ello.
Cuando se jubiló, a principios de los 2000, decidió volver a Alabama y comprobar con sus propios ojos el gran cambio que había propiciado ella misma casi cinco décadas antes.
A la Claudette de 15 años la incendiaba la segregación que se dejaba ver en cualquier espacio público por el que pasara. De hecho, cuenta una anécdota sobre unos zapatos que necesitaba cuando era niña y que solo se conseguían en las tiendas para personas blancas. A tanto llegaba la discriminación que no les dejaban entrar a probárselos y su madre tuvo que dibujar la silueta del pie de la niña para que la vendedora se hiciese una idea estimada de la talla de la muchacha.
También le afectó el caso de Jeremiah Reeves, un compañero mayor de la escuela secundaria Booker T. Washington, que fue acusado en 1952 y luego ejecutado por presuntamente violar a una mujer blanca.
Sin embargo, una de las cuestiones positivas que subraya de aquella segregación que vivió fue justamente ir a una escuela donde se estudiaba la historia afroestadounidense. Allí conoció a personajes como Harriet Tubman, una luchadora por la libertad de los esclavos, o Sojourner Truth, abolicionista y activista por los derechos de la mujer.
Curiosamente, aquel 2 de marzo tomó el autobús junto a sus amigas en una parada opuesta a la iglesia del reverendo Luther King, sin imaginar cómo los dos cambiarían la historia de los ciudadanos de raza negra en Estados Unidos en muy poco tiempo.
Cuando el conductor del autobús pidió al grupo de adolescentes que se levantaran para ceder el asiento a una mujer blanca, Colvin pensó que no era justo tener que hacerlo por una mujer joven y, a diferencia de sus amigas, se mantuvo en su puesto junto a la ventana. Esto suponía que la señora tampoco pudiera sentarse porque se intentaba evitar, de cualquier modo, que los pasajeros blancos y los negros compartieran espacio.
Colvin insistió al conductor que había pagado su billete y que era su derecho constitucional quedarse sentada. “Sentí como si una mano de Harriet Tubman me estuviera empujando hacia abajo en un hombro y una mano de Sojourner Truth me presionara el otro”, ha afirmado la activista.
El conductor continuó su ruta hasta que se detuvo en un cruce donde había una patrulla policial. Los agentes subieron al autobús y preguntaron a la niña por qué no se había movido. Ella se mantuvo en sus trece y apelaba a su derecho constitucional. Pero los policías tiraron sus libros y la agarraron del brazo, para, posteriormente, esposarla a la parte trasera del vehículo y someterla a numerosos comentarios lascivos mientras se dirigían a la cárcel de la ciudad.
En lugar de trasladarla a un centro de menores, la llevaron a una cárcel de adultos donde la metieron en una pequeña celda con un lavamanos roto y una cama sin colchón. “Tenía miedo, estaba muy muy aterrorizada; era como estar en esas películas del oeste donde ponían a los bandidos en las celdas y podías escuchar las llaves. Todavía ahora puedo escuchar el clic de esas llaves” ha confesado.
Unas horas después aparecieron su madre y el pastor para buscarla, pero el miedo no los abandonó en aquellos días y su padre tuvo que hacer noche en la puerta de la casa por si intentaban atacarla miembros del Ku Klux Klan.
Pese al silencio que se mantuvo respecto a la historia de Colvin, ella no cesó en la lucha y se volvió cada vez más activa, reuniéndose en la iglesia de Luther King cada domingo. Cuando sucedió la acción de Parks y esta fue arrestada, en cambio, el Consejo Político de Mujeres (WPC) inició un boicot al sistema de transporte, que siguieron hasta 40.000 afroaestadounidenses y que duró poco más de un año, y se formó la Asociación de Mejora de Montgomery (MIA) en la que se eligió al pastor Martin Luther King como presidente. Un año más tarde, el 20 de diciembre de 1956, la Corte Suprema de Estados Unidos sentenció el fin de la discriminación en los autobuses.
Su reconocimiento llegó en 1990, cuando el gobernador de Nueva York, Mario Cuomo, le concedió la Medalla de la Libertad de MLK Jr. Aunque su historia trascendió gracias a la obra de Phillip Hoose, Claudette Colvin: Twice Toward Justice, que se publicó en 2009 y fue galardonada con el Premio Nacional del Libro. Ahora se publica una nueva obra contando la historia de Colvin, de la mano de Emilie Plateau, con el título Negra: la vida desconocida de Claudette Colvin.
El 1 de diciembre de 2019, en Montgomery se inauguró una estatua de Rosa Parks, para el 64 aniversario de su negativa a ceder su asiento. En la insignia se reconoce la labor de Colvin y otros demandantes en la lucha por eliminar la segregación en el transporte.
La acción de Colvin forma parte de una larga historia de resistencia afroestadounidense, pues durante más de un siglo se produjeron otros acontecimientos de similar envergadura, como el de Frederick Douglass que fue expulsado de un vagón de tren exclusivo para personas blancas en 1841. La diferencia de la joven con respecto a los sucesos anteriores fue que ella se negó a pagar la multa y se declaró inocente en el juicio. Curiosamente, los cargos de alteración del orden público y violación de las leyes de segregación fueron retirados, pero fue condenada por agredir a un oficial de policía, a pesar de las vejaciones e insultos, como “perra negra”, que tuvo que aguantar por parte de los agentes aquel 2 de marzo de 1955.
Natalia Ruiz-González
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