La terrible DANA que ha azotado las provincias de Valencia y Albacete, ha dejado ya centenares de muertos y desaparecidos. Todos hemos visto por televisión, imágenes impactantes: calles sumergidas, coches flotando, personas rescatadas y viviendas brutalmente afectadas. Pero al mismo tiempo, algunas de las primeras reacciones de los medios nacionales, han estado centradas en los rumores y bulos, convertidos en noticias, sobre saqueos y pillajes en las zonas más afectadas. Estos medios, algunos por interés político, otros simplemente por sacar rédito al miedo, mostraron sin contrastar imágenes y testimonios que apuntalaban una percepción de desorden, proyectando una narrativa de “caos” que rápidamente se ha instalado en la opinión pública.
Esta narrativa mediática, en lugar de centrarse en la gravedad del desastre o en la necesidad de ayuda y reconstrucción, exigiendo al mismo tiempo a nuestros políticos que actúen, hace que el foco de la catástrofe deje de ser la tragedia humanitaria, para transformarse en un espectáculo de sucesos televisivo de inseguridad y peligro. Esto desvía la atención de la ayuda humanitaria tan necesaria, de la prevención que debió haber estado implementada y, especialmente, de las responsabilidades políticas ante un desastre de esta magnitud. En su lugar, muchos titulares se centran en sembrar la idea de que el caos ha tomado las calles, para después justificar la necesidad de una respuesta fuerte y punitiva por parte de las autoridades y las fuerzas de seguridad.
Construcción del pánico y su impacto en la percepción pública
La construcción artificial de este pánico colectivo a través de las informaciones sesgadas y sensacionalistas, es una estrategia muy frecuente en las coberturas mediáticas de los desastres. Al noticiar los saqueos y pillajes como una amenaza generalizada, se genera una imagen de descontrol que únicamente contribuye a aumentar la ya de por sí gran distancia entre quienes pueden acceder a los recursos y quienes viven en situación de mayor vulnerabilidad. La narrativa del caos transforma a las víctimas en sospechosos y tiende a criminalizar a aquellos que, en muchas ocasiones, han sufrido las peores consecuencias de la tragedia.
Los bulos y rumores, y la manipulación mediática, que presenta a las personas migrantes y racializadas como saqueadores, y a las personas blancas como padres de familia preocupados por su familia y que se ven obligados a robar, se difunden con rapidez, especialmente a través de redes sociales
Lo que se trata es de reducir la sensibilidad de la opinión pública hacia las personas afectadas por la DANA, o más concretamente de algunos de los colectivos concretos (migrantes y población racializada), desplazando la conversación pública y generando la idea de un supuesto riesgo que estos representan para la sociedad. En este contexto, donde los actos de pillaje se magnifican y la percepción de peligro se amplifica, los grupos socialmente vulnerables quedan aún más expuestos a ser estigmatizados y marginados.
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Los bulos y rumores, y la manipulación mediática, que presenta a las personas migrantes y racializadas como saqueadores, y a las personas blancas como padres de familia preocupados por su familia y que se ven obligados a robar, se difunden con rapidez, especialmente a través de redes sociales. En el caso de la DANA en Valencia, los rumores sobre saqueos han proliferado a gran escala, avivando el miedo y facilitando la narrativa en la que se justifica una respuesta punitiva dura, y ya se está dando por parte de las fuerzas de seguridad.
Esto tiene consecuencias siempre. Las autoridades políticas responden a estos rumores aumentando la presencia policial y redoblando las medidas de control en determinadas zonas, siempre aquellas donde viven personas de bajos recursos o grupos racializados. Además, los bulos alimentan prejuicios racistas y xenófobos que ya anidan en la sociedad, haciendo que estos se refuercen y validen a través de la supuesta “confirmación” que los medios y redes sociales proporcionan. La falta de verificación rigurosa de esta información crea una atmósfera de sospecha hacia personas que, en muchos casos, también han sido víctimas del desastre.
El papel de los medios en el discurso del miedo y la seguridad
Los medios de comunicación tienen gran parte de la responsabilidad en la construcción de la percepción pública en torno a los saqueos en la DANA y sus consecuencias. En vez de contextualizar y ofrecer una visión contrastada de los hechos, se opta a menudo por priorizar los temas que generan mayor polémica y alarma, en la búsqueda desvergonzada de audiencia.
La constante narrativa del miedo y del caos que prolifera en los medios, fomenta en la gente la percepción de que la seguridad está en riesgo y que es necesario restaurar el orden como sea, aún si eso significa sacrificar garantías legales y nuestros derechos más básicos. Vamos abriéndonos y asumiendo como necesario que se cometan abusos contra grupos concretos de población.
La cobertura mediática de la DANA muestra abiertamente la inclinación a estigmatizar a individuos inmigrantes y de etnia gitana. En los días posteriores al desastre, se ha concentrado especialmente en estos grupos las detenciones y la cobertura mediática, a pesar de que también hubo personas blancas locales involucradas en actos de robo. Este contraste en la forma en que se trata a diferentes grupos, mostrando a unos como criminales y otros como defensores de sus familias frente a la escasez, demuestra una discriminación selectiva fundada en prejuicios raciales y étnicos.
Luego surge la noción de «orden» que se utiliza para justificar acciones policiales que en ocasiones discriminan racialmente. En zonas donde vive principalmente gente migrante o de minorías étnicas, se aumenta la vigilancia y se llevan a cabo más detenciones, bajo la premisa de que estas comunidades ponen en riesgo el «orden público».
El desenlace consiste en una reacción excesiva y una discriminación que, en lugar de mejorar la seguridad, incrementa las disparidades. Estas acciones alimentan una profecía autocumplida, donde la criminalización de los grupos vulnerables refuerza la creencia de que son peligrosos, justificando así un mayor control policial y desviando la atención de las raíces reales del caos y la inequidad.
No todo está perdido
Sin embargo, las redes de solidaridad ciudadana han demostrado ser más efectivas y humanas que las intervenciones institucionales basadas en el miedo. Estas respuestas espontáneas de apoyo mutuo, incluyendo colectivos de personas migrantes que han ayudado sin reparo, muestran el poder de la colaboración frente a la adversidad, enfrentándose y minando la narrativa de caos que los medios y algunos políticos de derecha y extrema derecha promueven.
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