No importa el nombre de la protagonista de esta historia, porque es una historia muy común. Esto está pasando y hay que contarlo.
Ella era desarrolladora de software en la sucursal española de una importante compañía informática norteamericana. Creyendo inocentemente que su compañía (esta compañía apoya campañas antirracistas y siempre presume de ser modelo de responsabilidad social) aceptaría de buen grado sus sugerencias, decidió plantear un problema con respecto a cierta terminología racista en los escritos que la compañía mandaba como circulares a sus empleados. No se trataba de una enmienda a la totalidad, sino llamar la atención sobre ciertos usos y costumbres lingüísticas que se podían erradicar fácilmente en los textos de la compañía. Después de varias quejas por escrito sobre esta terminología en vano, recibió algunos comentarios de uno de de sus superiores. Los comentarios advertían a nuestra protagonista de que sus «problemas personales» no debían interferir en su trabajo. Esto es la típica luz de gas, el «estás loca» tan común cuando una de nosotras se atreve a levantar el dedo. Comenzaba la máquina racista a hacer su trabajo de silenciamiento e intimidación.
Al poco tiempo recibió una llamada de otro de sus superiores para decirle que los comentarios que había recibido no eran discriminatorios y que la terminología racista no era realmente racista. Era otra vez, según este elemento, producto de su imaginación y de una hipersensibilidad que tendría que ver más con un problema personal que con la realidad.
Ella, creyendo que la verdad importaba algo en estos casos, procedió a presentar otra queja por escrito sobre la llamada que había recibido de este gerente y sobre la forma en que desestimó por completo el hecho de que esta terminología era racista y que los comentarios que había recibido eran discriminatorios.
Unos días después, recibió una llamada de una responsable recursos humanos con respecto a la queja que había realizado. Cuando nuestra protagonista trataba de explicarle todo lo que había sucedido, rápidamente la cortó afirmando que los comentarios en los textos que los comentarios no eran discriminatorios y que para ella no eran racistas porque «tengo muchos amigos africanos».
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La conversación comenzó a calentarse cuando nuestra protagonista trató de explicar porque esas expresiones y comentarios podían tener sesgo racista y que no costaba nada quitarlos aludiendo a los valores que la propia compañía decía tener. Pero fue inútil. La responsable de recursos humanos no llamaba para solucionar el problema, llamaba para intimidar.
El estrés de esta situación provocó que nuestra protagonista tuviera que darse de baja médica. No es fácil lidiar con este tipo de problema. Ser una persona racializada señalando racismo en un entorno que lo niega y que además se cierra en banda provoca ansiedad y problemas que pocas personas pueden sobrellevar con entereza.
Entonces, estando de baja médica, recibe una llamada de de Recursos Humanos y le comunican su despido, aludiendo a que no había superado el periodo de prueba. Trató entonces de que le explicaran con que parte de su trabajo no estaban contentos, pero no recibió respuesta.
Hoy se enfrenta al paro y un despido injusto estando de baja que terminará en la vía judicial. Será muy difícil para ella demostrar que el motivo del despido es la discriminación por haber osado a cuestionar los sesgos racistas en la empresa y posiblemente reciba en las instancias judiciales el mismo trato injusto, nacido de la incomprensión que emana de los prejuicios y de un racismo no cuestionado en el estado español.
Todos los elementos que una mujer negra o radicalizada debe soportar en su lugar de trabajo están presentes en este caso: luz de gas, acoso, intimidación, opresión, etc. Las que los sufrimos lo sabemos.
Para nosotras, una historia de todos los días.
*La protagonista de esta historia nos ha pedido preservar su nombre y el nombre de la empresa.
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Tal vez si en lugar de dirigirse a la sucursal en el país hubiera escrito a la matriz hubieran tomado las medidas oportunas, en las sucursales por lo regular no siguen las mismas políticas de las sedes.
En una ocasión recuerdo que hace tiempo vi un anuncio racista en la TV mexicana, escribí al CONAPRED que es el instituto encargado de prevenir la discriminación en México y nunca me hicieron caso, consideraban que el anuncio no era racista, escribí a la matriz que se encuentra en Reino Unido y retiraron el comercial.
En México los actores que forman parte del movimiento Poder Prieto se han quejado de que las series producidas por NetFlix para Latinoamérica no tenga políticas de inclusión, cosa que si sucede en las series de Estados Unidos.
Igual Microsoft Latinoamérica haca años estaba encabezada por un brasileño blanco y recuerdo que una beca asignada para México se la dio a una rusa que vivía en el país, lo que pasa es que en América Latina muchas de las sucursales reflejan la estructura racista que existe en la región.