domingo, diciembre 22

“Los sentires, las experiencias racistas y homófobas son sospechosamente parecidas a las de hace cuarenta años”, Anna Fux, fotógrafa y autora del fotolibro “Same same but different”

La docente universitaria y activista Esther (Mayoko ) Ortega afirmó, ante la batalla de definiciones que encalla ciertos debates y que, sin embargo, si solo se quedan en palabras, pueden terminar por ser vacuos, que la interseccionalidad es cuerpo. Punto. Pues bien, los cuerpos son los protagonistas de “Same, same but different”, el fotolibro con el que se estrena a lo grande la artista Anna Fux



En él, esta joven queer, mallorquina de origen filipino por parte de madre y alemán , por parte de padre, explora su identidad múltiple, a través de las instantáneas que ella misma ha tomado y de su álbum familiar. 



En su obra, dos personas racializadas y disidentes sexuales , su tío y ella, que han vivido dos tiempos en dos Españas que nunca fueron blancas,  sostienen una conversación íntima , hermosa y sencilla pero con la profundidad del más hondo de los cráteres. Y demuestran que no son pedazos sueltos sino un prisma completo. 



Frente al discurso mainstream de unos medios de comunicación que cuentan a las personas racializadas de una sola forma y como eternas recién llegadas, verdad, fotos y archivos domésticos.

El día 10 de Febrero a las 18:00, Ana estará presentando su obra en La Parcería, Madrid, si están en la ciudad, no se lo pierdan. 

En tu libro te cargas la línea temporal y decides cruzar en el mismo momento dos épocas, aludiendo al título, ¿qué sigue siendo “same” y qué ha cambiado radicalmente desde que tu tío era de tu edad?

Me encanta que me hagas esta pregunta porque creo que hago mucho énfasis en el “same same” y quizá no tanto en el “different”. Recuerdo preguntarle a mi tío si él también había tenido una figura de “tío gay”, así como yo le tenía a él, y me dijo que no, que, creciendo en los años 60, no había referentes, que en aquel entonces, los gays en Filipinas no eran tan visibles.

Hemos hablado mucho de la dificultad de encontrar pareja siendo queer  y además filipinxs. Mi tío tiene muy claro que son los hombres filipinos quienes le tratarían como una princesa. Le hablaba recientemente de una fiesta queer asiática en Londres, GGI Club, y se emocionó muchísimo, porque eso no existía cuando él tenía mi edad (y sigue sin existir en España).

Pero si tuviera que decidir cuál es el aspecto más diferenciador, diría que es la existencia de las redes sociales. Cómo creamos red, comunidad, discursos y cuidados ha cambiado drásticamente.

Y más allá del discurso, ¿cómo reflejan las imágenes, las poses y las miradas a cámara, las que tú has hecho y las que has seleccionado de tu tío, esos cambios?

Este cambio en la escenificación y autorrepresentación también la relaciono totalmente con las redes sociales y los medios de comunicación. Si bien mi tío también manejaba unas poses de modelo total, muchas de mis fotos son muy posadas. Sus fotos se parecen más a mis fotos de Tuenti: son instantáneas que quieren inmortalizar un momento, son más casuales, eran analógicas, si alguien salía con ojos cerrados, no había una segunda foto. Yo en cambio, hacía 20 fotos más.

Entiendo que también son importantes los espacios en donde están fotografiadas las personas que aparecen, los lugares seguros de encuentro, los de reivindicación y lucha…

Cuando personas queer blancas hablan del ocio nocturno como algo vital de la comunidad, espacios seguros, no podemos participar de la conversación. ¿Qué discoteca? ¿Qué fiesta? Salir con personas cishetero es violento para nosotres, de muchísimas formas y hacerlo con personas queer, pero blancas, también.

Si te fijas, la mayoría de las fotos son tomadas en espacios públicos, en la calle, en parques o en casas. Ver personajes en la televisión está muy bien, pero ¿dónde están las personas racializadas queer de tu ciudad?

¿Cómo recuerdas los momentos en los que hiciste las fotos? ¿Por aquel entonces ya pensabas en que algún día harías un fotolibro?

Mira que el archivo con el que trabajé es amplísimo, pero me acuerdo de cada una. Y las personas que salen en el fotolibro también, eso es lo que lo convierte en un álbum de familia tan poderoso. Leer con mis amigues el fotolibro y que una me diga “Ay me acuerdo de esto, es el cumple de Sofía, ¿no?” , que otra me diga: “Qué fuerte esta foto, cuánto hemos cambiado desde entonces” es precioso. Una cosa es ver a gente a la que te pareces en revistas, otra cosa es que aparezcas.

Mucha gente al verse en las fotos me dice: “Anna no me acordaba que hiciste esa foto”. Por eso las imágenes son muy naturales y captan lo que literalmente yo veía, como miembro de una comunidad que no solo presenciaba, sino de la que formo parte. Había tal comodidad con que yo hiciera las fotos, que consigo retratos de primerísimo plano. La idea del fotolibro surgió al ver todas aquellas fotos y pensar que no podía permitir que cogieran polvo en mi disco duro.

Eres una mujer racializada, de ascendencia migrante y disidente sexual, ¿creas con miedo, con vergüenza, con rabia, con ganas o por tu necesidad de contar que existimos y que no somos recién llegadas?

Todas estas emociones están presentes, y probablemente nunca desaparezcan del todo, la cosa es cómo las afrontamos y si conseguimos silenciarlas para que no nos paralicen en la creación. 

Cuando hablamos de interseccionalidad, parece que es una suma de opresiones, pero el cuerpo, ese cuerpo del que habla Esther, vive una multiplicación de las consecuencias de cada uno de los ejes de opresión. Si una mujer cishetero blanca baila el mundo en limbo debajo de un palo, para nosotres, es un ejercicio de gimnasia rítmica entre láseres, como en las películas de espías, ja,ja. Esa típica misión donde van a robar al museo y tienen que doblarse y dar volteretas en el aire.

Precisamente ligado a lo anterior, en tu obra muestras a una comunidad filipina que ya vivía en el Estado español mucho antes de que tú nacieras… toca hablar de amnesia colonial, ¿no?

No es justo hacia la comunidad filipina hablar de la “inmigración asiática” como un fenómeno reciente. España tenía una colonia en el sudeste asiático.  Las Islas Filipinas fueron nombradas así por el Rey español Felipe ll. En este momento hay una instalación artística de Kidlat Tahimik en el Palacio de Cristal del Retiro sobre el primer zoo humano que se llevó a cabo allí. En el siglo XIX, había personas filipinas expuestas en ese espectáculo blanco.  Eso es historia española. ¿Amnesiada quién? ¿Yo o la población blanca española?

La cosa es que en ese tiempo que recuerdas (y al que haces justicia mostrándolo) estaba tu tío, a quien entrevistas para tu fotolibro y cuyas imágenes aparecen, ¿cómo ha sido para ti charlar con él ya no solo como sobrina, sino como adulta creadora y como alguien que, al igual que él, está atravesada por varios sistemas de opresión?  

Es la Anna adulta, la Anna que accede a teoría y acción antirracista comunitaria, la que toma la relación con su tío y dos archivos fotográficos y los hila. Es una Anna que ha tenido que hacerse muchas preguntas para poder formular algo tan condensado como “es lo mismo pero es diferente”. 

He tenido que acercarme, alejarme y acercarme de nuevo al activismo para entender que lo que me diferencia de mi tío son solo las palabras para nombrar determinadas cosas. Los sentires, las experiencias racistas y homófobas son sospechosamente parecidas a las de hace cuarenta años.

¿Y cómo han sido esas charlas? ¿Duras, lacrimógenas, graciosas, tiernas…?

Mi tío es una persona con la que puedo llorar porque él ha llorado conmigo. Sé que es algo precioso, que no ocurre en todas las familias racializadas. Eso sí, lloramos y luego nos reímos, sin eso, probablemente, ya nos habríamos extinguido.

¿Y la revisión de las fotos de archivos?

Puedo afirmar con total seguridad que no hay emoción que no haya vivido revisando aquellas fotos. Absolutamente todo ha atravesado ese proceso. 

¿Es más lo que nos muestras a través de tu obra o lo que te has guardado? 

Por poder, el material habría dado para cinco fotolibros. Lo más difícil de todo ha sido seleccionar y construir el relato. Hay muchas cosas que no he contado, cosas que no he explicado, fotografías que no he incluido. Tenía claro que tenía que abarcar mucho y mi objetivo era emocionar a mucha gente, eso solo se consigue dándole libertad a quien lo lee y diciendo justo lo suficiente para no predicar.

¿Cuánto te ha cambiado hacer tu fotolibro?

Muchísimo. Ha impactado sobre todo mi creencia en mí como creadora, como fotógrafa, como escritora. Veo el trabajo de otres artistas con más ilusión todavía. 

Se habla mucho del síndrome de la impostora pero no tanto de sus consecuencias, ¿cómo ha sido el proceso de creación de este libro? 

El proceso creativo es una lucha constante. Todo lo que rodea el proceso es mucho más difícil que la propia creación. La poeta filipina-americana Barbara Jane Reyes una vez me dijo que cuanto más rápido detecte el síndrome de la impostora como una arma de la supremacía blanca, mejor. 

¿Y cómo te sientes ahora que ya lo tienes entre las manos? 

Finalizar proyectos creativos es importante. Pero más importante, o más bien, bonito, es el recibimiento del libro. No tengo palabras para el cariño que me han expresado las personas que lo han leído.

¿Qué te está llegando de la gente que ya lo ha visto?

Hay una respuesta muy emotiva. Es diferente a lo que suelo escribir. También mucha sorpresa, me han dicho “no me esperaba un libro así”. Todavía alucino cuando me dicen que ha superado con creces las expectativas que tenían. Eso habla muchísimo de la sed por historias nuestras que tenemos.

Sé que es pronto, pero… dado que ya has parido, ¿tienes en la cabeza ya algún otro proyecto? 

Ahora toca volver a la escritura pura y dura, ja,ja. Hay tanto que aprender de otros libros…Quiero escribir algo autobiográfico en la línea de Ocean Vuong, Cathy Park Hong y Saša Stanišić.

Pues… ya estamos deseosas de leerte. 


Lucía Mbomío

Periodista 



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