El año en que Sara Baartman cayó en manos de William Dunlop — quien se apoderó de su cuerpo y de su vida — imagino que tuvo que pensar angustiosamente en el camino de regreso a su África, pero entonces la melodía que se ahogaba en los tímpanos de sus oídos aturdidos, era la balada que se había dedicado a borrar su nombre cuando bajaba o subía del escenario casi desnuda, con una piel de animal colgada sobre sus hombros, con una pipa, un bastón y un pañuelo en la cabeza. Imagino que la melodía le corría atrapada por los huesos blandos de sus oídos, y se aceleraba cuando le tocaba darle la espalda a la multitud desde la tarima, y sus nalgas voluptuosas quedaban al descubierto. La canción sonaba:
“No iremos más a otros espectáculos
mientras Venus pisa el escenario.
No iremos más a otros espectáculos
mientras Hottentot está de moda”.
Fue en 1810 cuando esclavizada fue vendida a Dunlop, por una familia granjera en Cape Flats al sur de Sudáfrica, y Wiliam Dunlop, el médico de pacotilla, a punta de mentiras, que para Baartam eran verdades, la convenció de viajar a Inglaterra donde esta mujer Africana, perteneciente a la tribu Khoikhoi, se puso de moda- como lo deletrea la canción- y en el buscador afirman su nombre artístico de la Venus Hottentot como si hubiera sido consentido por ella misma, como si una mañana Baartam se hubiera quitado las dos rodajas de pepinillos de sus ojos, se había mirado en el mostrador de su airoso cuarto, y mirándose al espejo, viendo su rostro se dijo orgullosa: “Mi nombre artistico sera Venus Hottentot”. Lo escriben como si fuera una artista famosa que en aquel tiempo todxs adoraban, y ella, Sara Baartam, la famosa de los circos, la que encendía el espectáculo y hacía rico a Dunlop, lo disfrutaba con sonrisitas dedicadas a su extraordinario público.
Pero lo cierto, es que imagino, que perdió muchas cosas en las bajadas y subidas del escenario, en la canción que se aceleraba, en las risas, en los aplausos, en los silencios idos que no le alcanzaron para liberarse porque desde el momento en que aquellas brisas blancas bordearon su cuerpo y definieron sus nalgas se encontró atrapada, y ya no era ella, sino Venus Hottentot, y ya no era la africana esclavizada en una cabaña, era la famosa Hottentot, y definitivamente, ya no era la niña tierna que había nacido en Cabo Este, ya no era madre, ni mujer, era un cruce entre animales y humanos, era la representante de los otros pueblos subhumanos que hacían parte de los simios orangutanes, había afirmado George Cuvier, quien en su vida de anatomista de pacotilla -luego de poner la cinta métrica sobre su cuerpo para medir sus contornos, y el calibrador para medir con precisión sus espesores, el caniografo gigante para sostener su cabeza y el esteoforo y esteometro para conocer el soporte análogo de cada hueso de Baartman- dijo aferrado con uñas y dientes a su investigación descompuesta:“Jamás he visto una cabeza humana más parecida a la de un mono”, y completó- para confirmar las mentiras de las ciencias- que había anomalías en sus genitales, y que por la diferenciación de los cuerpos negros hacia lxs blancxs, lxs negrxs tenian exceso de sexo, y desde entonces, las brisas blancas siguen corriendo con infinito cinismo, y ya no es Sara Baartman, ni Venus Hotttntot, ahora el articulo del francés Cuvier publicado en 1824 conocido como “La historia de los mamíferos” en la que se incluyó dos pinturas de Baartam desnuda posando en el Jardín del Rey, sigue fastameando en el presente, porque ahora para muchxs somos una gaveta de curiosidades exóticas e hipersexuales, y entonces, el que no come negra no va al cielo, y si eres negra, eres fuego, hueles a canela y eres puta.
Sara Baartman murió en 1815, tenía apenas 26 años. Muchos dicen que murió víctima de una enfermedad, que había un grupo que la quería salvar de los espectáculos y que parece que por fin, la muerte para Baartman era un lugar seguro para descansar, pero yo creo que mucho tiempo atrás llegó a morir a oscuras, sin ni siquiera vislumbrar la cara de la muerte. Y luego de su fallecimiento físico, su cuerpo cayó en manos de Cuvier quien realizó un vaciado de su cuerpo en yeso, y su esqueleto con su cerebro y sus genitales fueron expuestos en un museo de París, ahora estos mismos restos, reposan en Cabo Este con una valla levantada que rodea su tumba, y de su trágica historia más que respuestas me quedan preguntas ¿Por qué nadie escribió lo que Baartman decía o los momentos cortos en que lo hacía? y si ¿Los muertos salen? o si alguna vez ¿ Le salieron a Cuvier?
Betty Zambrano Zabaleta
Colombiana. Estudiante de Comunicaciòn Social y Periodismo.
SUSCRÍBETE A PREMIUM AFROFÉMINAS
Descubre más desde Afroféminas
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
[…] Sara Baartman y sus nalgas voluptuosas […]