El pasado 25 de mayo se cumplía un año del asesinato de George Floyd, un hombre negro de 46 años, en manos de un policía en Minneapolis. Tras ello, las protestas se multiplicaron por todo Estados Unidos y también fuera del país norteamericano, gracias a la reactivación del movimiento Black Lives Matter (‘Las vidas negras importan’). Su muerte supuso un impulso para efectuar cambios profundos en el sistema policial y judicial estadounidense, tanto así que está prevista la votación en el Senado de la llamada Ley George Floyd, respaldada por el partido demócrata.
La nueva ley estima la creación de un registro de malas conductas policiales y la prohibición de algunas técnicas de inmovilización, como la de ahogamiento que mató Floyd. Aunque ya ha recibido la luz vez de la Cámara de Representantes, con mayoría demócrata, necesita el apoyo de los republicanos en el Senado, donde los diputados de uno y otro partido tienen un número igual de senadores. El partido de Donald Trump, como era previsible, aboga por el no a esta ley por la propuesta de eliminar la inmunidad cualificada que protege a la policía ante ciertas demandas.
El pasado mes de abril, además, presenciábamos cómo Derek Chauvin, el expolicía que acabó con la vida de Floyd, era condenado por tres cargos de homicidio imprudente, algo que ha revelado cierto cambio ya que la ley protegía hasta ahora a la policía en casos como este. También, desde mayo de 2020, solo en Minneapolis una tercera parte de los agentes han dimitido de su cargo.
Todo ello ha traído como consecuencia un recorte significativo de unos 6,5 millones de euros en el presupuesto destinado a la fuerza policial para usarlo en programas sociales para la comunidad negra, aunque en ciudades como Los Ángeles en las últimas semanas se reforzaba la contratación de agentes para responder a la violencia callejera, con lo cual los cambios de momento no son los previstos.
Con motivo del aniversario de la muerte de George Floyd, asimismo, el presidente, Joe Biden, y la vicepresidenta, Kamala Harris, la primera mujer afrodescendiente en ocupar el cargo, recibían a la familia del asesinado en la Casa Blanca. Sus familiares señalaron la brutalidad de la que son objeto los afroestadounidenses, el racismo imperante y la necesidad de que el proyecto de ley salga cuanto antes. “Si pueden hacer leyes federales para proteger a un ave nacional, que es el águila calva, pueden hacer leyes federales para proteger a los negros”, sentenciaba su hermano, Philonise Floyd.
“Papi cambió el mundo”, fue una de las frases que marcaron la jornada de boca de la hija de Floyd, Gianna. En diversas ciudades se han sucedido los recordatorios, pero especialmente en Minnesota, donde se ha creado todo un memorial en torno al lugar en que Floyd perdió la vida hace un año por el ahogamiento que le provocó Derek Chauvin durante 9 minutos y 29 segundos, ante las súplicas del afroestadounidense para que cesase porque no podía respirar. Todo después de que, al parecer, un empleado de una tienda denunciara a Floyd a la policía por sospechar que el billete que le dio para pagar un paquete de tabaco era falso.
También se han producido homenajes a Floyd en otras ciudades, como Miami y Nueva York. En Manhattan, por su parte, autoridades y líderes comunitarios se arrodillaban durante 9 minutos y 29 segundos para recordar al fallecido.
Tras la muerte de George Floyd, se reavivó un debate sobre el racismo sistemático en Estados Unidos, el de mayor repercusión desde el Movimiento por los Derechos Civiles de los Negros que tuvo lugar en los años sesenta del siglo XX. Según Robin DG Kelley, titular de la cátedra de Historia Gary B. Nash de la Universidad de California, “fue el reconocimiento de que este tipo de violencia estaba ocurriendo en todo el mundo”. Tanta ha sido la magnitud de las protestas que han atravesado fronteras y han generado reivindicaciones en todo el planeta, especialmente en países como Reino Unido y Francia, quienes han tenido que replantearse seriamente su racismo interno.
Las manifestaciones que recorrieron el mundo el pasado verano demandaban justicia racial y verdadera igualdad, valores a los que se acogió el partido demócrata para vencer a Trump en las pasadas elecciones, ya que este lo único que hizo fue criminalizar el movimiento Black Lives Matter, tratando de disuadir las protestas con cruenta carga policial.
Pero todo ello también despertó el revisionismo de los símbolos de la Guerra Civil. De hecho, según el centro de estudios de los derechos civiles Southern Poverty Law Center (SPLC), en el último año se han retirado hasta 170 estatuas en honor a los estados que se rebelaron contra el gobierno de EE.UU. en el siglo XIX para defender la esclavitud, lo que fue desencadenante de la Guerra Civil. No obstante, sigue habiendo más de 2.100 tributos a la Confederación en lugares públicos, pendientes de su retirada, aunque solo sea por una cuestión de memoria histórica. Según Kelley, no es nuevo este revisionismo, pero la muerte de Floyd ha servido para ponerlo en el foco de la población.
La violencia, sin embargo, no ha cesado en los últimos 365 días, pues únicamente en Mineápolis, solo en lo que va de año los homicidios han subido un 108% y los tiroteos un 153%, afectando hasta 19 menores. Esto lo que provocó es que las autoridades locales reforzaran las fuerzas de seguridad con una inversión de 6,4 millones de dólares, con lo cual la idea inicial de recortar en policía se ha diluido.
El agente que mató a George Floyd fue detenido y sometido a un juicio popular cuyo veredicto se conoció el pasado 20 de abril. El jurado lo declaró culpable de asesinato y de abuso de autoridad, aunque recibirá la sentencia condenatorio el próximo 25 de junio, junto a sus otros tres compañeros, y ya muchos expertos coinciden en que es poco probable que sea una condena mayor a 30 años. Además, Chauvin enfrenta una segunda acusación, por el arresto a un adolescente de 14 años al que sujetó por la garganta y golpeó varias veces en la cabeza con una linterna en 2017. Quizá si se hubiera tenido constancia de esta situación y se hubieran revisado sus antecedentes, hoy George Floyd viviría.
Unas 1.000 personas al año mueren a manos de agentes de policía en Estados Unidos, por eso esperamos que el proyecto de ley salga adelante y verdaderamente cambie las cosas.
Natalia Ruiz-González
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