sábado, diciembre 21

«El sexo y los secretos»

*Ilustraciones obra de la hermana de @indiespice___

En un momento inesperado Zoé se sintió mal, había tenido ataques de pánico antes, pero nunca en el momento de iniciar el acto sexual. En ese instante Guillermo no fue capaz de reaccionar, se quedó frisado, dominado por el momento, y cuando pudo responder a la situación, Zoé se encontraba hecha un bollito sobre la cama. 

-¿Te sientes mejor?, decía Guillermo mientras le acariciaba su hermoso pelo.

-Me siento mejor. Lamento mucho haber reaccionado así, que momento tan vergonzoso nos he hecho pasar.

-No tienes porque pedirme disculpas, no has hecho nada malo. Son cosas que no podemos evitar.

-Más que cosas, son sensaciones que se apoderan de mí y no las puedo controlar.

-Lo sé. Ahora lo importante es que te encuentres bien, para todo lo demás habrá tiempo, dijo con dulzura.

– Mí relación con el sexo es bastante complicada, y no tiene que ver contigo, ni siquiera sé porque me pasó esto ahora. A veces me siento del tamaño de una hormiga, otras veces solo quiero ser invisible. Hace años que soy activa sexualmente, pero no sé porque siento que estoy estancada en una etapa inicial, de exploración. 

-Entiendo lo que te pasa, muchas veces el miedo nos abraza y hace tambalear todas nuestras estructuras, pero cuando pasa el temblor debemos sacudirnos el polvo y ponernos de pie.

-Es muy fácil decir eso, lo difícil es hacerlo. Sé que es importante adueñarse del cuerpo, que yo soy responsable de mí satisfacción y deseo, pero hay ocasiones en la que se me hace imposible entregarme por completo.

-Te entiendo, pero a veces es necesario tener un momento de introspección para indagar porque nos sentimos tan solos, tan vacíos, en algunos casos la respuesta está ahí, pero no la queremos aceptar.

-Comprendo lo que dices, siempre he analizado mis sentimientos, pero hay cosas que te superan. El sexo marcó parte de mi infancia, es por eso que todo lo relacionado con el me genera sentimientos encontrados, por un lado está la expectativa conformada por eso que te dicen que es el sexo, el orgasmo, las caricias y demás finas hiervas, y por otra parte está en cómo lo vivo, en como lo siento, en como es el proceso de la exploración del deseo, del cuerpo, del contacto con el otro. Será que en mi infancia me pasaron tantas cosas que me da miedo contar, pero que ya no puedo guardar.

-El primer paso para sanar, es hablar. Déjame abrazarte, a veces se necesita un abrazo para que esas palabras empiecen a salir…

¡Bueno!… Cuando pienso en algunos momentos de mi infancia, se vienen a mi mente, los besos mojados y babeantes que me daba un amigo de mi familia, yo no entendía nada. Recuerdo que me quedaba paralizada con los ojos abiertos y la boca cerrada, en ese momento para mí besar fue que te pasaran la lengua por la boca y te dejaran los labios empapados de saliva, y como no pensar así, si en ese entonces solo tenía diez años. No quiero seguir guardando ese secreto,  y la verdad que no quiero llevarlo conmigo a la tumba. 

Creo que por eso mi relación con el sexo es tan ambigua, sigue siendo desacertada, a veces siento que mi conexión vagina-clítoris-cerebro carecen de empatía, porque cuando el cerebro quiere, la vagina no se conecta, y el clítoris responde, pero por chusma nomás. Capaz que esta mala conectividad, se sigue originando en mi infancia, en esos juegos de roles que hacíamos la que en ese entonces era mi mejor amiga y yo. La primera vez que jugamos al papá y la mamá, teníamos ocho años. 

La verdad es que yo siempre he sido muy boba, mi mamá en ese entonces me decía, que debía «D-E-S-P-E-R-T-A-R-M-E», porque siempre notaba que yo vivía en las nubes, pero la realidad es que me encantaba estar en mi mundo imaginario, disfrutaba pensarlo como si fuera una caricatura, por eso afuera podría estar acabándose la república y yo prefería seguir mirando a la nada. No sé a qué viene este recuerdo, pero la mente funciona así, se va de un recuerdo a otro, como pelota de pimpón.  

Retomando lo del juego de roles, me acuerdo que una tarde, mi amiga me lleva a su habitación, me tira sobre la cama, se sube sobre mí, me besa y me acaricia, susurraba: «Estamos jugando». En esa ocasión también me puse fría, aunque mi cuerpo se sentía «¡raro!», no sabía lo que era, pero era una sensación extraña, que oscilaba entre el miedo y el gusto, será porque en el fondo sabía, que lo que hacía está mal, que era pecado, o eso me habían enseñado. Al terminar el juego mi amiga me hizo prometer que nunca le diríamos a nadie lo que hicimos. Además, me aseguró que aunque nos volviéramos enemigas, jamás le contaría a nadie lo que habíamos hecho.

Los días pasaron y cada vez que nos juntábamos a jugar, ella quería jugar al mismo juego, pero yo ya no quería jugar y poco a poco dejamos de jugar, dejamos de juntarnos, dejamos de ser amigas. Pero este secreto nos une. Bueno a mí me une a ella. 

El sexo y los secretos al parecer forman parte de mí vida, me gustaría dejar de lado las expectativas sobre el acto sexual y poder disfrutar el momento, pero todavía no puedo. Mejor dejo pasar este momento. Hablemos de otra cosa…

Este relato es ficticio y no está basado en personas ni hechos reales. Si necesitas ayuda habla con una persona de confianza o llama a una línea de atención local.


Melina Schweizer

Periodista Dominico-Argentina, ciudadana y libre pensandora



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