«[…]las mujeres pobres experimentan más
frecuentes, más amenazantes y
acontecimientos vitales más incontrolables que
la población en general, […]
las mujeres pobres están desproporcionadamente
expuestas a la delincuencia y la violencia […]
las mujeres de minorías sestán además
expuestas a la discriminación, incluyendo
violencia provocada por la misma»
Salud Mental e Interseccionalidad
A rasgos generales, podemos definir la salud mental como ese equilibrio que debe existir en una persona, en relación con su entorno socio-cultural, para garantizar su correcta participación e integración, laboral, educativa, intelectual, etc., en la sociedad donde vive. La salud mental, no es solo la ausencia de trastornos mentales, sino también el bienestar físico, mental, emocional y social. Por lo que los factores biológicos, psicológicos y sociales influyen en la susceptibilidad a padecer trastornos mentales o no.
Mientras que la interseccionalidad, a rasgos generales, es la interrelación de varios ejes/líneas (en el hemisferio sur de la rueda anterior) de opresión, bajo un sistema jerárquico vinculado a los privilegios. Por ejemplo, cuando una persona es negra, mujer, lesbiana y de un nivel socioeconomico bajo. Ahí estaríamos hablando de una interseccionalidad de opresiones.
Teniendo esto en cuenta, y tras la definición de salud mental aportada, no es descabellado considerar que cuantos más ejes cruzados tiene una persona, más susceptible será de padecer un trastorno mental, ya que el sistema jerárquico de todas esos ejes se encargará perfectamente de poner trabas en su camino, sirviendo de factor y estresante social, evitando su correcta participación e integración laboral, educativa, social, etc., en la sociedad en la que está. Porque seamos sinceros, si a una persona se le niega o se le dificulta su acceso a un trabajo digno y en condiciones, a una vivienda segura, a recibir una educación sin elementos discriminatorios, y demás, se le estará excluyendo de forma sistemática de la sociedad, evitando que pueda construir una calidad de vida para sí mismo y/o para sus seres queridos. Lo cual puede ocasionar un sentimiento de impotencia, vinculado a tristeza, desánimo, depresión, e incluso llegar a pensamientos suicidas.
Por lo tanto, nuestra posición en este cuadro interseccional es determinante para nuestra salud mental y el cuidado de nuestro bienestar. Porque cuantos más lugares ocupemos en la parte de abajo del círculo, más intenso será la dominación que tengamos que soportar, y por tanto más intenso serán los efectos de esa relación de dominación sobre nuestra mente.
Todo el mundo es susceptible de padecer un malestar mental. Pero no es lo mismo tener una mala salud mental con 8 mil euros en la cuenta bancaria, tener a tus seres queridos cerca, un trabajo y una vivienda estable mientras se es un hombre blanco heterosexual. A ser una mujer negra inmigrante con menos de 100 euros en la cuenta, sin trabajo y sin una vivienda estable y segura. Son posiciones extremas, pero ilustra perfectamente bien el impacto que puede tener estar en un lugar u otra de esa rueda sobre nuestra mente.
De por sí, el racismo y la discriminación (en todas sus variantes), la inestabilidad económica, la falta de vivienda segura o la soledad son estresores fuertes por sí solos. Pero al unir varios de estos estresores (junto a muchas otras que no he mencionado), hace a una persona mucho más vulnerable y susceptible a derrumbarse emocionalmente o a una mala condición mental.
Trabajo emocional
Cuando se habla de emotional labor o trabajo emocional, se hace referencia al hecho de tener que suprimir nuestros sentimientos en determinadas situaciones para que las demás personas se sientan bien o para cumplir los requisitos de una determinada situación. Sin embargo otro significado, y es el que defiendo yo, hace referencia al hecho de poner una cantidad formidable de energía en una tarea que resulta estresante ya de por sí. Sin importar de qué tipo de tarea estemos hablando. Ya sea el explicarle a una persona blanca porque está situación/comentario/acción es racista por enésima vez, o hacer frente a una situación o hacer algo que sabemos que hará peligrar nuestro bienestar psicológico.
Teniendo lo anterior en cuenta, lo que intento llamar a la atención es el hecho de que de por sí, ya vivimos suficiente discriminación por el hecho de existir bajo nuestra piel, nuestros orígenes y/o nuestra religión. Y eso ya puede resultar un detonante bastante fuerte a una condición mental. Pero además de esto, el trabajo emocional que hacemos como personas racializadas ya sea dentro de la lucha antiracista y afrofeminista, como hacía los blancos, sirve también de detonante hacia una condición mental. El estar expuestos constantemente a tanta violencia, a tanta agresión, a tantas injusticias, con las que nos podemos identificar a la perfección, o con la que podemos identificar a nuestros seres queridos. Porque lo cierto es que al ver tanta violencia sistematizada hace que temamos por nosotras mismas, pero también por nuestros seres queridos y nuestros futuros dentro de las sociedades occidentales en las que nos encontramos.
Si bien es cierto que uno no puede elegir no padecer una enfermedad mental, caer en una depresión, padecer de un cuadro de estrés, u otras formas de malestar psicológico, uno no debería considerar no cuidar de su salud mental como una opción. Ya sean por razones económicas, por estereotipos existentes u otras razones. En esta línea, cabe incidir en la existencia de una falsa creencia que gira alrededor de la asumpción de que los negros no sufrimos enfermedades mentales debido a nuestra resiliencia, resistencia y fuerza. Obligando a algunas de nosotras a padecer estas dolencias en silencio por miedo a ser juzgadas. Todos los estigmas ligados a la salud mental de las personas de la comunidad racializada no hacen más que servir como medio de opresión para apoyar ese discurso del “supernegro fuerte”, que no puede permitirse ser vulnerable.
Lo cierto es que todas las experiencias por las que pasamos, todo lo que vivimos solo por el color de nuestra piel, solo por ser mujeres, etc., es suficiente para servir de desencadenantes de malestar psicológico. Con las experiencias por las que pasamos, me refiero a todos esos factores externos, que la sociedad occidental hace tan bien en echarnos en nuestro camino, como por ejemplo, la dificultad en encontrar un trabajo aún teniendo las mejores notas y cualificaciones, la dificultad en encontrar una vivienda, aún pudiendo aportar todo lo demandado y más, la dificultad en no caer víctimas de miradas juzgadoras y criminalizante al caminar por la calle, etc.
Además de esto, haríamos mal si no mencionaramos las ideas de supervivencia y condicionamientos que tenemos que interiorizar cuando somos jóvenes, para no acabar arrestados injustamente, para evitar a toda costa que nos discriminen por nuestra piel, para intentar evitar que nos criminalicen, o que antepongan unos estereotipos a nuestra persona, o para intentar evitar que no nos sexualicen. Todo lo que he mencionado son bajo las bases del “intento”, porque muchísimas veces, no conseguiremos evitar estas cosas, pero aún así lo intentamos. Y todas estas cosas son cosas que tenemos que interiorizar y entender desde que somos jóvenes, para poder sobrevivir en las sociedades occidentales. Son ideas que tenemos que explicar a nuestras hijas cuando tengan uso de entendimiento, para que puedan sobrevivir en la sociedad en la que estén. Para que desde pequeñas sean ya conscientes de que son humanas y tienen los mismos derechos que cualquier persona blanca, sin embargo, la sociedad en la que están no las tratarán de esa manera. Las tratarán como infraciudadanas. Esta es solo una perspectiva de ver los detonantes internos de una mala salud mental, además de esto, también puede existir una condición hereditaria, entre otros factores.
Espacios de cuidados
Hay varias formas de cuidar de nuestra mente. Podemos ir al psicólogo, podemos hacer actividades que nos devuelvan esa paz interior, podemos tomarnos ese día libre a la semana para estar solas y cuidarnos, o podemos hablar con personas que nos entiendan sin juzgarnos y sin minimizar nuestro dolor y sufrimiento.
Como ya he dicho, no cuidar de nuestra salud mental no debería ser una opción, ya que puede llegar a conducirnos a cuadros depresivos agudos, o cuadros de estrés extremos, entre otros. Además de esto, es importante tener en cuenta que dependiendo de la persona y del tipo de malestar psicológico por el que esté pasando, puede acabar teniendo repercusiones físicas, como insomnio, dolores fuertes de cabeza, pérdida del apetito, etc.
De ahí la necesidad de construir espacios seguros de cuidados. Espacios donde nos podamos desahogar y donde podamos sanar de las vivencias en las que nos encontramos en los diferentes ámbitos ya mencionados de la sociedad e incluso más. El apoyo emocional ya sea en forma de familia, amigos, sobrevivientes o hermanas de otra madre con las que compartimos experiencias, es vital. Es vital para nuestra salud mental, para nuestro bienestar, para nuestro crecimiento.
Este tipo de espacios es increíblemente importante, sobretodo porque sirve para minimizar el impacto y el golpe que tiene el racismo y la discriminación en diferentes niveles sobre nosotras. Una persona con una buena salud mental y con apoyo tiene más probabilidades de enfrentarse a las adversidades que recibe del exterior y superar los efectos negativos de las experiencias vividas que una persona sin ningún tipo de apoyo.
Esta reducción del estrés derivado del apoyo también se da en el momento en el que nos damos cuenta de que nuestros pares y miembros de nuestra red de apoyo, también sufren lo mismo, que comparten el mismo duelo, por lo que no nos sentiremos individualizadas. Se convierte en un duelo compartido y generalizado, un sentimiento de integración social y pertenencia a un grupo, reforzando los sentimientos de seguridad.
“La salud no se elige libremente…no la elige quien quiere sino quien puede”.
J. Benach, C. Muntaner, 2005
Favour Kelechi Ekaezunim
Madrid
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