Hace un tiempo, ‘feminismo’ parecía ser una mala palabra para el capitalismo, pero hoy, desde los sectores más poderosos, se opta no sólo por reconocerlo, sino por hacer campañas publicitarias en su nombre o en ‘su favor’. Sin pensar que hay una batalla ganada, se da cuenta de que se procura cooptar y socavar reclamos feministas ya que, mientras que las mujeres luchadoras sostenemos la necesidad de lo colectivo, el mercado avanza enalteciendo y festejando logros meritocráticos y, por lo tanto, sentidos individualistas. De ahí que se desarrolla un concepto capitalizado de ‘empoderamiento’ que hace énfasis sobre la mujer ‘sola’, cabiendo cuestionarse a qué se hace referencia cuando se dice ‘sola’ y qué figura de mujer (así, en singular) se construye.
Los slogans como ‘tú puedes’ o ‘querer es poder’ incurren en poner el deseo por encima de la posibilidad, como si lo primero no fuera una consecuencia de lo segundo. Se induce la idea de que, con esfuerzo, todas pueden ‘ser exitosas’ acentuando, pues, imperativos de productividad y empleabilidad capitalista. En efecto, se responsabiliza a cada una de las condiciones socio- económica que vive, abandonándolas, dejándolas solas.
En este contexto, respecto de las mujeres (e identidades de género disidentes), el sentido de soledad se vuelve dialéctico: lo necesario de promocionar y, al mismo tiempo, eje de crítica.
Se enaltece a la mujer que en solitario es poderosa (invisibilizando las condiciones de producción de esto, en omisión de análisis socio-políticos) y, a la vez, a las que no pueden, se las histeriza y se les otorga un estatus de ‘estar sola’, aunque sean muchas. Ese ‘estar sola’ se visibiliza cuando, por ejemplo, a las víctimas de violencia de género se las culpa, a las asesinadas se las duda, a las pobres se las criminaliza, a las trans se las margina, a las migrantes se las reprime, entre otras experiencias (lamentablemente) cotidianas. Parece ser que la noción contemporánea de ‘empoderamiento de la mujer’ de ‘la mujer emprendedora’ (en singular), encubre mandatos y nuevos modos de estar ‘femeninos’ que se destinan a reforzar y reproducir formas de opresión, explotación y sumisión para con las mujeres.
El mercado capitalista, lejos de movilizar una justa distribución de la riqueza mundial y división del trabajo con equidad laboral con perspectiva de género (más y mejores oportunidades, cupos, cargos y salarios), expone que las que triunfan lo hacen meritocráticamente y en eso, se naturaliza que las vencedoras sean pocas. Algunas merecen, otras no (la mayoría no); algunas se hacen libres, otras no (la mayoría no) y, sin embargo, en un mundo en el que simbólicamente los derechos humanos existen, ¿se puede llamar libertad a lo se obtiene por privilegio?
Con todo, aquí nos posicionamos del otro lado de teorías ‘pseudo-feministas’ no porque no valoremos los logros de algunas (al contrario), sino porque consideramos que esos logros existen gracias a nuestras antecesoras que han luchado por la autonomía de las mujeres. En consecuencia, todo lo que algunas conseguimos no es únicamente por esfuerzo propio, es porque están dadas las condiciones. No obstante, creemos que quedarnos con y en eso no nos habilita a abrirnos más y mejores caminos, no las hace poder a las que todavía no pueden. Necesitamos pensar y hacer que todas puedan y para esto es importante que reivindiquemos postulados y luchas feministas interseccionales; que seamos más las que, frente a enunciados individualistas, defendamos y difundamos nuestra historia de resistencia, como procesos que (también en la actualidad) nos juntan, nos potencian y nos salvan. Amor propio es sostener lo comunitario (porque vivimos en comunidad) y las vidas son feministas cuando, y sólo cuando, las injusticias que a otxs atraviesan las constituimos, también, como nuestros pesares.
Yamila Elizabeth Suárez
Argentina. Feminista. Viajera. Comunicadora Social.
Analista de problemáticas de género y migratorias.
Descubre más desde Afroféminas
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.