viernes, diciembre 5

¿Quién protege a nuestras hijas? Racismo institucional y acoso en las escuelas


La infancia racializada en España atraviesa una situación profundamente preocupante. Las escuelas, lejos de ser espacios seguros, a menudo se convierten en escenarios donde el racismo institucional se muestra sin disimulo. Niños y niñas racializados viven, día tras día, discriminaciones normalizadas en entornos que deberían protegerlos.

Desde Afroféminas ya hemos dado voz a testimonios de menores que han sufrido acoso por su color de piel, su cabello, su nombre o su cultura. En muchos casos, ese acoso no cesa, y se agrava ante el silencio o la inacción de las instituciones.

Uno de los relatos más duros es el de una niña de 10 años en la Comunidad de Madrid. Durante meses, fue aislada, insultada y agredida físicamente por un grupo de compañeros. Le decían “mono”, “fea” o “pelo sucio”. En una ocasión la empujaron por unas escaleras. Su familia denunció los hechos en múltiples ocasiones, pero el colegio no activó ningún protocolo. La Inspección Educativa no intervino hasta diez meses después. Para entonces, la niña ya sufría depresión, ansiedad severa y síntomas de estrés postraumático. Cambió de centro. Empezó de cero. Y a día de hoy, la administración sigue sin asumir responsabilidades. El caso está en manos de la justicia.

En septiembre de 2022, Zaragoza se vio sacudida por el intento de suicidio de Saray, una niña de 10 años hija de inmigrantes colombianos. Tras sufrir acoso escolar continuado en el colegio Agustín Gericó, Saray se arrojó desde el balcón de su vivienda, resultando con fracturas en la cadera y el tobillo . La familia había alertado al centro educativo sobre los insultos y agresiones que la menor padecía, incluyendo vejaciones de índole racista. Sin embargo, la respuesta institucional fue insuficiente: la tutora consideró los incidentes como «rencillas sin importancia», y la directora del colegio llegó a colgar el teléfono al padre cuando este solicitó explicaciones . A pesar de las evidencias presentadas, como una carta de despedida y mensajes enviados por Saray antes del suceso, la Audiencia Provincial de Zaragoza archivó el caso en diciembre de 2024, eximiendo de responsabilidad penal a las autoridades escolares. La negligencia institucional y la falta de protocolos efectivos pueden tener consecuencias devastadoras para la infancia racializada.



Este patrón se repite. En todo el país, muchos equipos directivos prefieren negar el racismo, minimizar las agresiones y blindar la imagen del centro, incluso si eso implica desproteger a su alumnado. Las familias racializadas hablan de reuniones vacías, promesas sin cumplir y actitudes defensivas por parte de quienes deberían dar respuestas claras.

En Catalunya, el SEPC ha documentado expulsiones injustificadas de estudiantes racializados que simplemente respondieron a insultos racistas. En Andalucía, Fakali ha registrado casos donde niños gitanos fueron estigmatizados y sancionados arbitrariamente. En Euskadi, SOS Racismo lleva años exigiendo un protocolo específico contra la discriminación escolar, sin avances. Cuando no se actúa ante una agresión racista, el mensaje que reciben los menores es devastador: esa violencia está permitida. Y así, se convierte en rutina.

Los datos lo reflejan. El Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia (OBERAXE) advierte que los casos de discriminación en el entorno educativo pasaron del 13% al 20% en los últimos años. El informe “Cartografías del racismo”, de Accem (enero de 2025), documenta 85 casos de discriminación estructural contra menores migrantes no acompañados, lo que deja claro es parte de una estructura profunda y arraigada.

Los medios de comunicación también tienen responsabilidad. En lugar de denunciar la falta de protección, muchos presentan estos casos como simples “conflictos escolares”. Las víctimas aparecen como problemáticas, mientras que el racismo ni se nombra.

Las secuelas psicológicas son reales y duras. La exposición continua al racismo puede derivar en ansiedad, aislamiento, depresión, mutismo selectivo o trastornos alimenticios. A menudo, se les etiqueta con problemas de conducta, cuando en realidad están atravesando un trauma. Según la Fundación ANAR, las llamadas por bullying racista subieron un 40% en 2023. En el 90% de los casos, las víctimas no eran blancas. En tres de cada cuatro, el colegio no hizo nada.

Asociaciones antirracistas llevamos años denunciando esta situación. Afroféminas ha recogido decenas de testimonios de madres negras y migrantes cuyas hijas e hijos han sido discriminados sin recibir respaldo alguno. Asociaciones impulsan campañas para exigir formación antirracista al profesorado. Rumiñahui denuncia el aumento de casos ignorados. Save the Children advierte que esta violencia vulnera derechos fundamentales. La Plataforma de Infancia alerta sobre el sistema punitivo que lleva a los menores racializados al abandono escolar y a una criminalización más agresiva.

No hablamos de errores puntuales. Cuando el mismo patrón se repite una y otra vez, con distintos actores y en lugares distintos, no es una casualidad: es un sistema que actúa como fue concebido. Un sistema que protege al agresor y castiga al que denuncia. No está roto. Funciona exactamente como fue diseñado.

Hay medidas inmediatas a tomar que ayudarían a paliar el problema: medidas

-Reconocimiento explícito del racismo en el entorno escolar.

-Protocolos antirracistas obligatorios, evaluados por expertos en derechos humanos.

-Formación continua y real sobre racismo estructural para todo el personal educativo.

-Participación efectiva de las familias racializadas en los órganos escolares.

-Transparencia en los datos sobre sanciones, expulsiones y denuncias con perfil racial.

-Protección efectiva para las familias que denuncian.

-Compromiso firme de los medios para visibilizar la verdad.

Nuestros hijos no deben cambiar su voz, su ropa, su pelo ni su identidad para ser aceptados. Las que deben transformarse son las instituciones.

Esto no es un problema de convivencia. Es violencia institucional. Y cuando esa violencia alcanza a la infancia, no hay excusas que valgan.

Esta denuncia es también una promesa. Seguiremos aquí. Las madres, tías, hermanas y aliadas no nos vamos a ir. Vamos a seguir escribiendo, señalando, cuidando y luchando. Porque nuestros hijos no han venido a este mundo a resistir. Han venido a vivir, con dignidad.

Afroféminas



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