jueves, noviembre 21

Género y clase en las protestas de Perú. Suiry Sobrino:»El feminismo regional debe tomar posición»


*Texto publicado originalmente en La Cadera de Eva y reproducido por Afroféminas.

El 7 de diciembre de 2022, el entonces presidente de Perú, Pedro Castillo, quien llevaba menos de dos años en el cargo, anunció la disolución del Congreso y la convocatoria para elecciones constituyentes. Esta decisión inconstitucional de Castillo precipitó un proceso de destitución que fue gestándose desde el momento de su investidura y que abrió las puertas de una rabia social alimentada por la discriminación.

Castillo era el quinto presidente del país en cinco años, un periodo de convulsión política, azuzado por la corrupción de la clase política. Sin embargo, sería erróneo calificar la situación actual como una crisis; en palabras de la periodista y activista limeña Suiry Sobrino, la destitución de Castillo, el nombramiento de Dina Boluarte y las protestas que ante esos eventos se encendieron por todo el país no son una crisis puntual, y la narrativa que así lo construye ignora la realidad de un proceso histórico en el Perú enlazado a violencias sistémicas en contra de las comunidades indígenas y campesinas del país andino.

Sobrino Verástegui ahonda en que la victoria de Castillo, tras una apretada segunda vuelta que dejó fuera a Keiko Fujimori, hija del dictador Alberto Fujimori, generó una reacción de rechazo no únicamente desde la derecha, para quien el maestro sindicalista de origen rural representaba un intruso en la clase política; también desde movimientos progresistas y feministas, debido a su aparente desdén por los temas de género.

Cuando Pedro Castillo es destituido y Dina Boluarte asume la presidencia de Perú, muchas feministas estaban cautelosas de lo que significaba en ese contexto político la primera presidenta mujer; pero ese mismo día, había ya mujeres en la calle protestando porque hay aprendizajes que se viven en el cuerpo.

“El gobierno de Castillo nos explota en la cara y nos hace cuestionarnos muchísimas cosas a los feminismos limeños y al feminismo institucional”, dice en entrevista con La Cadera de Eva Sobrino Verástegui, quien tiene un largo recorrido en los activismos contra la violencia sexual tanto en Lima como en Iquitos, en la Amazonía peruana. Al comenzar el gobierno de Castillo, medios y activistas replicaban el mensaje de que era el peor gobierno para las mujeres porque no había paridad de género en el gabinete. Sin embargo, cuestiona la periodista, “la representación política femenina en Perú siempre fueron las mismas personas, los mismos apellidos y las mismas universidades. Como si esas mujeres representarán a alguien más que ellas mismas.”

Mujeres en protesta

Castillo fue detenido por “quebrantar el orden constitucional”, y la vicepresidenta Dina Boluarte asumió rápidamente la presidencia. La respuesta social fue inmediata y Boluarte envió a las fuerzas armadas a reprimir las protestas ciudadanas. Sobrino asegura que quienes están respondiendo en primera línea y “quienes están sufriendo persecución, son los feminismos comunitarios, los feminismos barriales, los feminismos que no se nombran feminismos, las lideresas sindicalistas; todas esas resistencias que las intersecta la clase, más que una visión de género”

La Coordinadora Nacional de Derechos Humanos (CNDDHH) de Perú presentó un informe que denuncia los altísimos niveles de represión por parte del régimen de Dina Boluarte. El informe indica que “la respuesta del Estado peruano frente a las movilizaciones ha sido de una brutalidad sin precedentes en la historia de la democracia en el país, en el presente siglo”. Del mismo modo, se denuncia que existen torturas, tratos inhumanos y degradantes por parte de la Policía, así como también violencia sexual a las personas que están siendo detenidas de manera irregular.

“Hay un carga profundamente racista en la actuación de la Policía, no es casualidad que las muertes se hayan producido en las regiones donde hay población indígena”, indicó en la presentación del informe Mar Pérez, responsable de la Unidad de Defensores de la CNDDHH. Por su parte, Ángela Vilca, historiadora y antropóloga de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en Lima, considera que la violencia racista y patriarcal que viven y han vivido las regiones rurales, campesinas e indígenas de Perú son el fondo de las protestas.

Suiry Sobrino coincide, y reconoce que ahora mismo hay una necesidad de implantar el sistema y hay mucho miedo desde las élites, hay una necesidad de mandar mensajes para controlar a la población a través del miedo, «el miedo es un arma poderosísima que las élites saben que pueden utilizar a su antojo, por ejemplo, con esta represión tan violenta».

Para Sobrino, el feminismo regional académico está deliberadamente ignorando estas violencias:

“La información la tenemos, la información de que están deteniendo mujeres, de que están persiguiendo mujeres, de que hay mujeres asesinadas. Si miramos a otro costado -teniendo los privilegios que tenemos y las herramientas analíticas que tenemos- es una decisión que tiene que ver mucho con nuestras estructuras internas”, e insiste que, desde la academia, no se ha logrado entender cuáles son las demandas de estas mujeres que participan en las protestas y que vienen de regiones indígenas, campesinas, rurales.

Muchas de estas mujeres, que están en primera línea, probablemente no se consideren feministas; muchas mujeres campesinas, de las periferias, no se sientan reconocidas ni abrazadas desde el feminismo. En Perú, el voto femenino se reconoce en 1956, sin embargo el voto “analfabeto”, como se nombró, es hasta el 78. Entonces, hay mujeres que ni siquiera se sientan representadas por el voto femenino, y las luchas, las demandas y las agendas de estas mujeres, campesinas, indígenas, de las periferias son totalmente distintas a las agendas del feminismo hegemónico y del feminismo más mediático.

Estructuras de violencia

En los territorios sudamericanos, latinoamericanos, las circunstancias políticas y la violencias se viven de una manera tan particular que el activismo tiene que estar en la calle.

Hay una línea de tiempo que nos habla de nuestras propias resistencias y cómo las mujeres han construido este camino, las mujeres presentes en la defensa del territorio, las mujeres campesinas, las mujeres indígenas que tienen formas de ver el territorio y de vivir el territorio en sus cuerpos que son distintas a la de quienes vivimos en zonas urbanas que no han estado en conflictos o no ha estado militarizadas o no han sido perseguidas.

¿Cómo el feminismo regional no está viendo esto como un tema de género? El del derecho a la tierra, las defensoras de las tierras, la búsqueda de justicia por las esterilizaciones forzadas en el gobierno de Fujimori, las violaciones por parte de los militares en el conflicto armado interno, todas estas violencias contra la misma población, la población indígena, campesina.

Para la activista, quien ha realizado múltiples campañas contra violencia sexual, la presencia en el poder de una mujer como Boluarte no representa algo para las mujeres. “De qué representación estamos hablando cuando es una mujer que va a ejercer la misma violencia patriarcal que venimos denunciando todo ese tiempo”

El periodismo feminista regional está callando

Suiry resalta que, durante el Mundial de futbol, el feminismo latinoamericano mostró muchas preocupaciones por las mujeres de Qatar y las mujeres musulmanas, pero actualmente no está mirando hacia las propias comunidades indígenas y campesinas de la región, no solamente en Perú. ¿No estamos viendo a las mujeres campesinas, indígenas como mujeres? Nos cuesta todavía ver lo que pasa en los contextos extractivistas de nuestros territorios como un problema de género, que sí lo es.

Es más fácil hablar del «machirulo» como el enemigo que reconocer el problema en todo el sistema, porque nosotras somos parte del sistema también, continúa Sobrino, sería necesario también cuestionar y reconocer nuestra propia posición dentro de ese sistema que está ejerciendo la violencia hasta ciertos cuerpos.

Se han logrado espacios para hablar del feminicidio, de violencias sexuales, pero no de las violencias que implican el sistema económico, de las violencias extractivistas que tienen una repercusión específica en el cuerpo de las mujeres y no lo queremos ver.

La derecha radical, racista y colonial ha identificado muy bien el discurso y lo está instrumentalizando a su favor.

«Yo no creo que sea coincidencia que por ejemplo ahora mismo en Perú los programas de noticieros más concurridos están liderados por mujeres blancas y tampoco creo que sea coincidencia de que los partidos políticos más de derecha, más conservadores también tengan voceras mujeres, mujeres blancas, pero también mujeres con otras identidades: mujeres lesbianas, mujeres negras», comparte para La Cadera de Eva. Las derechas han entendido muy bien que desde los feminismos hemos tomado mucho tiempo en construir un enemigo y ese enemigo era un hombre, y ahora no podemos ver [las violencias] cuando vienen de parte de las mujeres que tienen poder.

Para concluir, Sobrino reflexiona que la tarea pendiente de los feminismos es mirar hacia adelante, “ir construyendo, pero replanteándonos nuestros horizontes, hasta dónde queremos llegar y replantear también nuestras agendas. Ya no podemos seguir teniendo la misma agenda que teníamos antes de que esto pasara, no puede ser; sería un error”

Si mi agenda como feminista no cambió, la de mi colectivo, de mi organización o de mí misma como activista, si no está cambiando, estoy haciendo algo mal.

Nos toca ampliar la conversación y comenzar a ver cómo estamos viviendo y cómo nuestros cuerpos están viviendo, cómo estamos construyendo nuestros vínculos. Hay que ver, hay que escuchar, hay que ceder espacios. Hacer activismo también es ceder el espacio y esa es la tarea pendiente.

Graciela Rock



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